Para cumplir con los requisitos de adhesión a la Organización Mundial de Comercio (OMC), en diciembre de 2001, China tuvo que modificar y mejorar tanto sus regulaciones administrativas como leyes, en particular las relativas al comercio exterior y la cooperación económica (entre ellas la ley de marcas, de joint ventures y la referida a la inversión extranjera). Incluso, alguna que otra legislación tuvo que ser abolida. Las autoridades chinas también se comprometieron a eliminar regulaciones que imponían restricciones a la transferencia de tecnología.
Un mes después, el Consejo de Estado promulgó el «Reglamento de Importación y Exportación de Tecnología de la República Popular China», en base al cual varios organismos comenzaron a proporcionar una guía para la compra de tecnología al exterior, pautas para el registro de contratos y catálogos de tecnologías restringidas. Estas decisiones fueron importantes para comprender el crecimiento y desarrollo de China, ya que abrieron la puerta a la reducción del «gap» tecnológico de empresas chinas con las manufacturas más importantes.
De allí que, paralelamente a la implementación de políticas para favorecer la internacionalización de las empresas chinas, al tiempo que algunas se integraban en las Cadenas Globales de Valor para conseguir lo que no tienen per se (marca, distribución, comercialización), en 2003 el gobierno crea la Comisión de Supervisión y Administración de Activos del Estado (SASAC, por su sigla en inglés), para transformar las más grandes empresas de propiedad estatal en empresas «líderes nacionales» (también se tradujo como «campeones nacionales»).
Así, una gran cantidad de empresas nuevas y dedicadas a la tecnología de punta, como Huawei, Datang o Lenovo, crecieron hasta convertirse en empresas clave en sus campos de desarrollo tecnológico, lo que llevó a una reestructuración fundamental de la industria de las IT en China.
Los dos gigantes chinos Huawei (con vínculos con el complejo militar industrial) y ZTE (creada en 1985 por un grupo de empresas estatales del Ministerio de Industria de la Aviación de China), también fueron fruto del «derrame» de las universidades chinas, al igual que Lenovo[1]. No comenzaron su estrategia innovando y compitiendo globalmente, sino que al inicio se concentraron en hacer ingeniería inversa y consiguiendo licencias; posteriormente desarrollaron tecnología e innovación para el mercado local, y sólo entonces entraron en el mercado global.
Otra estrategia fue la de llevar adelante fusiones y/o adquisiciones (F&A). De la gran cantidad de objetivos de la política industrial desde Deng Xiaoping en adelante, dos se impulsaron en forma paralela: la integración competitiva y el aumento de la participación industrial en las cadenas globales. Si bien pocos países en el nivel de ingreso per cápita de China han desarrollado marcas reconocidas mundialmente, varias de China ya pueden ser consideradas «campeones nacionales». Huawei sería una: sus ventas en 2014 fueron de U$S 46 mil millones y hace negocios en más de 170 países. Sin dudas, se trata de una gran transformación para una empresa que fue fundada hace menos de 30 años, habiendo firmado su primer contrato fuera del territorio continental recién en 1997.
La política industrial destaca el caso del patrón V5, usado en sistemas de conmutadores de gran tamaño para centrales telefónicas, que fue desarrollado por ZTE y Huawei, entre otras. Sumariamente, hasta mediados de los noventa ese patrón se restringía al uso en el medio rural chino, donde no tenían competencia (esa reserva de mercado es lo que les permitió ganar en escala), y fue para entonces que el gobierno estipuló que todos los nuevos sistemas de conmutadores vendidos en el mercado deberían ser compatibles con esta interfase V5.
En base a ello, el sistema primero impone el patrón, luego desestima toda competencia y eso trae consigo la difusión natural del patrón. Precisamente, la definición de los patrones del futuro 5G es lo que trae a cuento la actual discusión global en la fijación de estándares. Las acciones de Estados Unidos comenzaron el año pasado como resultado de una investigación vía la Sección 301, que acusó a los chinos de robo de propiedad intelectual en tecnología avanzada. Trump fue explícito al vincular el aumento tarifario de entonces a «prácticas económicas desleales» que ponen al liderazgo estadounidense en riesgo, pero las consecuencias de esa decisión afectaban la seguridad nacional.
Nótese que hace un año el Departamento de Comercio penalizó a ZTE por violar un acuerdo con los EE UU sobre envíos ilegales a Irán y Corea del Norte. Como consecuencia de ello, Trump dio instrucciones de prohibir a las empresas estadounidenses la exportación de microchips y otros materiales a ZTE durante siete años. Pero debido a la falta de estas piezas, ZTE se vio obligada a anunciar el cese de operaciones, algo que no sólo afectaba a las relaciones comerciales sino también a las de seguridad nacional del propio Estados Unidos.
Trump tuvo que retractarse y convencer a los legisladores que salvaran a la china ZTE, que se vio obligada a prohibir el acceso a proveedores tecnológicos estadounidenses como Qualcomm (semiconductores). La Casa Blanca consiguió canjear la pena y respaldó un aplazamiento después que ZTE acordara el pago de U$S 1400 millones en multas y la aceptación de una supervisión externa estadounidense. Sin las compras de ZTE no habría Qualcomm y, sin ella, Huawei no hubiese podido progresar. «
[1] Lenovo fue una de las empresas creadas a partir de la legislación de los años 80 por la cual las universidades e instituciones de investigación fueron capaces de establecer y explotar empresas de alta tecnología. En 2015 el 42,3% del capital de Lenovo le pertenece a Legend Holdings Ltda., que a su vez es de la Academia China de Ciencias. Con menor arraigo relativo en las iniciativas vinculadas a las universidades, pero con profundos lazos con el aparato estatal, aparecen Haier, el cuarto mayor productor de equipos de línea blanca, que es una empresa «colectiva»; Chery (entre las líderes automotrices) que es propiedad del gobierno local de Wuhu, y Hafei es de ASIC, una empresa estatal.