Gustavo Petro es actualmente senador de Colombia, pero cinco meses atrás disputó la elección presidencial que batió récord de concurrencia a las urnas. Llegó al balotaje con un frondoso currículum que reza exguerrillero del M19, exintendente de Bogotá –la «cuna del uribismo»–integrante de la Cámara de Representantes, un atentado sufrido en su haber, caribeño y candidato de una alianza entre su partido Colombia Humana y sectores de izquierda. En mayo superó el primer turno y en junio fue al balotaje contra Iván Duque, quien recibió el mote de «delfín» del expresidente Álvaro Uribe y hoy carga la banda presidencial. La historia trazada por Petro es uno de los intentos por institucionalizar propuestas alternativas en el país que se describe como el «Estado fallido». «Yo vengo del M19 y nosotros ganamos las elecciones para la Asamblea Constituyente en el ’91. Las instituciones que hoy existen fueron creadas por nosotros pero con un contenido que rápidamente fue cooptado por la clase política tradicional, sin embargo lentamente fue creciendo un proyecto alternativo», dice, taciturno, en su visita a Argentina, donde fue invitado por Clacso para participar del Primer Foro del Pensamiento Crítico. Para él «no fue una contracumbre» sino que se trató de «un esfuerzo propio de construcción de un pensamiento desde la perspectiva de las ciencias sociales en América Latina y congregó a dirigentes que tienen el concepto de la praxis en la esencia de sus biografías, que tratan de alumbrar la teoría con la práctica y viceversa».
–¿La participación histórica del progresismo en la última elección presidencial habilitó la posibilidad de elegir entre dos modelos alternativos?
–Sí, es algo histórico, nunca antes había sucedido que la población tuviera la oportunidad real de escoger entre dos proyectos completamente diferentes. Nosotros obtuvimos 8 millones de votos, mientras que las diversas facciones de la clase política tradicional y el poder económico se juntaron alrededor de Iván Duque, a quien casi le ganamos –si es que no le ganamos– y eso obviamente cambia las coordenadas políticas del país.
–¿Por qué dice «si es que no les ganamos»?
–Nuestras movilizaciones eran inmensas y aún lo son, en cambio las de Duque fueron muy escasas. Claro que se puede pensar que hay un electorado silencioso, conservador, que reacciona al ver grandes manifestaciones populares, pero lo cierto es que desde que entró el narcotráfico la costumbre es la compra –de hasta 3 millones– de votos con dinero en efectivo. En esta elección hubo eso pero aun así no lograron ganarnos por mucha distancia.
–La participación fue histórica pero aun así no superó el 53 por ciento.
–La abstención disminuyó pero es altísima, quizás tenga que ver con un error estadístico. Se acaba de hacer un censo y dio que hay una población por lejos menor de lo que se proyectaba, por ejemplo se calculaba que Bogotá tenía 8 millones de habitantes pero aparece con siete. Aún no se ha dado una explicación clara pero mi tesis es que en parte se cuenta como abstención a gente que se fue del país. En los últimos años hubo un gran éxodo de millones de colombianos que no se inscriben en las embajadas y quedan invisibilizados.
Odebrecht a la colombiana
En Colombia, Odebrecht y un conglomerado empresario local, el Grupo Aval, se quedaron años atrás con la construcción de la Ruta del Sol II, una autovía de doble calzada que atraviesa todo el país. La empresa brasileña confesó ante la Justicia de Estados Unidos que pagó coimas en Colombia para desarrollar la obra. El fiscal general que investiga la causa, Néstor Humberto Martínez, fue abogado del conglomerado asociado. Un testigo clave por haber sido interventor en la obra, Jorge Enrique Pizano, acusó al fiscal de conocer esas irregularidades, y el pasado 8 de noviembre murió de un infarto. Días después su hijo, Alejandro Pizano Ponce de León, falleció luego de beber de una botella contaminada con cianuro que estaba en el escritorio de su padre. Pizano había sido auditor financiero de Ruta del Sol II y en agosto pasado denunció en una entrevista para Canal Uno de Colombia que el fiscal general Martínez conocía las irregularidades de la licitación desde 2015, año en que era abogado del conglomerado Grupo Aval, que es a su vez accionista mayoritario de Corporación Financiera Colombiana SA (Corficolombiana), liderada por el multimillonario local Luis Carlos Sarmiento Angulo y socia de Odebrecht. Este escándalo motivó que en los últimos días las acciones del grupo colombiano se desplomen y que se reabran las investigaciones contra el fiscal general. El difunto Pizano, antes de morir buscó a Petro y a otros políticos para entregarles documentos del caso.
–¿Cuál es la reacción de la Justicia colombiana?
–Cuando se descubre esto, la reacción de la institucionalidad colombiana, a diferencia de lo que sucede en otras justicias de América Latina, es encubrir. Se trata de no investigar porque el fiscal general Martínez, que sería el funcionario encargado del caso, era el abogado de Odebrecht y de su socio Luis Carlos Sarmiento, el hombre más rico de Colombia.
–Usted habló de otros 36 millones de dólares que Odebrecht no confesó ante la Justicia estadounidense.
–Resulta que Odebrecht no dice todo lo que corrompió, sólo confiesa 14 millones de dólares de sobornos generados en sus empresas radicadas en paraísos fiscales. Entonces aparecen como recursos de Odebrecht y no de sus socios en Colombia. Esa es la primera maniobra de encubrimiento, porque en realidad ahora sabemos que la mayor parte de los sobornos, 36 millones de dólares, se habían generado dentro de Colombia a través de la subcontratación ficticia de la obra Ruta del Sol II. Odebrecht no confiesa eso porque al generarse dentro de Colombia a través del consorcio, su socio Sarmiento estaría implicado.
–En agosto pasado estuvieron cerca de lograr 12 millones de votos en la Consulta Popular Anticorrupción que buscaba, entre otras cosas, hacer ley la reducción de salario de los congresistas; cárcel y sanción a corruptos; contratación transparente; expropiación de testaferros y límites a las reelección.
–La corrupción es un efecto de un tipo de economía y se da en cualquier espectro ideológico. Cuando tienes una economía de dineros fáciles, la corrupción carcome todo porque es una lucha por la renta. Cuando tienes una economía de dineros trabajados la riqueza nace del trabajo, es decir, sostenible en el tiempo, la sociedad cuida más los recursos que trabaja y la corrupción es menor, no quiere decir que no exista. América Latina vivió un boom de dineros fáciles por los precios internacionales muy altos de sus exportaciones y el papel de la economía china con su gran demanda logró esos efectos. Por eso hubo un crecimiento espectacular de la corrupción que se simboliza, sin que sea lo único, en el caso Odebrecht.
–Ahora se está debatiendo una ley de financiamiento impulsada por Duque.
–El tema es que el petróleo en Colombia se está acabando, es la crisis del extractivismo, y la propuesta del gobierno es el fracking. Además la caída de los precios internacionales lleva a una crisis financiera, y primero fiscal. La propuesta de Duque frente a esto es ponerle el IVA a la comida, en un país que es el cuarto más desigual del mundo, con alta tasa de desnutrición, es de una inequidad absurda. Además proponen bajar otros impuestos, como a las rentas corporativas, que es impuesto a utilidades de empresas con el argumento de que van a generar más empleo pero las grandes corporaciones del país son bancos y petroleras multinacionales. Eso produce un malestar y movilización social.
–¿No hay alternativas más que ajustar a los sectores populares?
–Lo que están viviendo Colombia, Venezuela y Ecuador, es la crisis del extractivismo. Venezuela depende casi completamente de extraer petróleo y nuestra economía en Colombia vive desde hace 20 años del carbón, fuera de la cocaína. Cuando crece el precio internacional se puede hacer una política de redistribución social como se vio en Bogotá que, según datos oficiales, pasó del 50% de pobreza en el año 2000 al 4% en 2015, una revolución social que es visible. Pero el extractivismo tiene un efecto que es la «enfermedad holandesa», que al exportarse lo extraído como principal bien a precios altos, la entrada en dólares revalúa la divisa, hace muy competitiva la importación y mata la producción nacional. El libre comercio lo que produce en estos países es la especialización en la extracción, entonces por un lado nos deja economías con dólares y una apariencia de riqueza, pero también destrucción del aparato productivo, y con una variable que no maneja el país, que son los precios internacionales.
–El empresario argentino Gustavo Grobocopatel participó de los acuerdos de paz entre las FARC y el Estado colombiano en La Habana y recomendó modelos de producción luego de la restitución de tierras.
–Es una discusión, la agricultura moderna por más que automatice los procesos es producción, no es extracción, y genera trabajo. En el agro colombiano tenemos 15 millones de hectáreas de tierras fértiles y no producen nada, es una herencia feudal y agrava el narcotráfico porque la tierra la convierte en lavado de activos, tener tierras es la forma de lavar dólares y eso es un sesgo antiproducción.
–¿Qué opina que en cien días de gobierno la aprobación del presidente Duque cayó del 53 al 27 por ciento?
–El uribismo se desplomó en la sociedad colombiana. Duque es una repetición de Uribe y como todo lo que se repite es una farsa, la población se está dando cuenta, los jóvenes salen a exigir en masa por la educación pública y realizaron una masiva movilización. Los reflectores están apuntándome a mí porque saben que somos una alternativa.
–¿Se trata de un nuevo progresismo para la región?
–Hay una crisis de los viejos progresismos en Argentina, Venezuela, Ecuador, se ve como un recambio. La especificidad de nuestra propuesta –y por eso me han atacado incluso desde el chavismo, a pesar de que yo a Chávez lo conocí– es cifrar un proyecto económico en el conocimiento y en la producción como lo hizo el Sudeste asiático, pero con una perspectiva diferente para no convertirnos en la gran fábrica de chucherías del mundo, atendiendo a nuestra principal riqueza que es la biodiversidad. El progresismo que ha gobernado no cuestionó el rol de los combustibles fósiles y se aprovechó de ellos, eso es lo que produce el cambio climático y un proyecto progresista no puede construirse sobre una economía que puede acabar la vida. Claro, no tendremos las grandes remesas de dólares pero sí un proceso mucho más sostenible. La lucha por el cambio climático para mí es esencial en la lucha política que se avecina pero la izquierda tradicional, en sus diversas vertientes, no lo acoge como un tema. En eso Nicolás Maduro está en la misma línea que Donald Trump porque desconocen el cambio climático.
–Entonces, ¿qué rol tiene Venezuela en el imaginario de la derecha?
–Les sirve porque construyen un enemigo que para las derechas es fundamental, porque no pueden sobrevivir sin ellos. En Colombia ese enemigo violento siempre fueron las FARC y con su corrimiento de la violencia tratan de construir uno nuevo, tratan de verlo en el ELN, pero es tan débil que no les permite eso, entonces lo ponen en Venezuela. En parte Duque ganó por eso, porque hay un éxodo real desde Venezuela que la población colombiana percibe y sabe que si un pueblo se va, es porque ese país ha fracasado. Han contratado venezolanos pobres y les han pagado para que hablen en los buses públicos en contra mío, tratando de encontrar una similitud con Maduro. Pero quien hace más parecido el modelo económico al venezolano es la oligarquía colombiana porque basa todo su apetito en extraer rentas del petróleo.
–¿No hay diferencia ni siquiera en la distribución?
–Claro que hay diferencias con Chávez, que intentó hacer una redistribución social pero no se da cuenta de la insostenibilidad de su proyecto porque dependió del precio internacional del petróleo. Eso no es sostenible en el tiempo porque la era del petróleo llegó a su fin, por lo tanto un proyecto que se cimente en el petróleo y sus equivalentes desaparece. «