Danone es una multinacional agroalimentaria española que tiene su casa matriz en Francia, pisa fuerte en Estados Unidos y engorda sus balances en América Latina, especialmente en México. Se hizo famosa por los lácteos Danone, Danette y Danonino –leches en todas las formas posibles, yogures, quesos untables, postres acaramelados, dulce de leche y hasta “sopas frías para combatir el calor”–, y con ellos entró a estos mercados marginales durante la pandemia privatizadora impulsada por las políticas neoliberales de fines del siglo pasado. Nació en 1919, ordeñando vacas, pero hoy, secando ríos y acuíferos, su negocio es el agua, natural, mineralizada o saborizada. Entre otros capítulos, agrega a su oferta derivados vegetales, alimentos de valor pediátrico y complementos nutricionales hospitalarios.
Aunque recién tiene un siglo de vida y su historia no es diferente a la de ningún retoño del capitalismo, Danone es en México un verdadero símbolo del drama de la falta de agua. Los mexicanos la incluyen en un mismo paquete, junto con las grandes cerveceras del mundo radicadas en el país, junto con la Coca Cola –emblema mundial del capitalismo– o con los grandes bancos extranjeros. Danone es doblemente visible porque es una de las grandes multinacionales que están secando el país, básicamente el norte, esa zona en la que, según uno de los más célebres corridos mexicanos, Pecos Bill –un anónimo inmoralmente usufructuado por Luis Aguilé– “hizo un tajo en el desierto y allí mismo el río Bravo construyó”, para salvar a su pueblo de la sed.
Los mexicanos tienen perfectamente identificados a quiénes hacen todo y lo imposible por acabar con ellos, saben quiénes son los que apuntan a matarlos por la sed, saben que son las multinacionales, las identifican por su nombre y por su origen, saben que son las grandes beneficiarias de las políticas neoliberales y las denuncian con un lema que se afirmó ya en todo el país.
La falta de agua viene de la sequía provocada por el famoso fenómeno de La Niña, pero sobre todo tiene su origen en el saqueo. “Esto no es sequía, es saqueo”, es el lema común que baja desde el norte, desde California, y se extiende hasta la sureña Chiapas, por todos los 31 estados mexicanos. Pero la denuncia y la protesta todavía no están coordinadas y conformadas como un emblema.
En los dos últimos años, lentamente, México empezó a librar su batalla de la guerra del agua que pronto conmoverá al mundo entero. En el estado de Nuevo León, en Monterrey, la joya de la corona del mundo empresarial, la ciudad con más alta calidad de vida del país –según un estudio de Mercer Human Resource Consulting–, empezaron limitando la entrega a sólo seis horas diarias. Luego apelaron al bombardeo de nubes con yoduro de plata para desatar lluvias y tempestades. Los comerciantes racionan la venta para evitar incidentes en sus locales y las autoridades clausuran hasta los lavaderos de automóviles. El lunes último los vecinos escalaron un gigantesco tanque de la paraestatal encargada de la distribución del agua y, desde la altura, balde por balde, “ordeñaron” el depósito hasta la última gota.
Los 20 campos de golf de Monterrey siguen recibiendo agua potable para el riego. Allí en Nuevo León, donde gobierna Coca Cola, 15 empresas acaparan 44,5 millones de metros cúbicos anuales, mientras para el uso humano sólo destinan 1,3 millones (una relación de 44 a 1). En Sonora sigue siendo un secreto el volumen de agua (millones de metros cúbicos al año) que recibe la Constellation Brands, la más grande productora e importadora de cerveza de Estados Unidos. Mientras, la población recibe la indignante promesa del montaje de una planta de desalinización de las aguas del golfo de California, que recién estaría operable dentro de dos años.
Todo está contado premonitoriamente en el Capítulo 20 de El Zorro (1957). https://es-la.facebook.com/ZorroOne/videos/zorro-cap%C3%ADtulo-20-2da-temporada-chispa-de-venganza/353194878534483/. El Don Hilario que en esa entrega de El Zorro simboliza a la codicia exterminadora, tiene nombre y razón social en cada una de las historias del México de hoy. Decir Danone, Coca Cola o Brands es decir, entre otras, Ambev, Nestlé, Heineken, Bechtel, Bebidas Arca o Bebidas Mundiales. Grandes bancos como BBVA, Santander, Citibanamex, Invex, HSBC, Monex, Deutsche Bank y Scotiabank son beneficiarios de concesiones que les permiten hacer y disponer sobre el uso de millones de metros cúbicos al año de agua, acuíferos, manantiales y hasta ríos enteros. La creciente participación de las instituciones financieras se relaciona con la creación de un mercado internacional del agua y a su control como un bien que cada vez toma más importancia ante la inminencia de la degradación del recurso.
Detrás de cada conflicto local queda al descubierto lo desigual del uso de este insumo vital, derivado del régimen de privatización impuesto durante los primeros 18 años del siglo por los tres gobiernos neoliberales que postraron la economía nacional: Vicente Fox (presidente además de Coca Cola Company de América Latina), Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Cuando los mexicanos dicen “no es sequía, es saqueo”, engloban todo, a las multinacionales y al modelo neoliberal. Y saben, también, que hay una causa profunda que puede estar bajo control, porque si bien el régimen pluvial, La Niña, es indomable, sí se puede revertir el daño con un borrar y empezar de nuevo que haga que el agua disponible sea usada con sensibilidad social y acorde con los Derechos Humanos. «
La acción en Chiapas de la gaseosa más famosa
Chiapas está allí desde siempre, con ese mismo nombre maya, en el sureste mexicano, tierra de paso para los invasores españoles en su derrotero arrollador hacia lo que hoy se conoce como América Central, con sus montañas y sus selvas, pegadito a Guatemala por el sur y mojada por el Pacífico por el oeste. Ignorada, casi, hasta que con el primer día del año de 1994 emergió con la romántica figura de un ex alumno de la célebre UNAM y luego profesor devenido en guerrillero, que conquistó al mundo con su pasamontañas de lana, sus armas de museo y la modestia de ser, simplemente, “el subcomandante”. Es uno de los 31 estados que componen México.
Con el resto del país tiene en común un catolicismo dominante y la circunstancia de que la mitad de sus casi 6 millones de habitantes sólo saben del agua potable por las falsas promesas electorales de unos y otros, de todos los partidos. Otros indicadores grafican su pobreza: la tercera parte de la población padece de tracoma –una enfermedad producida por el agua contaminada, que deriva en insuficiencia visual o directamente ceguera– y que entre 2000 y 2006, el sexenio en el que el presidente de la Coca Cola Company, Vicente Fox, fue el presidente de México, se duplicaron la diabetes y la obesidad, producto de la avasallante publicidad que convirtió al famoso refresco en un sustituto del agua, pero a mitad de precio. En Chiapas, de la mano de Coca Cola, las multinacionales arrasaron también con la cultura indígena. A la parroquia de San Juan, en San Cristóbal de las Casas, se la conoce ahora como “la iglesia de la Coca Cola”, todo porque en una Navidad la multinacional organizó una fiesta, con su gordote vestido de rojo y blanco, regalando juguetes (y botellitas). El fallecido obispo tercermundista Sergio Méndez Arceo dijo alguna vez que el refresco norteamericano “ya es parte esencial de celebraciones indígenas, en las que reemplaza al posh”, algo similar a lo que ocurre en el norte argentino, durante las ceremonias en honor de la Pachamama. El posh es un licor ancestral que se obtiene de la fermentación del maíz.