El nazismo vuelve a dominar el escenario de la Alemania gobernada desde hace 15 años por Ángela Merkel. Ya no con la intensidad de aquellos tiempos en los que el polvo denso de la destrucción apagaba todos los brillos, pero sí con el fétido olor de la pólvora. “Las manifestaciones abiertas e impunes de neofascismo se incrementaron alarmantemente en los años recientes con conocimiento, encubrimiento y complicidad de las instituciones y las autoridades del Estado”. Semejante denuncia fue lanzada por el grupo de investigación Redfish en un video presentado el 19 de febrero, a un año de la masacre de nueve turcos fusilados en un bar de la ciudad de Hanau, en el estado occidental de Hesse.
La película de 25 minutos, titulada Enemigo interno: neonazis y el Estado, asegura que desde la fundación en 2013 del partido nazi Alternativa para Alemania (AfD), su padrón de adherentes creció un 33% y los crímenes de odio (desde manifestaciones callejeras hasta asesinatos) se duplicaron, para llegar a 7491 en 2019. Con criterio más selectivo, Redfish señala que en 2020 hubo 320 muestras de terrorismo, “y en todas se identificaron nexos con el aparato del Estado”. Armas y municiones faltantes en arsenales militares fueron halladas en otros depósitos de las fuerzas armadas, y “en la mayoría de los casos de amenazas a defensores de migrantes, las llamadas rastreadas provenían de comisarías policiales”.
La diputada “verde” Ulla Jelpke aseguró en el video que tras el fin de la II Guerra Mundial se fracasó en el intento, si es que existió, de “desnazificar el país”. Y agregó que el hecho de que haya nazis “en todos los niveles del Estado y en todos los partidos” viene desde la fundación en 1949 de Alemania Federal (la entonces Alemania Occidental), cuando “la CIA norteamericana creó una agencia de espionaje para el país y puso a la cabeza a Reinhard Gehlen, un ex militar nazi elegido por su intenso odio a los comunistas”. De la misma forma, cientos de ex nazis familiarizados con el exterminio de judíos, comunistas, gitanos, homosexuales y opositores fueron incorporados a las instituciones de la Alemania Federal.
Jelpke recordó que ya en 1957 se confirmó que el 75% de los miembros del Poder Judicial eran nazis, así como 25 integrantes del multitudinario gabinete de aquellos años. En 1964 se fundó el Partido Nacional Democrática y en 1972 el Partido Libre de los Trabajadores, ambos nazis y proscriptos en 1995. En el interregno, 1965, el gobierno de la Alemania del Este editó el “Libro Pardo: criminales nazis de guerra en Alemania Occidental”, un texto voluminoso en el que identificaba, uno a uno, a miles de nazis incorporados al aparato del Estado. “En la estructura del Estado alemán occidental, dos tercios de agentes eran nazis. Fue así, y hoy vemos que fracasó todo intento de desnazificar el país”, reiteró la diputada.
Con mucho optimismo, el diario The New York Times estimó que “el gobierno comienza a despertar (porque) los casos de acumulación de armas y explosivos de parte de agentes nazis del ejército y la policía se multiplicaron de manera alarmante. Conforman células, mantienen casas de seguridad clandestinas y tienen listas de enemigos políticos”, agregó. Brendon Tarrant, el terrorista que el año pasado masacró a 51 musulmanes en dos mezquitas de Nueva Zelanda, aseguró, cargado de datos, que “Alemania es la cabecera, pero en las fuerzas armadas de toda Europa contamos con cientos de miles de colegas”. El periódico de Nueva York observó que, pese a las evidencias, en las “discusiones inquietantes” sobre los movimientos nazis europeos “se ha excluido con amabilidad a Alemania de la conversación”. Alemania parece haber expiado sus culpas pagando indemnizaciones.
Pura coincidencia, este mismo 19 de febrero Estados Unidos extraditó al nazi Friedrich Karl Berger, un guardia del campo de concentración de Neuengamme. Pasaron 64 años del fin de la II Guerra y el genocida tiene 95 años. Y tiene hijos y nietos, pero nadie pidió para él una cárcel VIP, prisión domiciliaria o libertad por edad avanzada. Será juzgado, pero sin consecuencias, “por falta de pruebas –dijo el fiscal– porque aseguró que no estuvo al tanto de torturas o víctimas”. Aunque el gobierno alemán gestionó su extradición durante diez años y sabe quién es, Berger cobra una pensión gracias a “los servicios prestados al Estado, incluso en tiempos de guerra”. Redfish no lo cita, pero Bertolt Brecht había dicho que “cuando la hipocresía es de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad”. «
Los lobos que cuidaron y protegen a «Ovejita«
En julio de 2019 un sargento al que le habían hallado un arsenal (armas y municiones robadas al ejército), volvió a escena, reunido en un campo de tiro con otros 70 oficiales. En una y otra ocasión los investigadores protegieron su identidad. Hasta hoy, sólo se lo conoce por su nombre de guerra: “Ovejita”. Recién asumida, la ministra de Defensa, Annegret Kramp-Karrenbauer, disolvió una compañía de combate de las fuerzas especiales KSK, la unidad más perfecta del ejército alemán. Allí seguía revistando Ovejita, convertido en nexo con los nazis de otros ejércitos europeos.
En otros países –Francia, Holanda, Suiza, Suecia, Hungría, Austria, España– aún no saltó la liebre. El nazismo queda reducido a los civiles que, a diferencia de los militares, no ocultan su ideología. Los últimos episodios ocurrieron en España, donde la ultraderecha ya tiene en Vox a su partido nazi, y en Ucrania, donde el partido de ultraderecha está proscripto.
El 13 de febrero, en un homenaje a la División Azul, las fuerzas españolas que lucharon con las alemanas en el frente soviético, Isabel Peralta (18 años) subyugó a la audiencia con un discurso de puro nazismo en el que sostuvo que “la culpa de todo la tienen los judíos”. La prensa fue generosa con ella, hasta que el 21 de febrero fue entrevistada por la televisión y apareció en su casa, con una enorme cruz gamada detrás. En Ucrania, el 23 de febrero, los fieles de Pravy Sektor salieron a las calles de Kiev a romper todo, tras conocerse la condena a siete años de prisión del líder (civil) de la célula regional del grupo nazi.