La suba de combustibles prendió la mecha en Francia. Los llamados chalecos amarillos se revelaron nuevamente y fueron reprimidos violentamente en las calles de París, las movilizaciones se replican en diversas ciudades del país galo mientras el presidente Emmanuel Macron está en la cumbre del G20.

La represión en los Campos Elíseos ya tiene casi 200 detenidos. Se trata de la tercera gran protesta contra el gobierno, la primera jornada tuvo lugar el 17 de noviembre, y participaron 282.000 personas. Luego, el pasado 24 siguieron las manifestaciones en todo el país, se calcula unas 106.000 personas, sólo 8.000 de ellas se concentraron en París.

Se calcula que en París este sábado participan de los enfrentamientos contra las fuerzas gubernamentales unas 5.500 personas y, en todo el país, unas 35.000. Entre los manifestantes hay jubilados y habitantes de pequeñas áreas urbanas y rurales, que han bloqueado peajes y autopistas e incluso han amurallado las oficinas de impuestos.

Los manifestantes utilizan chalecos amarillos, que es obligatorio llevar en los automóviles, para identificar su protesta que incluye la caída de su poder adquisitivo y disminución de impuestos. Las medidas de ajuste contrastan con la supresión al impuesto sobre las fortunas, decisión que  también se tomó este año y que reflotó una frase atribuida a Luis XIV: «Tomen dinero de los pobres, son muchos y nunca se quejan». Uno de cada tres franceses apoya los reclamos que se organizan por medio de las redes sociales.  

El gobierno francés, a cargo del primer ministro Edouard Phillip, condenó la violencia: “Quiero decir lo mucho que me ha sorprendido este cuestionamiento a los símbolos de Francia: el hecho de que el Arco del Triunfo haya sido marcado, de que alrededor de la tumba del soldado desconocido pudiera tener lugar una manifestación». Y desplegó miles policías en todo el país, carros hidrantes y hasta un avión hidrante para reprimir la movilización. Las protestas en Francia han escalado rápidamente en violencia sólo a 18 meses de que haya asumido el presidente Macron.

La extremaderecha liderada por Marine Le Pen busca beneficiarse, aunque por ahora sin éxito, de este amplio descontento social que tiene centro en las clases media bajas del interior de Francia.