La pelea por la independencia de Cataluña puso en el tapete reclamos similares no solo en Europa sino en todo el mundo. Como para dejar en claro que las fronteras, al igual que las constituciones, no son instrumentos estáticos sino que los tiempos determinan qué, cómo y dónde empiezan territorios y derechos.
Como se recuerda, el primer referéndum catalán fue en 2014, y coincidió por pocos días con una consulta similar en Escocia, que terminó con un resultado favorable a la permanencia dentro del Reino Unido. El detalle en este caso es que tras otro plebiscito por la continuidad dentro de la Unión Europea, se produce el llamado Brexit, que implica la separación de Gran Bretaña de la Unión Europea: pero los escoceses votaron mayoritariamente por permanecer en ese club continental, lo que genera condiciones para una nueva consulta sobre secesionista.
Lo que hará la UE en relación con Cataluña parece cantado. Ya adelantaron sus principales líderes que sostienen la integridad territorial de España, lo que implica que no reconocerán su independencia.
Esa posición generó un pedido de aclaración a Serbia, que reclamó le expliquen la diferencia de criterio en relación al reconocimiento de la independencia de Kosovo. Las autoridades albanesas de Kosovo, apoyadas por EEUU y los principales países de la UE, reconocieron la independencia de este territorio serbio en 2008. Ante el reclamo actual de Serbia, la portavoz de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, argumentó que los casos no son similares porque ese país no era miembro de la UE entonces y que la independencia de Kosovo se aprobó basándose en resoluciones y declaraciones de la ONU.
Unos días antes que los catalanes, los kurdos de Irak también acudieron a las urnas para declarar su independencia, lo que elevó las tensiones también en Irán, Turquía a y Siria. Con un voto favorable de más del 92% de los votos, la consulta no fe reconocida por ningún país. Y tienen sus razones, los kurdos son más de 25 millones de personas y representan el pueblo más grande sin estado ni territorio propios.
El Kurdistán se distribuye entre esas cuatro naciones, por lo que son ellas las que encabezan la movida en contra de la votación. Para evitar el contagio.
Reclamos europeos
Precisamente tanto el gobierno español como la corona de los Borbones quieren evitar que otras regiones españolas quieran copiar la aventura que emprendieron los catalanes. Los primeros anotados en esta lista son, por supuesto, los vascos. En este caso los franceses tampoco quieren problemas. Bastantes complicaciones tuvieron en el territorio vasco francés con la guerrilla de ETA como para ahora agregar un posible deseo de unificación de los dos territorios vascongados. Galicia también tiene grupos independentistas aunque lo llamativo es que todos los gobiernos de la derecha monárquica, incluido el dictador Francisco Franco, el creador del Partido Popular, Manuel Fraga, y los dos jefes de estado, José María Aznar y Mariano Rajoy, nacieron en esa región.
Francia, por otro lado, debe enfrentar las ansias separatistas de Córcega, la patria chica de Napoleón Bonaparte. Luego de varios años de reclamos y tras una lucha del Frente de Liberación Nacional de Córcega, que dejó las armas en 2014, el poder local quedó en manos de independentistas moderados. Hace unos días la asamblea corsa postuló «la legitimidad incontestable del gobierno de Cataluña», según descatan cables de la agencia AFP.
Muy cerca de allí, en Bélgica, sede de gran parte de los organismos paneuropeos, los flamencos buscan desde hace mucho tiempo la creación de la República de Flandes. En consonancia, Geert Bourgeois, ministro-presidente flamenco, exigió el domingo al gobierno español que «cesara la violencia» y lo exhortó a dialogar con «los dirigentes legítimo de un pueblo pacífico».
Dentro de unos días, el 22 de octubre, se celebrará un referéndum en las regiones italianas de Lombardía y Véneto. El presidente lombardo, Roberto Maroni, miembros del xenófobo Liga del Norte, se apuró a aclarar que la consulta se desarrollará «en el marco de la unidad nacional, que no se trata de independencia». Ese partido, que hasta no hace mucho reclamaba la independencia de la Padania, en el norte de la península italiana, ahora se conforma con mayor autonomía aunque despotrican contra el euro y el ingreso de inmigrantes.
El año que viene se celebrará en las islas Feroe un plebiscito para una nueva constitución que le otorgaría el derecho a la autodeterminación. El archipiélago ubicado en el norte de Dinamarca obtuvo su autonomía en 1948, tiene un parlamento y soberanía sobre las aguas territoriales. Sin embargo la diplomacia y la defensa siguen en manos del gobierno central danés.
En los últimos años se agregó, además, la nación número 192 a la ONU, Sudan del Sur, de la escisión de la república de Sudan y tras una guerra de 24 años que dejó millares de muertos. En África también Eritrea se había separado de Etiopía, en 1993.
Pero no solo hay consultas para salirse de un territorio. Puerto Rico celebró un referéndum en junio pasado para coinvertirse en el estado número 51 de Estados Unidos. Con muy escasa participación popular, el 98 % votó incorporarse a la Unión. Ahora, como en ese viejo chiste de Groucho Marx, solo falta que firmen en Washington, algo que no está garantizado de ninguna manera y menos con la enorme deuda externa que acumula ese país y que ya les resulta impagable, como el propio Donald Trump recalcó estos días en su visita a la isla caribeña.
En los últimos años las fronteras cambiaron en la península de Crimea, que pertenecía a Ucrania dentro de la Unión Soviética, y tras una consulta en 2014 se reincorporó a la actual Federación Rusa. El este de Ucrania quiere hacer lo propio tras la caída del gobierno de Víktor Yanukovich y la crisis posterior que puso al país al borde de una guerra civil desembozada.
La caída de la URSS, en 1991, generó el mayor cambio de mapas desde la primera guerra mundial. Obtuvieron así su lugar en las Naciones Unidas Bielorrusia, Tayikistán, Kazajstán, Kirguistán, Moldavia, Armenia, Azerbaiyán, Ucrania, Turkmenistán, Uzbekistán y Georgia, aunque dentro de este último país hay regiones como Abjasia y Osetia del sur que quieren volver a formar parte de Rusia.
Algo similar pasó en Yugoslavia en los 90, aunque al precio de cientos de miles de víctimas y de una limpieza étnica como no se veía desde la Segunda Guerra Mundial. Allí, donde justamente había comenzado la Primera, surgieron Serbia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia, Croacia y Montenegro.