La crisis energética en la que se sumió Europa, a raíz de la guerra en Ucrania y las sanciones contra Rusia, todavía no se hace sentir con toda su plenitud sobre la población, pero los líderes y los sectores más despiertos de las sociedades buscan el modo de morigerar las consecuencias a como dé lugar.
El miércoles, el presidente francés Emmanuel Macron advirtió descarnadamente a los ciudadanos que deben prepararse para “el fin de la abundancia”. A las 24 horas viajó a Argelia para “refundar” la relación con el país árabe, de pronto convertido en el proveedor alternativo al gas ruso.
La ministra de Relaciones Exteriores alemana, Annalena Baerbock, en tanto, cruzó el Mediterráneo para recomponer relaciones con Marruecos con el mismo objetivo de reemplazar las fuentes actuales de energía y, en una declaración conjunta con su homólogo marroquí Nasser Bourita, declaró que ahora Berlín considera «al plan de autonomía (para el Sahara Occidental) presentado en 2007 como un esfuerzo serio y creíble de Marruecos y como una buena base para una solución aceptada por las dos partes». A una “conclusión” similar había llegado el gobierno español en marzo pasado.
En el Reino Unido, a su vez, organizaciones de defensa del consumidor alertaron a las autoridades de que si no amplían al descuento (subsidio) en las facturas de gas y luz millones de hogares no podrán tener calefacción este invierno. Una de estas ONG, evaluó que los aumentos para los usuarios residenciales pueden ser de hasta 50%. Un informe de la consultora Baringa Brothers, por su parte, considera que la crisis energética puede ser tener un impacto mayor que el de la crisis financiera de 2008.
En el marco de la primera reunión del Consejo de Ministros tras el receso veraniego, Macron señaló que se vienen tiempos de sacrificios para la población. «Es un gran punto de inflexión el que estamos viviendo», dijo y habló de los incendios en varios países por la ola de calor extremo y las sequías. Pero a continuación puso el foco en la cuestión geopolítica: “Nuestro sistema, basado en la libertad, en el que nos hemos acostumbrado a vivir, a veces, cuando tenemos que defenderlo, puede suponer hacer sacrificios», dijo a modo de arenga ante una batalla esencial.
Luego, en Argelia, intentó recular sobre sus últimos desaguisados con el país africano. En 2021 el mandatario había minimizado la existencia de Argelia antes de la ocupación francesa y acusó al gobierno argelino de de fomentar el «odio hacia Francia». La colonización, establecida en 1830, culminó hace 60 años, en marzo de 1962, luego de ocho años de una guerra de independencia donde las fuerzas armadas y tropas irregulares francesas mostraron una ferocidad que hizo escuela para los estadounidenses en Vietnam y la dictadura militar argentina. Para la historia oficial francesa, en la guerra de Argelia hubo medio millón de muertos, 400.000 de ellos argelinos. Este número de víctimas locales se multiplica por cuatro, hasta más de un millón y medio, según Argelia.
Muy cerca de allí, Baerbock retomó los contactos con la monarquía marroquí, rotos desde que Berlín criticó la decisión de la Casa Blanca de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, un territorio del que se apropió Rabat ni bien España se retiró en 1976, tras la muerte del dictador Francisco Franco. El rey de Marruecos, Mohamed VI, había reclamado la semana anterior a «determinados socios», que no identificó, a que aclaren cómo se definen ante este conflicto, si ambiguamente con el Frente Polisario, que lucha por la independencia saharaui, o apoyan «inequívocamente» la iniciativa de autonomía marroquí. «