La misma Europa que padece una de las guerras contemporáneas en el este de su territorio, está integrada por 58 países (ocho no reconocidos), varios de ellos potencias mundiales, que por ellos no están exentas de sumirse en serias crisis económicas y sociales. El Viejo Continente cuenta con una población total de 447 millones de habitantes: según Eurostat, cerca del 21.9% en riesgo de pobreza y exclusión social. O sea, unas 98 millones de personas.

¿Sólo la pandemia por el Covid-19 y la guerra alimentan los aprietos socioeconómicos que soportan? Según la propia Oficina Europea de Estadísticas, a fin del 2022 (sin contar Ucrania, no sólo en guerra sino que, según el Banco Mundial, ya era el país más pobre antes incluso de, instigado por sus vecinos, lanzarse a los juegos prohibidos ante Rusia) en la región ya había 13 millones de desempleados: 10,8 millones se hallan en la Eurozona (7% de las mujeres y 5,7% de los hombres). Cerca del 18% de los jóvenes, unos 3,3 millones, finalizó 2022 sin empleo. España lidera la ominosa tabla de desocupados (12,4%) sobre Grecia (11,4%). Completa el podio Italia (7,8%), en un vivel similiar al de la mayoría de sus vecinos.

Los problemas no son nuevos. Ni la crisis de representatividad de los partidos tradicionales y, como una de las consecuencias, el crecimiento de las corrientes de ultraderecha, sino fascistoides. Mientras, las recomendaciones teñidas de exigencias de la Unión Europea son, cuándo no, políticas económicas de ajuste: por caso, bajar los déficits nacionales para 2027 por debajo del 3%. Las consabidas tentaciones de recortar «gastos» del Estado: así se denomina con fariseísmo y malicia neoliberal a las políticas sociales. Sin embargo, el italiano Mario Draghi, ex Banco Mundial y, entre 2011/19, capo del Banco Central Europeo, define sin cortapisas que «la Eurozona sigue estancada» más allá de la guerra y reitera la cháchara diaria: recomendación de ajustes y férreas críticas al proteccionismo. En todos lados se cuecen las mismas habas.

Por todo ello, algunas de las muy bellas calles del continente son el reflejo de este panorama:

* Casi tres de los de 68 millones que habitan en Francia volvieron a salir a la calle esta semana, en esta ocasión, denostando a el proyecto de reforma previsional que impulsa Emmanuel Macron.

* Pocas horas después, casi un millón de británicos reclamaron mejores salarios y políticas contra la creciente desocupación, entre otras demandas

* La semana pasada miles de alemanes liderados por agricultores y ecologistas, muchos con sus tractores, se reunieron en la berlinesa Puerta de Brandenburgo para manifestarle al gobierno de Olaf Scholz su disgusto por los reiterados aumentos en los combustibles y las políticas a favor de la multinacionales que explotan los recursos naturales.

* Los sindicatos le anunciaron a Giorgia Meloni que irán a otra huelga que paralizará Italia, también por el encarecimiento de combustibles que afectan a los 60 millones de habitantes. Además, sufren la peor desocupación en décadas.

* En España, trabajadores de salud, justicia, aeropuertos, integran una larga lista, de gremios con huelgas en marcha. Esta semana, tanto las Comisiones Obreras, como la UGT y la UNT apuntaron al Palacio de la Moneda, donde sienta sus reales Pedro Sánchez: buena parte de los 47 millones de españoles se quejan de una inflación que superó el 5,8% interanual.

* En Bruselas, unos 25.500 manifestantes participaron de las marchas contra el gobierno belga del primer ministro Alexander De Croo, que impulsa una reforma previsional similar a la de Macron.  «

«Demain le ciel sera à nous»

No fue muy popular su mensaje de año nuevo. «Si no aprobamos estas reformas, el sistema estará en peligro», aseguró Emmanuel Macron. Es su obsesión. En Alemania, España y el Reino Unido la edad jubilatoria es 65/60 años (hombres/mujeres); de 66 en Países bajos y de 67 en Italia. Al actual sistema galo (60 y 62 años con 42 de aportes) se lo considera «bizantino» porque contiene 42 diferentes regímenes financiados por el Estado: Macron busca subir dos años el tope y llevar los años de aportes hasta 43. Basa su proyecto en el sueco pero informes del propio estado de Suecia advierten que allí, los mayores de 65 que viven bajo el umbral de la pobreza, son casi el doble que en Francia, producto del sistema imperante.

La obsesión del presidente viene de lejos. Se trata de un sistema previsional que nació en 1945 y que tuvo reiterados intentos de renovación que generaron revueltas populares en 1995, 1997, 2003 y 2007. Lo «lavó» el gobierno de Nicolás Sarkozy y su primer ministro François Fillon. Macron se puso la reforma al hombro ya en la campaña electoral de mayo de 2017 para suplir a François Hollande. Ya en 2019 presentó el proyecto. Chocó con la acción de unos 30 sindicatos que, por caso, ese 27 de diciembre pusieron 800 mil almas en las calles (meses después de los «chalecos amarillos»). Pero poco después apareció en Burdeos un caso de COVID-19: el primero en Francia y en Europa. El drama humanitario lo envolvió todo.

Dicen que la exigencia de la UE de bajar los déficits nacionales para el 2027 volvió a encender la mecha. En 2022 el sistema arrojó un superávit de 3200 millones de euros, pero Macron pronostica que las finanzas se «deteriorarán significativamente». Mientras la oposición minimiza esas consideraciones, el mandatario y su influyente primera ministra Élisabeth Borne, presentaron la reforma en la Asamblea Nacional. La respuesta fue un progresivo malestar en un país que ya tenía quejas por inflación, reformas laborales, crisis sanitaria, migratoria y energética, paros de médicos. La reacción fue in crescendo y se hizo llamativamente federal. El pasado jueves 19 hubo dos millones en las calles: el proyecto iba a debatirse en la Asamblea el 23, pero fue postergado para la semana que hoy comienza. Aunque tiene más oposición de la imaginada. No sólo de parte de la izquierda de Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon (presentó su propio proyecto que propone jubilación a los 60 y subir la pensión mínima de 1389 a 1600 euros) sino de la ultraderecha y hasta de algunos legisladores propios.

Es que el martes pasado unos tres millones de franceses desbordaron las calles, convocados por un hecho inédito: la unión de las principales centrales obreras: CGT, la CFDT, FO, CFE-CGC, CFTC, Unas, Solidaires y FSU. Uno de los carteles de esos manifestantes, escrito a mano, decía: «demain le ciel sera à nous» (Mañana el cielo será nuestro).

 

“Strike to win”

En el Reino Unido, el conservador Rishi Sunak no puede hacerse el desentendido. Fue ministro de Economía de Boris Johnson, lo que le dio pie para desbancar a Liz Truss, quien sólo duró 49 días en Dowing Street. Los sindicatos estiman que los británicos perdieron un tercio de su poder adquisitivo en lo últimos tres lustros debido a la inflación (10,5%). Lo califican como el “mayor retroceso del salario real en dos siglos.

El miércoles, el primer ministro cumplía sus primeros 99 días en el cargo: docentes, municipales, metalúrgicos, trasportistas y empleados públicos lideraron movilizaciones contra la carestía de la vida, caída salarial y precarias condiciones de trabajo. El reclamo del Consejo General de Sindicatos Británicos (incluido el Sindicato de Trabajadores Independientes) apunta también a recortes de más de 30 mil millones de libras del presupuesto, anunciados hace pocas horas.

Uno de los carteles decía: “Strike to win” (Golpear para ganar). En ese contexto hasta The Daily Telegraph describió las marchas como tan nutridas tras las del 2011, cuando al menos un millón de empleados públicos desfilaron por las calles de la céntrico barrio londinense de Westminster, involucrados en una protesta previsional. Por su parte, The Guardian advirtió que al menos 54 % de los británicos apoyan la huelga.

Para las próximas semanas se prevén otras con la adhesión del área de salud, que hace 106 años no participa de un paro general. No son pocos los que recuerdan las multitudinarias protestas de mineros contra Margaret Thatcher, en los’80, que duraron un año: el gobierno salió fortalecido. Ahora pronostican otro final: los tiempos cambiaron y tampoco Sunak tiene el poder de la Dama de Hierro.