El coronavirus es el último recurso del presidente Donald Trump para no perder una de las últimas partidas de su gobierno en la guerra comercial contra su “rival estratégico”, China, suspendida en apariencia por la pandemia, y desde hace un par de semanas reconvertida en una batalla discursiva que tomará caminos políticos y jurídicos. La preocupación de Trump sobre el rumbo de la economía de su país y la posible rápida recuperación asiática parece poner en jaque a los intereses comerciales globales del estadounidense.

Trump pasó de considerar que China estaba manejando el brote «realmente bien» a acusarla de la propagación del “virus chino”. El paso siguiente será lograr que un grupo de países apoye para iniciar una causa contra el gigante de Asia por haber tratado “irresponsablemente” el control de la pandemia. Sus principales voceros y medios afines comenzaron a hablar de las “consecuencias de hacer negocios con China” (como un reciente editorial del Washington Post) y proliferaron las críticas al centralismo del gobierno de Xi Jinping, la falta de libertad de expresión y su carácter de “comunista” convenientemente recordado en cada declaración.

“Creemos fuertemente que China no compartió toda la información que tenía (sobre el coronavirus)”, aseveró el Secretario de Estado Mike Pompeo. Trump acusó también a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de gestionar mal la pandemia y suspendió la a contribución estadounidense al organismo, más de 400 millones de dólares.

El fiscal general del estado de Missouri, Eric Schmitt, presentó una demanda civil contra China en un tribunal federal que plantea que «las autoridades chinas engañaron al público, suprimieron información crucial, arrestaron a denunciantes, negaron la transmisión de persona a persona frente a la creciente evidencia, destruyeron investigaciones médicas críticas, permitieron que millones de personas fueran expuestas al virus, e incluso acumuló equipos de protección personal, lo que causó una pandemia global que era innecesaria y prevenible».

Varios senadores también pidieron que se castigara a China negándose a pagar las obligaciones de la deuda de Estados Unidos. Exigieron una compensación por la pandemia de 1,2 billones de dólares, exactamente el valor en bonos estadounidenses que posee China, el mayor acreedor del país.

Fronteras afuera, la iniciativa la tomó Australia, que pidió «una investigación independiente identifique todo lo que necesitamos saber sobre la génesis del virus, los enfoques de su gestión», según dijo la ministra de Relaciones Exteriores, Marise Payne. El portavoz del ministerio chino de Relaciones Exteriores Geng Shuang sostuvo que este pedido desconoce «los enormes esfuerzos y los sacrificios del pueblo chino» para frenar la propagación del virus.

“La presión política occidental sobre China comenzó a aumentar cuando Beijing empezó a mostrar éxito en la lucha contra el virus y su economía comenzó a recuperarse”, opinó el experto de la Escuela Superior de Economía de Rusia, el politólogo Oleg Matvéichev, consultado por Sputnik.

La proximidad de las elecciones presidenciales de noviembre, para las que Trump se ve derrotado en algunas encuestas por su rival demócrata, Joe Biden, es otra pieza que se acomoda en el tablero, según analistas.

Para la oficialidad china, la avanzada tiene dos razones concretas. “La primera es que no han podido contener el brote. Como resultado, Estados Unidos se ha convertido en el epicentro mundial de la pandemia y su economía corre el riesgo de regresar a una profunda recesión mientras ellos están al mando”, según publicó la agencia oficial Xinhua. “La pandemia se ha convertido en una arena de rivalidad política para mantener o tomar la Casa Blanca”, concluye un análisis publicado el jueves.

Con una población infinitamente superior, China quedó en un número estable de casi 84 mil casos y algo más de 4.600 muertes, pero con un nivel de recuperación cercano al 95%. En cambio, Estados Unidos avanza paulatinamente hacia el millón de casos (al viernes superaban los 886 mil), con casi 51 mil muertos y menos del 10% de recuperados.

Luego de que Trump retirara su apoyo económico a la OMS, el gobierno de Xi Jinping decidió “otorgar 30 millones de dólares suplementarios, en efectivo» al organismo de salud. También envió donaciones millonarias en elementos sanitarios al Ecuador, uno de los países con mayor cantidad de casos y muertes y con severas críticas de la oposición al gobierno de Lenin Moreno por el manejo de la crisis. Como si quisiera responder a esta acción, Trump tuiteó estos días que había hablado con el presidente ecuatoriano y acordado la donación de miles de respiradores, curiosamente un bien escaso en el país del norte, según reclaman a diario los médicos y enfermeros que enfrentan al brote.


La remanida costumbre de fogonear la guerra

Para los asesores militares de los Estados Unidos, la parálisis de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por causa del coronavirus, está destruyendo la economía de los países miembro e inmovilizando a sus sociedades “en formas en que los estrategas militares rusos solo podrían soñar”. Un artículo publicado en el sitio especializado en temas militares Defense One, firmado por Derek Chollet,

Michal Baranowski y Steven Keil, de la fundación German Marshall, aseguran que el grupo integrado por los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania y España, entre treinta naciones, perdió el liderazgo de EE UU a partir de la administración Trump.

“En lugar de impulsar a los aliados a la acción, los funcionarios estadounidenses señalaron inicialmente que la crisis no era un problema de la OTAN. China y Rusia llenaron el vacío, fogoneando exitosamente a sus aliados con propaganda y desplegando información sobre la entrega de recursos y asistencia médica”.

Para el artículo, el verdadero problema es que “la crisis además tuvo un impacto inmediato en los ejercicios militares, capacidad de acción y preparación. La misión de la OTAN en Irak ha sido pausada. El mayor ejercicio militar de la pos Guerra Fría Defender Europe 20 ha sido desguazado”, lamentan los autores.