El cronograma electoral-presidencial latinoamericano 2023 tiene su puntapié inicial este domingo en Paraguay, donde se decidirá, en una sola vuelta, si se mantiene o no la continuidad del todopoderoso Partido Colorado, que gobierna desde hace 76 años —incluidos los 35 de la dictadura stronista— con la única excepción de los cuatro años de Fernando Lugo, interrumpidos en 2012 por un golpe parlamentario.
Esperanza Martínez dejó una huella notable como ministra de Salud en aquella breve experiencia, logrando llevar por primera vez la salud gratuita a la población más castigada. Se había lanzado a la presidencia pero finalmente el Frente Guasu decidió mantenerla en el Senado y ceder protagonismo en la llamada Concertación Nacional, la heterogénea coalición (en la que conviven desde el progresismo hasta sectores de centro-derecha) que buscará destronar el monopolio colorado.
En diálogo con Tiempo, Esperanza analiza las expectativas de la jornada electoral, el particular derrotero de la política paraguaya y la importancia de los comicios para América Latina.
-¿Cómo podría caracterizar la candidatura de Efraín Alegre y la composición de la Concertación Nacional?
-Somos una concertación de 40 partidos y más de 150 organizaciones sociales y territoriales. Es la concertación más grande de la historia democrática del Paraguay y surge como una necesidad de enfrentar al modelo histórico liderado por el Partido Colorado que lleva más de 70 años en el poder, ya sea en dictaduras o en una democracia tutelada bajo un modelo clientelar. Por lo tanto, se hacía necesario aglutinar a todas las fuerzas para enfrentar a un gobierno que ha instalado un modelo de corrupción, de privilegios, un país con mucha desigualdad y permeado por la narcopolítica. Creemos que la candidatura de Efraín Alegre es la opción de cambio ante este modelo. Pretende romper con este sistema instalado política, económica y socialmente, y encarar un nuevo periodo de institucionalización de la democracia y de fortalecimiento de la sociedad civil, de garantizar derechos postergados, fortalecer políticas sociales, económicas, agrarias. Este domingo se enfrentan dos modelos: Efraín Alegre y la Concertación representan el cambio y el Partido Colorado y Santiago Peña significan la continuidad de este sistema que lleva 70 años.
-¿Cuáles son los resortes en los que se asienta esta supremacía histórica del Partido Colorado pese a sus disputas internas, la obscenidad de la corrupción y la situación general del país?
-El Colorado es un partido patrimonialista, donde siempre los caudillos y funcionarios han tomado los bienes públicos para uso privado y por lo tanto han penetrado en los tres poderes del Estado. En la época de la dictadura era obligatoria la afiliación al partido para acceder a cargos públicos. Eso ha disminuido en términos simbólicos pero se mantiene esa cultura y ese modelo prevendario y clientelar que somete a la población a esa vinculación con el partido, que finalmente se convierte en una vinculación afectiva, de identidad, y hasta una tradición que se transmite por herencia familiar. En el Paraguay casi no se ha desarrollado la cultura del derecho. Los derechos siempre están mediados por liderazgos políticos o funcionarios a quienes se les pide el favor. Entonces tenemos un partido-Estado: el 80% de los funcionarios públicos son afiliados del Partido Colorado y, por lo tanto, también tienen esa fidelidad. Esa sólida estructura también funciona como aparato electoral, con la compra de votos, de cédulas, de fiscales. Digamos que hay un sinfín de elementos vinculados a la corrupción, al prevendarismo y al uso indebido de los bienes públicos que conforman una fortaleza histórica muy difícil de vencer.
-¿Cómo define al candidato colorado Santiago Peña?
-Es un fenómeno novedoso, no viene de la militancia tradicional del Partido Colorado, de hecho él era del partido liberal y se pasó durante el gobierno de Horacio Cartes, del que fue ministro de Hacienda. Es una persona joven, talentosa, con buena formación pero subordinado prácticamente al liderazgo de Cartes, hoy fuertemente señalado por corrupción y vínculos con el narcotráfico por el gobierno de EEUU. Entonces la gente lo ve como un satélite, como un secretario de Cartes.
– Su precandidatura presidencial había generado cierta expectativa en el progresismo latinoamericano. ¿Por qué se decidió retirarla y cuál es la situación actual del Frente Guasu?
-Nos vimos obligados a declinar mi candidatura por una serie de elementos. Por un lado, porque en la Concertación el Partido Liberal Radical Auténtico es el partido más fuerte; además se dio la enfermedad del presidente Fernando Lugo en los días en que teníamos que tomar la decisión y decidimos fortalecer el área legislativa del Frente Guasu con mi presencia en la lista del Senado ante la imposibilidad del presidente Lugo a hacer una campaña formal. Preferimos fortalecer nuestra representación en el Congreso porque creemos que tiene un rol estratégico ya sea para apoyar a un eventual gobierno de la Concertación o si nos toca quedarnos en la oposición para seguir haciendo un contrapeso al gobierno colorado.
-¿Por qué son importantes estas elecciones para América Latina?
-Los últimos gobiernos han marcado una línea neoliberal y autoritaria, un modelo de derecha parecido a los de Bolsonaro o Trump. Por lo tanto, sería muy importante la llegada de un gobierno distinto, con una mirada de respeto a la institucionalidad democrática, plural, abierto a las relaciones internacionales y, sobre todo, a la solidaridad con los países latinoamericanos. Después del golpe parlamentario de 2012, el Paraguay se aisló, se retiró de los organismos regionales de cooperación, entonces tenemos también el desafío de reinsertar a Paraguay en los procesos de integración regional. «