En España se ha escrito una página importante de la lucha contra el extremismo. El Partido Popular que ganó la primera minoría no pudo alcanzar la mayoría absoluta para elegir a su líder, Alberto Núñez Feijóo, como presidente del gobierno español. Los votos del PP y de la extrema derecha de VOX fueron menores de los que, en un arco diverso de socialdemócratas, eurocomunistas, independentistas, ecologistas, feministas, eligieron a la diversidad enriquecedora de la historia de cualquier sociedad. Y optaron por continuar buscando pacífica y democráticamente mediante el diálogo sin represión jurídica, la solución de los problemas económicos, sociales, identitarios, territoriales y valóricos que aún tiene la España de la tercera década del siglo XXI.
Pedro Sánchez, socialdemócrata, es quien lidera desde la presidencia del gobierno y la secretaría General del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Con ese arco de la diversidad que derrotó la chatura de la homogeneidad franquista y dejó atrás en su propio partido a los líderes que hace casi medio siglo protagonizaron una transición ejemplar para el momento histórico que les tocó vivir, pero insuficiente varias décadas después en un entorno cambiante nacional e internacional.
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz son el presente y el futuro, Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal representan el pasado. El PSOE y SUMAR gestionan las negociaciones con los independentistas catalanes y los nacionalistas vascos. Lo hacen bajo la premisa de que la democracia y la paz son las metas y el diálogo el método. Tienen ejemplos en realidades europeas como Córcega y allende el océano en Quebec que buscó su independencia de Canadá y perdió democráticamente un referéndum liderado por el entonces Partido Quebequense, aceptando formas avanzadas de autonomía y coexistencia lingüística con el Canadá angloparlante.
Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal representan la antidemocrática uniformidad franquista que en su época prohibió el multilingüismo e impuso el castellano, persiguiendo a quienes públicamente hablaran catalán, vasco , gallego, o cualquiera de las lenguas que coexisten en la geografía ibérica.
La primera derrota del neofranquismo recientemente fue la aprobación del multilingüismo en los debates parlamentarios, lo que ocasionó el ridículamente ostentoso abandono simbólico de la Cámara de Diputados por VOX.
VOX, integrado mayoritariamente por ex partidarios del Partido Popular, nostálgicos del franquismo, es quien estratégicamente lidera el bloque de centroderecha español. Le impuso al PP invitarlo a colaborar en los gobiernos de las Comunidades Autónomas a cambio de votar por Núñez Feijó para presidente, sin aparentes exigencias de entrar a su hipotético gobierno.
Núñez Feijóo, desde las elecciones de julio, tenía con el apoyo de VOX, Coalición Canaria, Unión del Pueblo Navarro, y los 137 diputados obtenidos por el PP, los 172 diputados que apoyarían su investidura. Sólo le faltaban cuatro votos para alcanzar la mayoría absoluta necesaria. Pero en la realidad histórica lo distanciaban cuatro décadas de la España del 2023, que tiene en la diversidad la esencia de su unidad. Como dicen algunos analistas españoles, no le faltaban cuatro votos sino que le sobraban 33 del franquista VOX.
Paralelamente, en Canadá, ocurría otro episodio de la lucha antinazi-fascista. Yaroslav Hunka, de 98 años, un nazi ucraniano-canadiense, era invitado por el presidente de la Cámara de los Comunes para participar en la recepción solemne a su par Vladimir Zelenski, presidente de Ucrania. La recepción y cálida ovación al asesino de judíos, ucranianos, comunistas y gitanos provocó la reacción de parte importante de la sociedad civil organizada de Canadá y de sectores políticos.
El presidente de la Cámara Anthony Rota se vio obligado a dimitir. Justin Trudeau, primer ministro, pidió disculpas públicas. En su tumba, su padre, gran primer ministro en el siglo XX, debe retorcerse ante la mediocridad de su hijo.
Hay un viejo proverbio ruso “en las profundidades de las aguas más tranquilas habitan los monstruos”. Así VOX en España quiere eliminar la ley de la memoria histórica, como si por decreto se pudiera borrar la negra noche del franquismo. Y en Canadá se pretende borrar la ovación al nazi canadiense intensificando la campaña mediática teñida de rusofobia.
José Saramago, premio nobel de literatura, en su “Ensayo sobre la ceguera” alerta sobre “la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron”.
Esa es la lección de la mayoría de la diversidad que en España derrotó a Núñez Feijóo. Y de los sectores de la sociedad civil y política que en Canadá han puesto contra las cuerdas al dúo Trudeau-Rota.