No fue la avalancha de votos contra el gobierno de Joe Biden que auguraban algunas encuestas y pronosticaban no pocos think tanks. Tampoco es que el oficialismo se puede mostrar triunfante. Más bien, el resultado de las elecciones de este martes en EEUU presenta -cuando aún no están todas las cartas sobre la mesa- un escenario bastante parecido al que las consultas de medio término suelen manifestar: una oposición ganando algunos espacios como para llegar al control de la Cámara baja y una lucha voto a voto en el Senado, con algún que otro cambio en las gobernaciones que en el fondo no altera el producto.
Las diferencias que se están perfilando en la cámara de Representantes le dan un puñado de bancas más a los republicanos. Algún analista apresurado podría decir que con eso la oposición está en condiciones de bloquear las principales iniciativas del gobierno. Pero hace demasiado tiempo que la agenda neoliberal es transversal a los partidos y en la práctica fueron legisladores demócratas los más reacios en estos dos años para avalar las propuestas más «distribuicionistas» del Biden que parecía peronista y en el combate al cambio climático. El senador por Virginia del Oeste Joe Manchin es, dentro del espectro demócrata, más republicano que Trump, si se quiere.
Por otro lado, el apoyo a la guerra en Ucrania difícilmente encuentre eco como para impedir nuevos paquetes de «ayuda» al presidente Volodimir Zelenski. Y los tan temidos mercados, en principio se mostraron cautos este miércoles.
Al cierre de esta columna, en la Casa Blanca celebraban que John Fetterman se quedó con una banca de senador por Pensilvania que estaba en manos de un republicano y los porotos daban 48 escaños para cada partido sobre 100 puestos -aunque se ponían en juego solo 35 bancas. La composición final del Senado depende de algunos estados clave como Arizona, Nevada, Georgia y Wisconsin, donde el conteo podría demorarse varios días.
En seis de las gobernaciones de las 36 en disputa el oficialismo también respiró aliviado en Nueva York, Wisconsin, Michigan y Pennsylvania, mientras que la oposición mantuvo Florida, Texas y Georgia.
Como sucede en cada comicio, otras cuestiones se ponían en juego en las urnas en esta ocasión. Fue, por ejemplo, la oportunidad para que en algunos estados la población decidiera sobre el aborto, un tema que resurgió tras el dictamen de la corte que echó por tierra con un fallo precedente de 1973.
Los ciudadanos de Michigan, California y Vermont votaron por incorporar el derecho al aborto a las constituciones de sus estados, mientras que los de Kentucky rechazaron una enmienda que planteaba prohibirlo. Se votó también por liberalizar el uso de cannabis recreativo. En Maryland y Missouri fue aprobado, en Arkansas, Dakota del Norte y Dakota del Sur, el voto fue negativo.
Quien si podría decirse que resulta perjudicado en este supermartes es el expresidente Donald Trump, quien ante una explosión de votos por los republicanos esperaba computar cada sufragio a su cuenta personal como para soñar con el regreso en 2024. Ahora le salió un fuerte competidor dentro de su propio partido, Ron DeSantis. El actual gobernador de Florida, donde el voto de cubanos y venezolanos exiliados es determinante, retuvo por tercera vez la primera magistratura, con casi el 60% de apoyos y 20 puntos de diferencia sobre Charles Crist, que no es menos conservador. Baste decir que viene del riñón republicano, y que se pasó de bando hace 10 años, luego de haber gobernado ese estado entre 2007 y 2011.
Habrá que ver qué hace el millonario inmobiliario ahora que las urnas no le fueron tan amistosas. Cuando fue a votar, en Palm Beach, junto con su esposa Melanie, había anunciado que el 15 de noviembre iba a hacer un gran anuncio. Se presumía que era su postulación para las presidenciales del año que viene. Ahora quién sabe que estará mascullando en su residencia de Mar-a-Lago.