Los primeros sondeos dan como favoritos a los euroescépticos del Movimiento Cinco Estrellas, aunque una coalición de derecha liderada por el eterno Silvio Berlusconi podría cosechar más votos. Sin embargo nadie cuenta con los números para formar gobierno.
Un octogenario condenado penalmente, tres veces primer ministro e inhabilitado para ejercer cargos públicos hasta 2019, podría ser hoy la nueva promesa de estabilidad para la política italiana. Silvio Berlusconi vuelve a la carga con una coalición renovada que cosecha cada vez más interés en la previa de las elecciones del 4 de marzo.
Si bien aún falten varias semanas de campaña, ya en noviembre se veía venir el lanzamiento de la coalición entre Forza Italia, el partido de Berlusconi, Matteo Salvini -el líder del partido secesionista, xenófobo y antieuropeo Lega Nord-, y Giorgia Meloni, quien lidera el derechista Fratelli d’Italia. Si bien la intención de voto de estos partidos tomados singularmente no supere el 16%, juntos llegarían según todas las encuestas al 35-37% de los votos. Pero insuficientes aún para llegar al 40% que, según se estima, es el piso que impone la nueva ley electoral para lograr una mayoría sólida y formar gobierno sin recurrir a nuevas alianzas.
Las razones de esta consolidación de la derecha italiana y sus liderazgos son varias y profundas. Entre ellas se destaca la preocupación por la gestión de los flujos migratorios. Italia es el país europeo que más migrantes ilegales recibe (120 mil en 2017 según datos oficiales, alrededor del 70% del total de la UE), y la derecha considera insuficiente el compromiso europeo y del gobierno frente a lo que han llegado a definir como una invasión.
Los movimientos xenófobos y hasta nostálgicos del pasado fascista han explotado políticamente esta situación en un contexto de crecimiento de la desocupación (11% a nivel nacional, 35% entre los jóvenes) y de la inflación (1,36% en 2017).
Berlusconi, que en campaña electoral demuestra ser un jugador tan hábil en construir coaliciones de poder, ya prometió eliminar los impuestos para los salarios más bajos, y un subsidio universal para que todos los ciudadanos sumen entradas por 1.000 euros al mes.
La coalición conservadora se presenta además como la única capaz de vencer al populista Movimiento Cinco Estrellas (M5S), que postula al joven Luigi Di Maio. Se trata de un partido nacido hace 5 años al calor de las tendencias euroescépticas y anti establishment que se consolidaron en medio de la crisis económica y política de la UE. Beppe Grillo, el comediante mediático que dio vida a la formación, sostiene que los políticos debían reunir una serie de características -honestidad, confianza, capacidad de liderazgo- para poder ejercer cargos públicos.
Tal como sucede con la calidad de los hoteles, en la retórica de los grillini los políticos deben ser cinco estrellas para representar al pueblo, dejando muchas veces en segundo plano los detalles de la propuesta política. El M5S es hoy el partido con mayor intención de voto de Italia, rondando el 29%. Pero también es el que tiene más limitaciones a la hora de tejer alianzas o ejercer cargos ejecutivos.
Reacio a todo tipo de coalición, no puede alcanzar los números que le permitan gobernar en solitario, y Di Maio ya debió admitir la posibilidad de asociarse con otras formaciones generando cierto malhumor interno. Adonde llegó a ser oficialismo, como en la alcaldía de Roma, el M5S se vio envuelto en sospechas de corrupción y mal manejo de los asuntos públicos, que los demás partidos y los medios hacen pesar en estas semanas.
El centro-izquierda es quizás el sector político más golpeado en esta campaña electoral. Como sucede cada vez que cierra un periodo de gobierno, el progresismo italiano enfrenta serias dificultades para atraer a sus votantes, en medio de divisiones y acusaciones internas.
El ex primer ministro Matteo Renzi lidera claramente este sector compuesto por el Partido Democrático (PD), y una serie de pequeños aliados con los cuales llevan adelante extenuantes negociaciones hace semanas. Sin embargo, aún los sondeos más favorables no le otorgan más del 26% de la intención de voto.
Desde las elecciones de 2013 Italia tuvo tres primeros ministros (Letta, Renzi, Gentiloni). En el Parlamento llegó a haber doce grupos parlamentarios, y se registraron más de 500 cambios de grupo por parte de los legisladores en los últimos cinco años. Esta volatilidad de la política italiana, señalada permanentemente por el Movimiento Cinco Estrellas, junto con el fracaso de varias de las iniciativas de gobierno, se han convertido en una marca propia del centro-izquierda que no logra consolidar ni un liderazgo aglutinador, ni un programa que entusiasme a sus votantes. Libres e Iguales, el nuevo partido de centro-izquierda que figura hoy con el 7% de la intención de votos, es el fruto justamente de una de las tantas escisiones que vivió en los últimos años el PD.
En estas condiciones, Italia se encamina hacia unas elecciones que no arrojarían una mayoría clara. Como sucedió en España recientemente, el país podría quedarse sin nuevo gobierno mientras no haya acuerdo entre fuerzas políticas tan diferentes. Se alargaría así el cargo del actual primer ministro Gentiloni, fortalecido en los últimos meses justamente en vistas de esa posibilidad.
En un país que ha tenido 64 gobiernos en los últimos 70 años este panorama inestable no es nada nuevo. Italia ha sabido conservar la estabilidad económica financiera en medio de las peores tormentas políticas, aunque los beneficiarios hayan sido generalmente los mismos sectores de siempre.
Sólo en 2017 el estado gastó 10 mil millones de euros para salvar pequeños y medianos bancos, y se estima que en los próximos años el dispendio deberá ser similar. Los medios italianos se preguntan hoy quién liderará ese proceso a partir de marzo.
* Periodista especializado en relaciones internacionales en medios argentinos e italianos; docente de historia y cultura italiana en el Instituto de Cultura Itálica de La Plata. En twitter @larsenfede