Con el escrutinio aún en ciernes, tanto Netanyahu como su principal rival de esta elección, el ex comandante del Ejército israelí, Benny Gantz, se apuraron a festejar y anunciar la victoria. “El bloque de derecha liderado por Likud obtuvo una clara victoria. Agradezco a los ciudadanos de Israel por confiar en mí. Comenzaré a formar un gobierno de derecha con nuestros socios naturales esta noche”, escribió el primer ministro en su cuenta de Twitter, mientras en su bunker electoral reinaba un clima de cautela.
Gantz, por su parte, apareció al frente de sus seguidores en su bunker electoral, donde primaba un humor mucho más festivo, y gritó: «Ganamos, el pueblo de Israel habló», según informaron los medios locales Haaretz y The Jerusalem Post.
Poco después, en su discurso de cierre de la jornada electoral y frente a seguidores sonrientes y optimistas, reiteró: «En las elecciones hay ganadores y perdedores y nosotros somos los ganadores.»
Además, adelantó que «en los próximos días» hará «lo necesario para formar gobierno», lo que implicará intentar atraer a alguna de las fuerzas ultranacionalistas y religiosas que conformar el llamado bloque de derecha que lidera Netanyahu.
Tanto Netanyahu como Gantz eligieron hoy el sondeo de boca de urna que más le convenía para poder festejar.
De los tres sondeos que realizó y publicó la televisión local, dos de ellos le dan al premier y a sus aliados ultranacionalistas y ortodoxos una mayoría absoluta del Knesset (parlamento) de entre 64 y 67 bancas, por encima de los 61 diputados que necesita para formar gobierno.
Según esos dos boca de urna, Netanyahu empató con Gantz o perdió la primera minoría por apenas una banca.
Gantz, en cambio, se basó en la tercera encuesta de boca de urna que le dio una ventaja clara de 37 bancas contra 33 de Netanyahu y dejó al premier a un diputado de obtener la mayoría parlamentaria necesaria para continuar en el poder.
Lo cierto es que las diferencias entre los boca de urna y los festejos simultáneos de Netanyahu y Gantz crearon un clima de incertidumbre que recién se disipará mañana o en los próximos días, cuando los resultados finales oficiales definan estas reñidas elecciones.
Desde que el premier decidió adelantar los comicios generales a finales del año pasado para conseguir una base aliada en el Knesset más amplia, estas elecciones se convirtieron en una suerte de referendo sobre su continuidad o no en el poder.
En el medio de la campaña, tres ex comandantes del ejército, liderados por Gantz, y el ex periodista y ex ministro Yair Lapid sorprendieron al forjar una coalición que podría amenazar la década en el poder de Netanyahu, quien
contestó aliándose con partidos de extrema derecha, que hasta ahora habían quedado afuera de sus gabinetes.
La tensión escaló a lo largo de toda la campaña y hoy, durante la jornada electoral, no fue la excepción.
El premier, el protagonista incuestionable de la vida política del país durante la última década, votó temprano y luego se fue a la ciudad mediterránea de Netanya, al norte de Tel Aviv, para pedirle a la gente que se vaya de la playa y vote.
«Estoy acá en la playa y hay mucha gente acá. Pero si ustedes se quedan en la playa y no van a votar, entonces se levantarán mañana con Yair Lapid encabezando un gobierno de izquierda», aseguró el premier frente a algunas personas en malla y varios periodistas.
Poco después, canceló un viaje que tenía planeado a Ashdod, en el sur del país, para volver a Jerusalén y «salvar a la derecha», según afirmó en una transmisión de último momento que hizo a través de la red social Facebook.
La gran incógnita es cuántos partidos más pequeños -tanto ultranacionalistas, religiosos ortodoxos como palestinos o de izquierda- logren superar el umbral electoral del 3,5% e ingresen al parlamento.
Aunque sumen sólo tres o cuatro bancas, su ingreso o exclusión del Knesset pueden terminar siendo claves para la formar de la próxima coalición de gobierno.