El resultado no está escrito de antemano, asegura Juan Carlos Monedero del otro lado del teléfono. El director del Departamento de Gobierno, Políticas Públicas y Ciudadanía Global de la Universidad Complutense de Madrid y fundador de Podemos atiende a Tiempo desde el vehículo en el que se dirige al barrio de Alcorcón para participar en uno de los últimos actos de campaña de la formación que amenaza con dar un golpe de gracia al bipartidismo español en los comicios de hoy.

«Los ataques han sido furibundos y siguen siéndolo», advierte el licenciado en Ciencias Políticas y Sociología que asesoró al gobierno de Hugo Chávez entre 2005 y 2010, y que debió renunciar al partido el año pasado para aliviar la persecución mediática. Su alejamiento, sin embargo, no lo hizo perder el lugar de referencia dentro de Unidos Podemos, la alianza con Izquierda Unida (IU) que promete devolver «la sonrisa de un país». Y añade: «El modelo neoliberal en crisis genera muchas fracciones del bloque hegemónico que hacen que las luchas intestinas se transformen en una aceleración de la descomposición. Pero tampoco eso significa de manera clara que la alternativa pueda triunfar, porque el triunfo de una fuerza política transformadora en Europa lanza un mensaje al resto del continente y por tanto comienza un efecto dominó que el statu quo, el capitalismo financiero, los monopolios, las grandes empresas van a intentar frenar».

–Las encuestas los dan segundos con chances de formar gobierno si obtienen el apoyo del PSOE. ¿Puede haber un gobierno de cambio con uno de los partidos tradicionales?–Siempre fuimos prudentes con las encuestas porque se han transformado en armas de propaganda, pero lo que sí es evidente es que parece que nos consolidamos como segunda fuerza política. De todas maneras no se podría gobernar en solitario y haría falta un acuerdo con el PSOE, y en ese sentido no se sabe a ciencia cierta qué decisión van a tomar ellos: si le darán el gobierno a la derecha o quieren promover un gobierno de transformación. Yo creo que le hace daño al partido que sus votantes no sepan si su voto va a servir para hacer un gobierno de derechas o de cambio.

–¿Cómo analizás el recorrido de Ciudadanos que se subió al discurso del cambio pero hoy parece relegado a ser la oportunidad del Partido Popular de quedarse en el gobierno?–Ciudadanos siempre fue un partido muleta, construido por la derecha económica a partir de que el presidente del Banco Sabadell dijo que hacía falta un Podemos de derechas (en junio 2014). Así es al día de hoy. Apoya al PSOE en su región más corrupta que es Andalucía y apoya al PP en sus regiones más corruptas, que son muchas. Esa es una señal clara de que no le importa una regeneración, aunque los medios sigan alimentando esa posibilidad. Si les dieran las cifras, habría un gobierno de coalición sin dudas entre Ciudadanos y el PP. Y van a intentar tensionar para que el PSOE también se incorpore a ese pacto. En cualquier caso, a partir del lunes, vamos a ver muchas ofertas de alianza, exigiendo que se retiren algunos líderes. Como si las políticas determinadas fueran generadas por ellos. Pero decir que si se quita Rajoy u otro cambia algo, es una gran mentira para justificar una coalición.

–Su alianza con Izquierda Unida revitalizó la campaña y los dejó con serias chances de ser gobierno.
–A la fuerza ahorcan, dicen. En diciembre no pudimos combinar porque los desacuerdos entre los partidos pesaron más que las necesidades objetivas, pero en estos cinco meses la gente ha presionado mucho por la unidad. Ha sido una exigencia ciudadana. IU se dio cuenta de que con su millón de votos tenía solamente dos escaños, Podemos se ha dado cuenta de que tenía 5 millones de votos pero por debajo de los 7 millones es difícil ser gobierno, y luego la ciudadanía se ha dado cuenta que, con un 30% de los votos, la derecha podía gobernar. Por tanto, esas tres presiones han conducido a la necesidad de una Unidad que se transforma en el único hecho novedoso de la campaña y por tanto es lo que despierta una gran expectativa.

–La estrategia de Podemos en diciembre fue mostrarse más al centro del escenario político para sumar votos y ahora la alianza con IU los corre a la izquierda, mejorando aún el resultado ¿Ese cambio también lo ven en la sociedad?–Yo creo que la transversalidad siempre ha sido un planteamiento que ha estado arriba de la mesa, así como superar el eje derecha-izquierda. Por eso siempre hemos renunciado a ese tipo de referencias. Decía Ortega y Gasset que España es un pueblo al que le gusta construir sus ilusiones en el pasado y no en el futuro. Eso es lo que explica que haya gente que muestra como una nostalgia de la izquierda que fue y no la que será. Pero creo que es mucho más inteligente identificar a grandes sectores damnificados por el modelo neoliberal que pueden apoyarte en un proceso de transformación siempre y cuando no los obligues a que se etiqueten. Porque las etiquetas no son claras, forman parte de una política vieja. Estoy convencido de que vamos a organizaciones políticas más flexibles, que construyan frentes amplios que puedan tener núcleos articulados, que puedan hacer mayor o menor fuerza en momentos determinados y que se van a caracterizar por compartir objetivos más amplios y no tanto por tener identidades cerradas.

–¿Y cómo enfrentan los temores de que Podemos acabe como Syriza, llevando adelante en el gobierno políticas que combatió como oposición?
–Tsipras fue a matar dragones con un cazamariposas y eso es una ingenuidad. Nosotros hemos aprendido de sus errores y además la economía de España es cinco veces más grande que la griega, entonces nuestra capacidad de negociación es mucho mayor. Somos conscientes de que el capitalismo financiero tiene un poder enorme y que los cambios son lentos. El modelo neoliberal empieza en el ’73 con la crisis de Bretton Woods y el golpe contra Salvador Allende. Hablamos de 43 años y por tanto no vamos a solventarlo en unos meses. Es una pelea de largo aliento en la que hace falta que más países de Europa se sumen. Por tanto somos conscientes de que si no hacemos algo ahora, habrá un retroceso que condenará como le pasó a América Latina en los 80. También sabemos que la hegemonía ideológica la tienen ellos y eso es lo que explica errores de los gobiernos de izquierda en América Latina cuando gobiernan y cómo la gente puede terminar votando a sus verdugos, como pasó en Argentina ahora. Por tanto somos conscientes de lo que se decía durante el 15 M aquí: «Vamos despacio porque vamos muy lejos». «