El gobierno de Volodímir Zelenski auguró la estrepitosa caída de la economía de Rusia a partir del tope impuesto a los precios del petróleo que la Unión Europea, el G7 y Australia le compran al país euroasiático. La medida pretende «evitar que Rusia obtenga ganancias de su guerra agresiva contra Ucrania» y «apoyar la estabilidad en los mercados energéticos mundiales». Como era de prever, la decisión fue rechazada por el Kremlin, que adelantó que no aceptará el precio máximo establecido unilateralmente. La amenaza es dejar de venderles.
El mandatario ucraniano llamó a la población a resistir ante la llegada del invierno por la falta de energía a raíz de los ataques a la infraestructura que viene llevando a cabo Rusia en todo el territorio de ese país. El presidente Vladimir Putin explicó telefónicamente al primer ministro alemán, Olaf Scholz, las razones para esa estrategia: «Las fuerzas armadas rusas evitaron durante mucho tiempo ataques con misiles de alta precisión contra ciertos objetivos en Ucrania, pero tales medidas se volvieron necesarias e inevitables ante los ataques provocadores de Kiev», dice un comunicado ruso.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, por su parte, declaró que los organismos occidentales, con sustento en Naciones Unidas, le harán pagar el costo de la guerra en Ucrania a Moscú, tras acusar de los peores crímenes de guerra a las tropas rusas. Así, tras calcular que las pérdidas medidas en dinero suman unos 600.000 millones de dólares, dijo que para cobrarlos cuentan con 300.000 millones en reservas incautadas en las primeras sanciones contra Rusia y otros 60.000 millones de «oligarcas rusos».
Pero dijo otra cosa Von den Leyen. Dijo que más de 20.000 civiles y más de 100.000 militares ucranianos habían muerto desde el 24 de febrero. El video fue prontamente editado para quitar ese tramo, pero en estos días es imposible evitar que circule el original. Un asesor de Zelenski tuvo que salir a afirmar que las pérdidas en vidas habían sido de entre 10.000 y 13.000 soldados y oficiales.
Mientras se espera la llegada de unas 200.000 tropas rusas a Ucrania para una ofensiva de invierno, la guerra se desarrolla en un plano más económico. Por un lado los topes al precio del petróleo, por el otro, las nuevas medidas del gobierno de Joe Biden para contener la inflación en EE UU e impulsar su economía. Fue en ese contexto que el mandatario francés, Emmanuel Macron, se quejó ante congresistas estadounidenses en Washington de que esas nuevas normas, inconsultas, son «súper agresivas para nuestras empresas»y reclamó mayor coordinación entre países que se presentan como aliados.
El portal estadounidense Político reveló, por si fuera poco, que altos funcionarios europeos acusaron a EE UU de enriquecerse con la guerra a costa del continente por los precios de la energía, el comercio de armas y las ayudas a empresas para repatriar sus plantas a Norteamérica.
Esta semana, también visitó Washington el rey español, Felipe VI, quien tras un almuerzo con la titular del FMI dijo que se avecinan «grandes cambios en el orden internacional» y evaluó que «el mundo de 2022 parece tan desafiante como el de 1922».
En Gran Bretaña, la situación económica ya desató pujas salariales como no se veían en décadas y diciembre –a pesar del frío invernal que ya golpea– promete ser particularmente caliente. Hay huelgas programadas de trabajadores de la salud, el transporte y la educación en reclamo de aumento de ingresos y mejores condiciones laborales. Muchos recuerdan que el de 1978-1979 fue llamado el «invierno del descontento» por la cantidad de protestas gremiales. Pero en mayo del 79, en plena primavera, fue elegida Margaret Thatcher como primera ministra. «