La «Guerra Santa» por el cuantioso y clave voto religioso llega a su punto más álgido, cuando falta una semana para el balotaje. En un clima enrarecido de fake news, acusaciones duras, nuevos apoyos y una distancia entre ambos candidatos que se estrecha cada vez más, tanto Lula como Bolsonaro dedicaron los últimos días a profundizar su campaña dirigida al amplio segmento constituido por la grey evangélica, que en Brasil es la congregación más extendida. Según los registros, el 31% de la población se declara evangélica, es decir, cerca de 70 millones de personas: la mitad apoya a Bolsonaro.

A mediados de semana, Lula sorprendió con una carta pública al pueblo evangelista en la que denunció el uso de la fe para fines políticos por parte de su contrincante y se declaró en contra del aborto, aunque dejó en claro que era su posición personal frente a un tema que debe ser resuelto por el Congreso. Lula acusó a Bolsonaro por la «ola de mentiras» en su contra, algo que, dijo, nunca pensó que podría haberse desarrollado al nivel registrado. En un video público en YouTube, Bolsonaro había asegurado que Lula pensaba cerrar las iglesias y templos, planeaba liberar las drogas y el aborto e instalar baños unisex en las escuelas primarias y jardines de infantes. Un claro mensaje para impactar en las huestes más conservadoras de la Iglesia. El caso tuvo tal resonancia que intervino el presidente del TSE, Alexandre de Moraes, para ordenar que se extrajeran los tramos del video que contienen esas acusaciones falsas.

La Carta Pública al Pueblo Evangelista de Lula se publicó el miércoles, en el marco de una reunión en San Pablo con pastores evangélicos y políticos vinculados a las religiones. Ese mismo día, la primera dama, y esposa del presidente, Michelle Firmo, encabezó una avanzada para sumarle votos a su marido, en una puesta en escena en la que no faltaron gritos, llantos y apelaciones a la Biblia y al demonio. También en San Pablo, en un encuentro con evangelistas de clases populares, Firmo aseguró que «en la Biblia Dios siempre se inclina por el lado de la derecha». Al lado de la senadora electa Damares Alves, una pastora que denunció otra fake news que mencionaba una supuesta mafia de violadores de bebés recién nacidos y que Bolsonaro luchaba para derrotarla, la primera dama dijo que su misión era combatir «ese cáncer del partido de las tinieblas, para que se disipe de nuestra nación», refiriéndose al PT y acusó a Lula de confeccionar «una lista» de personas a quien encarcelaría, de ser presidente, «para vengarse» de los cristianos y «las personas de bien».

De alguna manera, Lula recogió el guante. Su jugada fue acordada con sus asesores para recuperar territorio dentro del electorado evangelista, donde Lula cosecha alrededor del 30%. La búsqueda de esos votos también se debe a la posibilidad de registrar un aumento del rechazo contra su figura, que lleve a la abstención y por consiguiente, al crecimiento de Bolsonaro, por impacto de la campaña sucia. Esta semana, Datafolha divulgó que la distancia entre candidatos se acortó: Lula está adelante por 49% a 45%, es decir que teniendo en cuenta un margen de error de +/- 2 puntos, hay empate técnico.

En las elecciones de 2018, Bolsonaro resultó vencedor en gran parte gracias a su alianza con la Iglesia Evangélica. Dos años antes, pese de ser originalmente católico, se había hecho bautizar nada menos que en el río Jordán, en Israel, por el pastor evangelista de la Iglesia Asamblea de Dios, Everaldo Pereira, entonces presidente del Partido Social Cristiano.

Lula busca quebrar esa alianza apelando al voto femenino. El equipo de campaña del PT maneja que el 54% de las mujeres rechazan a Bolsonaro y buscan convencer a 23 millones de mujeres negras y pobres, evangélicas, pero insatisfechas con las conductas misóginas y racistas del presidente.  «