El fervor que despierta la Selección Argentina en Bangladesh o India opacó que este sábado el Papa Francisco cumplió 86 años. Y ambos, por disímiles que parezcan, son activos dignos de aprovecharse. Igual que una película nacional como Argentina, 1985, que genera interés y suma premios en el exterior, o las telenovelas de Cris Morena, que ponen al público israelí a estudiar castellano. Es que esa atención hacia lo argentino bien puede transformarse en influencia fronteras afuera, es decir, convertirse en soft power.    

Soft power o poder blando es un concepto del estadounidense Joseph Nye que se contrapone al de hard power o poder duro, que es la capacidad de los países para imponer sus condiciones a la fuerza. En cambio, este es un recurso sutil que permite proyectar una imagen atractiva a través de la idiosincrasia y los valores propios: el pop coreano, las series turcas, el cine de Hollywood y el Mundial de Qatar son algunos casos destacados.

Argentina cuenta con embajadores sin cartera como Jorge Bergoglio, Lionel Messi, Tini Stoessel y Ricardo Darín, quienes por asociación, representan al país. En el pasado, los amantes de la literatura descubrieron a Jorge Luis Borges y los japoneses, el tango y la lírica a Astor Piazzolla. En la actualidad, futbolistas argentinos hicieron que Antoine Griezmann y Harry Kane, entre muchos otros jugadores de Francia e Inglaterra, adoptaran el mate. La pregunta es cómo capitalizar la impronta argentina.

«Al soft power hay que pensarlo no como un fin en sí mismo, sino como un medio. A diferencia de los recursos duros de poder, de impacto más inmediato, el soft power es una construcción de poder mucho más lento que apunta a moldear preferencias de los actores e influir en el comportamiento. Tiene que ver con la cultura, con el liderazgo, los valores que un país exporta. La cuestión cultural de Argentina tiene un recorrido importante, no solo en América Latina, y lo puede explorar como una primera aproximación que gatille acuerdos comerciales y diplomáticos», explica Esteban Actis, doctor en Relaciones Internacionales.

En un contexto en el que las capacidades materiales de Argentina están cada vez más reducidas, «el soft power puede ser un recurso con potencial de crecimiento», agrega. Pero ahora que se piensa aprovechar la coyuntura para abrir una embajada en Blangladesh, el experto destaca que «hay que dotarla de funcionarios y misiones comerciales. Sin esa pata, el soft power no cumple la construcción de influencia en el plano internacional».

El Global Soft Power Index, un estudio que mide la percepción de 120 países ubicó a Argentina en el puesto 38, tres puntos arriba en relación con el año pasado. Autores, deportistas, actores, músicos y científicos argentinos están contribuyendo a esto. El éxito del equipo de Scaloni es el mejor ejemplo del poder blando nacional y una oportunidad de transformarlo en un recurso de la política exterior argentina empujado y sostenido por los próximos gobiernos.

«Por medio del fútbol, desde Maradona hasta ahora, hemos logrado una identificación y una idolatría por nuestra camiseta en otros países que los lleva a querer interiorizarse sobre aspectos culturales de Argentina. Pero hay una contradicción desde la política, porque no sé si todos los países donde las personas demuestran simpatía por Argentina son nuestros socios políticos o comerciales», señala Bárbara Bravi, máster en Relaciones Internacionales.

Para Bravi, los escritores, jugadores de fútbol y artistas «son nuestro ADN». Y añade: «Hubo un Maradona que estará siempre y que muestra el valor del amor por una camiseta, un nacionalismo mancomunado con su pueblo, en una etapa con tanta disrupción entre la ciudadanía y la dirigencia política. Hay un entendimiento mayor de las personas con estas personas que exponen los valores de Argentina», apunta la politóloga, que por otro lado menciona «las políticas de causas transversales a los partidos políticos».

Argentina cuenta con íconos convertidos en remera, como el Che Guevara, o protagonistas de comedias musicales, como Eva Perón, y el pañuelo verde –símbolo de la lucha por el derecho al aborto legal– que fue tomado por las mujeres en toda América Latina, España y EE UU. Es un país que puede presumir de una independencia temprana y un rol histórico destacado en la región, y quizás más allá, como lo demuestran las estatuas de San Martín repartidas en Europa, EE UU y Canadá, también de la consolidación de la democracia y la defensa de los Derechos Humanos.

Son valores importantes para un soft power seductor, aunque sin una política coordinada los efectos de ese poder se desperdician. Actis subraya que Argentina «viene perdiendo capacidad militar y económica, con cada vez menos empresas transnacionalizadas argentinas, el PBI se viene reduciendo, y en esa dimensión el poder blando tiene mucho más potencial de crecimiento, (…pero) debe estar enmarcado en una estrategia de política exterior, con su respectiva expansión comercial», sostiene.

Si el soft power equivale a conquistar las mentes y los corazones, Argentina lo estaría logrando. «Los recursos duros de poder apuntan a cambiar las conductas de un actor, que sabe que está siendo influenciado o amenazado. Los recursos blandos de poder son más inconscientes y sutiles, lo que uno logra es moldear las preferencias iniciales de los actores. Eso está claro con el cine norteamericano. Lograrlo es muy difícil, por eso los recursos blandos juegan un rol muy importante», dice el coautor del libro La disputa por el poder global.

Bravi considera que «más que estrategia, hay una presencia del soft power desde la Selección, los DD HH y las novelas, por eso la estrategia debería venir del gobierno». Actis ve varios problemas para «posicionar la marca país Argentina: su seguridad jurídica y económica, sus crisis recurrentes, la polarización política y la dificultad para cumplir acuerdos y contratos que firma». La manera en que las sociedades conocen a Argentina y la forma de ser de los argentinos es una herramienta de poder blando puesta sobre la mesa.

Para un país de 47 millones de habitantes que comparte el castellano con más de 585 millones de personas en el mundo, cualquier situación en que un argentino se destaque es un punto de partida.  «

El ADN de acá

La frase «¿Argentino? Maradona, Messi» sale al toque al cruzar algunas fronteras. Pero no son los únicos embajadores.


Francisco. Ayer, el Papa nacido en el barrio porteño de Flores cumplió 86 años. En marzo, cumplirá diez como Sumo Pontífice.


Che Guevara. El jefe guerrillero sigue siendo emblema en todo el mundo de rebeldía y compromiso.
Eva Perón. Otra marca de origen, como el presidente Juan Domingo Perón.


Borges. Inspirador de obras de Michel Foucault o Umberto Eco, es más respetado que muchos Nobel.
Piazzolla. No hay en el planeta orquesta o solista clásico o popular que no tenga un tema suyo en el repertorio.
Quino. El creador de Mafalda es otro representante de la cultura y espejo de nuestra sociedad.


Derechos Humanos. Los juicios a responsables de delitos de lesa humanidad y la figuras de Hebe de Bonafini, Estela de Carlotto, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo también identifican a los argentinos.