Gao, Tombuctú, Mopti, Ségu, Kulikoro, Bamako son las ciudades que como cuentas de un rosario están a la vera del Río Níger cuando transcurre en la República de Mali. Tombuctú es la ciudad santa, Bamako es la capital. El 7 de Septiembre fue atacado el barco Tombuctú, que transportaba pasajeros y mercaderías entre el noreste y el sudeste del país, con el saldo de al menos 50 muertos, de los cuales 15 eran militares destinados a la protección de la nave. Fue hundido a cohetazos, en el marco de la guerra que sostiene Malí contra los separatistas tuareg por un lado y los fundamentalistas islámicos por otro. Son estos últimos los que reivindicaron la masacre.
Es que Malí, junto con Burkina Faso –la tierra de Thomas Sankara– Níger y Guinea Conakry –no sabemos aún Gabón– han protagonizado en los últimos años o en las últimas semanas levantamientos militares apoyados por el pueblo. Los gobernantes desplazados tienen en común la fuerte articulación con Francia, la potencia colonial, y en algunos casos una longevidad en el poder asombrosa, como la familia Bongo en Gabón, en el poder desde 1967: un claro ejemplo de democracia con división de poderes. O no.
Oro, plata, diamantes, petróleo, níquel, bauxita, cobre, plomo, manganeso, molibdeno, fosfato, zinc, carbón, hierro, estaño… son algunos de los recursos que estos países del Sahel tienen en sus territorios. Pero desde las independencias formales concedidas por Francia en los años ’60, la dominación política dejó paso a la explotación económica. Como dijo Omar Bongo: «Francia sin Gabón es un auto sin nafta, Gabón sin Francia es un auto sin conductor». Sobre la tierra más rica vive el pueblo más pobre, diría FORJA.
De allí que no sorprendan las declaraciones de Macron, cuando afirma que sin las intervenciones militares francesas contra el terrorismo islámico «no existirían ni Malí, ni Níger, ni Burkina Faso», países que han rechazado la presencia militar francesa. ¿Por eso recrudecen los ataques secesionistas/ fundamentalistas? ¿Quién los apoya y financia?
Ahora hay manifestaciones populares frente al cuartel que aún mantienen 1500 soldados franceses en Niamey, la capital de Níger. Este país está sometido a un bloqueo declarado por la Cedeao (Comunidad Económica de Estados de África Occidental). Macron apoya ese bloqueo, desconoce al gobierno actual y además prohibió a los artistas de Burkina Faso, Malí y Níger producirse en Francia. ¡Vaya censura!
El bloqueo es compartido por los Estados Unidos, que también tiene tropas en Níger. ¿Será que reemplazan a Francia en África? Ya lo hicieron en Indochina, un país que hoy es conocido como Vietnam.
La lectura de los diarios del Sahel permite avizorar la visión que tienen de sí mismos estos africanos. Según la prensa local, en esta semana llegó a Níger el tercer convoy de más de 300 camiones con subsistencias desde Burkina Faso y Malí. Esos dos países ya anunciaron que una intervención contra Níger será considerado como una declaración de guerra contra ellos. Son países musulmanes, cuyos referentes religiosos apelan primero a la ayuda de Alá, y luego reafirman su compromiso político, en particular contra los intentos secesionistas o las incursiones de los yidaistas.
En una mezcla de tradición y modernidad, aparece la formación y fortalecimiento del Estado-Nación: un diario burkinabé titula «Terminemos rápido y bien con la guerra (contra el fundamentalismo) para ocuparnos de otros asuntos». El otro asunto es el desarrollo, entendido como la distribución del ingreso y la construcción de la soberanía: un programa que bien podríamos adoptar. El sentimiento popular es anticolonialista, y algunos blanquitos deben sufrir cuando ven africanos jóvenes, mujeres y viejos que agitan banderas rusas. Es que los rusos zaristas, soviéticos y actuales jamás tiranizaron a ningún país africano, ni se mancharon con la trata de esclavos. Y así los chinos.
Por ello, el escenario africano es el que brinda la dimensión mundial a la guerra en curso. Al occidente colectivo le brotó un frente sur, cuya fortaleza reside en la solidez y dinámica que en el Sahel puede tener la articulación entre el clero, el ejército y el pueblo. De tal modo que si occidente interviene, bien puede ahogar en sangre las aspiraciones populares, con lo que quedará claro para toda África de qué lado hay que estar si quieren ser libres. Y si no intervienen, demostrarán que «todos los imperialismos son tigres de papel». No hay salida positiva esperable para occidente. En el medio del río, los pueblos que abandonaron la dependencia tratan de nadar hacia la liberación. Después de todo, Sahel quiere decir «orilla» en árabe. ¡Fuerza, hermanos! «