En los últimos años del franquismo tuvo su «primera reencarnación». Su heterónimo OPS era la excusa para limpiar los fondos de «toda la miseria que habían dejado esos casi 40 años». Fueron las primeras incursiones de Andrés Rábago, madrileño, pintor, dibujante, el viñetista más influyente de España desde su ventanita en el diario El País. Heredero consciente de Goya, en cada entrega, desde hace décadas como El Roto, impacta con una reflexión que asesta al lector un golpe a la mandíbula. Sus personajes no dejaron de ser un tanto oscuros, pero con la democracia ahora hablan. Y muestran la realidad, no la del inconsciente reprimido por la dictadura, una realidad que a veces no alcanzó a manifestarse. Por eso, alguien lo definió como «un avisador del fuego» que advierte de qué modo la sociedad se encamina a pequeños desastres cotidianos. Esos horrores goyescos se revelaron sobre todo en su visión de la crisis de 2008 en adelante y que terminó en uno de los 21 libros que lleva publicados.

«Lo que yo voy reflejando es lo que percibo en mi entorno, en el aire, lo que está ahí, tamizado con mi experiencia de los hechos», explica en su estudio del elegante barrio de Chamartin. Un 5° piso en un edificio con ascensor hasta al cuarto. Ese piso por escalera lo mantiene ágil, a sus 72 años.

-Lo que percibió es que la crisis no era algo que mágicamente ocurría.

-Ha sido una crisis inducida. Es la utilización de un fracaso del sistema para aprovechar aún más la implosión producida y atornillar aún más los privilegios obtenidos. No creo que sea algo que ha ocurrido sin más. El crack ha ocurrido porque inevitablemente el sistema es un fracaso, pero además se aprovechó no para mejorarlo sino para aumentar el control de la población y de los trabajadores. Para «ahormar» aún más a la población.

-¿Hay alguna esperanza?

-No creo que se salga porque es lo que se ha pretendido. Lo que habrá será a lo mejor soltar un poquito la cuerda, volver a tensarla y así.

-Uno diría que hay una mirada pesimista.

-Una mirada objetiva. El fracaso del sistema es evidente para todos, pero por alguna razón no hay una búsqueda o una sustitución de las piezas que están mal por otras que puedan mejorarlo. Es algo que me sorprende. No encuentro voluntad. Incluso pienso que hay una especie de abandono, como diciendo «es lo que hay». Asumimos como que no existe otra alternativa: eso me parece un suicidio colectivo.

-¿Cuál sería la alternativa? En América latina aún hay gobiernos que piensan que otro mundo es posible.

-Y otros que se vieron cercenados rápidamente. Las armas que usaron son financieras, además de las convencionales, que cuando hace falta también las usan. Lo que se está utilizando son instrumentos financieros que son instrumentos bélicos porque es para lo que se usan. Pero más allá de eso, lo que veo es una crisis humanística, de valores, incluso existencial. Hay una ausencia de alma, de espíritu en todo lo referente a la acción humana. Y trae como consecuencia la cosificación, la conversión en materia de todo cuanto tocamos. Un poco la historia del rey Midas, que ya ni siquiera es un rey ni se trata de oro. Lo convertimos todo en basura. La pérdida del sentido de lo sagrado de la vida está convirtiendo a todo en pura materia.


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-Parece una visión un tanto religiosa, mística.

-Yo creo que es espiritual sin más. Sino entraríamos en el territorio de las iglesias y el uso del espíritu-alma para sus propios fines. Lo dejaría en el territorio de lo que estamos perdiendo y que en el hombre es el alma.

¿Cuáles serían tus influencias a nivel espiritual?

-Soy una persona de cierta edad: tuve tiempo para leer muchísima literatura, filosofía, orientalistas, religiosas. Digamos que he visto un poco el espectro de lo que hay y he visto que todas confluyen en puntos que son comunes, al margen de divergencias que son más de estrategias. Ahora mismo nos encontramos sobre todo en Europa con dos grandes religiones, la cristiana con todas sus derivaciones y la musulmana. Me siento más cerca de la cristiana.

-¿Y tus influencias en el dibujo satírico?

-Para ver la mejor sátira tenemos que remontarnos a Goya. Creo que es el referente.

-Algunas de tus viñetas remiten a Goya, ciertamente.

-Ah, es que Goya es mucho, eh. Ahora en el Prado se hace una exposición por el bicentenario de su muerte y tengo la suerte de poder acompañar con una pequeña exposición de dibujos sobre él. Estudié su obra y es insuperable, no se ha hecho nada mejor. En España hemos tenido a Solana, un dibujante excepcional. En Europa, lo mejor que se ha hecho es la época entre las guerras europeas. La revista Simplicissimus (una semanal satírica alemana fundada por Albert Langen), los ingleses de la escuela de Hogarth, la escuela francesa con Daumier, los alemanes con (George) Grosz y toda la gente alrededor. Ahí se hizo la mejor sátira porque eran los mejores dibujantes.

-La época debió de influir.

-La época y la prensa en ese momento, que era muy potente y adecuada para la crítica social. Pero también era gente muy potente ¿no? «


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Viajero del tiempo

Una bota texana cubierta de una bandera de EE UU coronada con una peluca rubia y un texto simple: «Trump no es un accidente, es la síntesis». Siluetas sombrías en una lancha y un rostro atormentado que le explica al lector: «Huimos de las guerras, el caos y la ayuda humanitaria». Un hombre ante una copa de vino reflexiona: «Me gusta informarme para reforzar mis prejuicios». Una multitud abigarrada con una enorme bandera bajo un texto contundente: «Los jóvenes salieron a la calle y súbitamente todos los partidos envejecieron». Apenas un puñado de viñetas que ilustran distintos momentos y que algún día serán imprescindibles para comprender esta era. Como Ops, sus dibujos eran reflejo de horrores bien goyescos. Como artista plástico, su «tercera encarnación», conserva un estilo de viajero del tiempo que le toca vivir. Una estética que puede mantener y experimentar porque no necesita vivir de la pintura.

«No he querido nunca buscar el acomodo de lo que estaba vigente. No he penetrado en el mercado pero sí exponer en lugares estupendos, donde ver la obra bien expuesta y aprender de ello».

–Tu trabajo se parece a un largo viaje.

–Mi trabajo es la vida, no considero que haya trabajado nunca. He vivido y me he expresado de ese modo. Nunca he tenido la sensación de trabajar.