Las elecciones parlamentarias en Estados Unidos y generales en Brasil han cambiado la geopolítica en las Américas. Es lógico, dado que EE UU y Brasil son los países más importantes del continente.
En EE UU los candidatos fuertemente auspiciados por Donald Trump han sufrido derrotas. Paralelamente, los demócratas del presidente Joe Biden han perdido la cámara de representantes y Nancy Pelosi dejará de ser la tercera figura del gobierno norteamericano después de varios años de tener ese poder. Ambos acontecimientos tienen resonancias geopolíticas. Aunque Trump haya anunciado su aspiración para el 2024, su posible candidatura está más debilitada para las internas de su Partido Republicano.
La derrota demócrata en la cámara de representantes debilita las posiciones de Biden en el plano internacional. El apoyo a Taiwan, ejemplificado con la controvertida visita de Pelosi a la isla, su apoyo incondicional a Kiev y sus posiciones frente a la crisis energética para obtener ganancias a costa de la Unión Europea, serán objeto de debate en el segundo bienio de su mandato, con repercusiones en la anunciada postulación de Biden a la reelección.
La integración latinoamericana es el declarado objetivo fundamental de la política exterior de un líder excepcional como Lula da Silva. Emergió de la clase trabajadora de Sao Paulo, dirigente sindical, creador del Partido de los Trabajadores- Es un sutil negociador y resiliente opositor al ultraderechismo de Jair Bolsonaro de cuyo” juez de paja” Sergio Moro soportó una prisión de 600 días con la resiliencia con la cual Nelson Mandela soportó décadas de prisión en la Sudáfrica del apartheid.
Lula deberá lidiar con un mapa político latinoamericano convulso. En Argentina, su vecino más importante, el gobierno peronista tuvo éxitos en su lucha contra la pandemia y en la preservación de conquistas sociales alcanzadas durante décadas, pero no ha podido yugular la inflación que evapora los salarios e impide visibilizar la fuerte reactivación de la economía y el crecimiento del empleo y de la masa salarial. Esa inflación persistente es herencia del gigantesco endeudamiento de Mauricio Macri con el FMI, apadrinado por Trump, que buscaba inducir la reelección de Macri.
Y la debilidad del gobierno de Alberto Fernández ha sido no juzgar desde su inicio, moral y socialmente, al macrato, y aceptar cargar con la cruz de ese endeudamiento que su gobierno no adquirió, pero sí padece con los costos políticos que eso provoca.
El gobierno peronista enfrenta a una ultraderecha que ha saltado al magnicidio como etapa superior del lawfare contra la vicepresidenta Cristina Kirchner, con la complicidad del “Partido Judicial” que en Argentina funciona hoy como hace décadas en Centroamérica lo hacía el “partido militar”.
Sin integración no habrá desarrollo y sin paz no puede existir integración. Integración latinoamericana basada en el regionalismo abierto para significar algo importante en el enigmático mundo del siglo XXI, marcado por el fortalecimiento de un orden internacional multipolar.
La victoria de Lula ha estimulado la reinstauración de las negociaciones entre el gobierno y la oposición de Venezuela, en México, con resultados concretos en el acuerdo de recuperar los activos venezolanos congelados ilegalmente por EE UU y su patio trasero europeo. En Caracas se han reunido exitosamente el gobierno de Gustavo Petro y la guerrilla del E.L.N.
Lo más importante es que se han reestablecido las relaciones amistosas entre Venezuela y Colombia, relaciones que los expresidentes colombianos Álvaro Uribe Vélez e Iván Duque habían convertido en inamistosas y explosivas.
En México el gran aliado de Lula para la integración latinoamericana, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, ha cumplido 4 años gozando de estabilidad y con resonantes guarismos en las encuestas y gran capacidad de movilización popular.
México es excepcional en Latinoamérica. Posee una estabilidad institucional de más de un siglo, que es una mesa de cuatro patas. La primera es la institución presidencial, la segunda es el partido del presidente y sus correas de transmisión con las organizaciones sociales. La tercera y cuarta patas que sostienen la mesa de la estabilidad son la Secretaría de Defensa y la Secretaría de Marina, que nacieron con la revolución de 1910 y no con la independencia del siglo XIX.
López Obrador entiende perfectamente el entramado institucional de su país. Por ello en la manifestación gigantesca del pasado 27 de noviembre respondió a los gritos de los asistentes que pedían su reelección “yo soy maderista (Madero fue el iniciador de la revolución de 1910) que proclamó para siempre “sufragio libre, no reelección””
En la zona bolivariana de América del Sur, Lula tendrá que impulsar su proyecto integracionista bregando con la inestabilidad que se ha tornado crónica en el Perú. Y con la triste transformación de Ecuador en un narco Estado con rasgos de estado fallido. Como expresa el escritor brasileño Paulo Coelho, citando lo que el rey Melquiades dice al pastor Santiago, con palabras que parecen ser escritas para Lula da Silva: “ Cuando quieres alguna cosa, todo el universo conspira para que lo consigas”.