El título denota indignación ante la embestida política de una derecha inescrupulosa en Brasil, que con ropaje republicano avasalla la democracia e impone un gobierno antipopular y conservador. Instituir presidentes por fuera de la voluntad ciudadana es una práctica frecuente del PMDB-Partido del Movimiento Democrático Brasileño. Lo hizo con José Sarney en 1985; Itamar Franco en 1992; y ahora repite su proceder con la institución de Michel Temer, quien se ofende cuando le recriminan su golpismo, alegando institucionalidad constitucional. Cabe recordar que Goulart también fue destituido por el Parlamento, lugar que sigue colonizado por coroneles parroquiales que están lejos de representar al pueblo.
Y el nuevo Brasil es de temer porque no viene a desterrar la corrupción son parte de ella sino a indultarla para instalar no sólo un ajuste económico sino una reaccionaria reforma conservadora, que comenzó con la exclusión de mujeres del gabinete y la desarticulación de las Secretarías Especiales (Mujer, Igualdad Racial y Derechos Humanos), y ahora van las conquistas sociales como el sistema jubilatorio como parte de los recortes presupuestarios, y por los derechos laborales, para dar salarios bajos a empresarios, sumándoles la entrega de empresas a privatizar, donde la más cotizada es Petrobras.
Y para no ser tildados de desalmados, Temer dará un programa de asistencia social a su treintañera esposa Marcela, para brindar atención a los 15 millones de niños del Bolsa Familia, que comenzará con un plan piloto en Boa Vista, Arapiraca y Pelotas con unos suculentos 300 millones de reales.
Con estas medidas, Michel Temer buscará respaldo ante las potencias del escenario internacional con su participación en el G20, en China, para tratar de sobrellevar las acusaciones de golpe de Estado de países vecinos de América Latina, sobre todo gobiernos de izquierda como Ecuador, Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela, o del prudente silencio de otros, así como el planteo de ilegitimidad realizado por Uruguay.
Por delante,además de enfrentar las movilizaciones en su contra, deberá afrontar un test electoral en las municipales del 2 de octubre, que serán el termómetro de legitimidad del gobierno, donde el PMDB intentará mostrar su peso territorial y afilará sus uñas parroquiales a fin de consolidar su peso político, acompañado por el respaldo del poder fáctico de los grupos económicos concentrados, los medios y la red evangélica.
Aunque todo será un vaso de agua en el desierto si no logra sortear la crisis económica, que a la contracción del 3,8% del año pasado, se le suma la caída del 3,2% de este, junto con una inflación que superó el 10%, y acompañado de un desempleo que suma 11 millones de brasileños con una tasa en aumento.
Para colmo de males, una economía que hace años recibe una suerte de «lexotanil neoclásico» seguirá su rumbo ortodoxo bajo presión del PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña), principal aliado que se postula como garante del ajuste del temido gobierno de Temer.