Si alguien esperaba que Donald Trump moderase sus formas a medida que se acerca el día en que asumirá como nuevo presidente de los Estados Unidos, hoy puede considerarse definitivamente equivocado. Al menos en lo que hace a la tan promocionada política de mano dura con los inmigrantes de la que el republicano hizo alarde durante toda la campaña electoral y que fue, según los analistas, una de las claves que le permitió su llegada a la Casa Blanca.
En la conferencia de prensa brindada hoy en Nueva York, Trump hasta se enojó cuando un periodista le sugirió si no convendría repensar la posibilidad de construir un muro que separe la frontera de su país con México. Podría esperar un año o un año y medio hasta que concluyan las negociaciones con México que comenzarán de inmediato en cuanto asuma la presidencia, pero no quiero esperar. Y confirmo además que será un muro y no una valla. ¡Y que voy a mandarlo a construir ya mismo!, vociferó el empresario.
Ya envalentonado, Trump siguió en tono desafiante: También quiero aclarar que más allá de que nuestro presupuesto incluya una partida especial de dinero para empezar la construcción del muro, el costo final no saldrá de los bolsillos de los contribuyentes estadounidenses. Como prometí hace varios meses, México, de una manera u otra, más temprano que tarde, va a terminar rembolsando el costo del muro. Será mediante un impuesto, será simplemente a través de un pago, pero que será, será, confirmó el sucesor de Obama.
Para terminar, con sonrisa socarrona y tono más bajo, dejó una frase de protocolo: Respeto tantísimo al pueblo mexicano, que es realmente fantástico y no tiene la culpa de haberse aprovechado de los errores de los Estados Unidos. Somos nosotros quienes nunca debimos permitir semejante cosa y eso no sucederá nunca más.