La decisión del presidente Nicolás Maduro de abandonar la OEA es una medida política internacional que responde a los intentos golpistas de Luis Almagro y sus aliados reaccionarios del continente. Venezuela, al salir de la OEA, ratifica su soberanía y dignidad nacional. La decisión tomada ha recibido la solidaridad de distintos organismos internacionales y movimientos sociales y políticos como el ALBA, el Parlamento Centroamericano y los gobiernos de Rusia, China y Bolivia, entre otros, que consideran legítimo defender sus derechos como nación soberana y democrática.

Con esta decisión Venezuela ha jugado tomando nuevamente la iniciativa. Primero denunciando y ridiculizando al títere de Almagro y ahora intentando deslegitimar a esta organización por su accionar antidemocrático. Si algún error táctico tuvo Hugo Chávez en su política continental fue no haber enterrado a la OEA como lo hizo con el ALCA en Mar del Plata. Cuando la correlación de fuerzas era mayoritariamente contraria a la OEA, Chávez no motorizó la salida para no romper el consenso con países como Argentina, Brasil y Uruguay, que querían mantener un vínculo, aunque fuera formal y de apariencias. Lo mismo paso con la Cumbre Iberoamericana presidida por el Rey mata elefantes. Durante los años de protagonismo de Hugo Chávez liderando la construcción de la Patria Grande se habían dado las condiciones para que Venezuela, Ecuador y Bolivia dieran por finalizado este ente que nació al servicio de los EE UU y que le realizó el trabajo sucio en el continente. Y Chávez lo tenía muy claro. «¿Para que sirve la OEA?, no es solo que no sirve para nada. No. Es que le sirve a los intereses del imperio, a los intereses hegemónicos del capitalismo mundial en este continente», decía. Chávez recordaba la definición de Fidel Castro que el Che Guevara denunció ante la ONU en 1964, que el organismo funcionaba como el «Ministerio de las colonias norteamericanas».

La efectivización de la salida venezolana puede acarrear seguramente que países como Bolivia y Ecuador, por solidaridad y pensando en su propio futuro, sigan el camino del gobierno Bolivariano. Ya el gobierno de Correa lo insinuó en varias oportunidades, inclusive señalando la necesidad de abandonar entes estatales del continente americano relacionados con los Derechos Humanos o la comunicación.

Es de esperar a la vez que Almagro se vea envuelto tarde o temprano en una profunda crisis de legitimidad democrática pasando a la historia como un lacayo del imperio.

*Desde Venezuela.