Jair Bolsonaro hizo de todo para echar a su ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta. Hacía semanas que venían chocando por la forma en que el presidente quería enfrentar al Covid-19. Es decir, por la adecuación del Brasil a las recomendaciones de la OMS. Bolsonaro, ex capitán del Ejército, privilegia la actividad económica y que caiga quien caiga, porque total, «de algo hay que morir». Mandetta, médico ortopedista y ex teniente de la misma arma, coincide con los gobernadores de 25 de los 27 estados en una cuarentena estricta para evitar el contagio masivo en un país que ya tiene más de 12.000 enfermos de coronavirus y cerca de 600 muertos. (ver acá)
Este lunes todo indicaba que el mandatario iba a matar o morir. No ocurrió nada de eso. Lo que si, ahora queda más claro que Bolsonaro queda como una “Reina Loca”, con el oropel del cargo pero sin mando de tropa: los militares que gobiernan en realidad al gigante latinoamericano lo obligaron a recular.
Desde temprano, los troles en las redes sociales atronaron con todo tipo de acusaciones y denuestos contra Mandetta. Con una aprobación del 76%, el ministro es visto por Bolsonaro -y sobre todo por sus tres hijos, los “estrategas” de su imagen- como una competencia incómoda.
Ciertamente, no es de buena práctica política que constantemente el jefe del Ejecutivo desmienta a un ministro y era obvio que en algún momento la cuestión debía dirimirse para no continuar generando contradicciones en un tema tan delicado como la salud en medio de una pandemia.
A mediodía Bolsonaro llamó a una reunión de gabinete a la que no fue invitado Mandetta. Si acudieron el diputado Osmar Terra y la médica Nise Yamaguchi, una inmunóloga que dirige el Instituto de Avances en Medicina y llegó al corazón de los bolsonaristas porque es de las que aconseja aplicar cloroquina como remedio para el coronavirus. También asistió el director de la Agencia nAcional de Vigilancia Sanitaria (Avinsa) Antonio Barra Torres.
De la reunión quedó claro, para los analistas, que Mandetta estaba fuera del juego, como venía diciendo el presidente en las horas previas. “No me va a temblar el pulso para usar el bolígrafo”, amenazó, para expresar que estaba decidido a firmar la exoneración del titular de Salud.
Era tal el clima que salía del despacho del Palacio del Planalto que O Globo publicó que el nuevo ministro estaría entre Terra y Yamaguchi. El propio Terra se peinó para la foto y en un intento de hacer lobby, llamó a algunos gobernadores para anunciarles la nueva.
A la cabeza de un equipo de trols contra Mandetta, señala un artículo de la revista Forum, estuvo el empresario Winston Ling, de origen chino, un inversor nacido en Río Grande do Sul que vive en Hong Kong, donde se dedica a la importación de productos brasileños en el gigante asiático.
Desde una red de whatsapp se diseminó la falsa información de que Mandetta estaba detrás de una operación para desestabilizar a Bolsonaro junto a los presidentes de ambas Cámaras, Rodrigo Maia y Davi Alcolumbre, y el gobernador del estado de Goiás, Ronaldo Caiado.
El mapeo de los ataques, publicó Folha de Sao Paulo, fue hecho por la Directoría de Análisis de Políticas Públicas de la Fundación Getulio Vargas y apunta al millonario afincado en Hong Kong. Ling, más allá de una afinidad consistente por Bolsonaro desde antes de que ganara la elección, también necesita que la actividad económica no se detenga porque vive de las exportaciones de Brasil a China. Y también propone aplicar cloroquina para combatir el Covid-19.
El caso es que cuando Mandetta ya estaba por vaciar los cajones de su escritorio, los militares que verdaderamente ahora están a cargo de la gestión federal convocaron a una reunión por la tarde de la que participaron Bolsonaro; el ministro de Salud; el jefe de la Casa Civil, general Walter Braga Netto; y el secretario de Gobierno, el general Luiz Eduardo Ramos.
A la salida se informó que Mandetta seguía en funciones. La versión edulcorada del encuentro fue que los uniformados “convencieron” al presidente -a la sazón un militar nunca deja de serlo y en el escalafón él es simplemente un capitán retirado- de la continuidad de Mandetta.
Los medios entonces catalogaron a la situación de Bolsonaro como la de la Reina Loca. Un impiadoso recuerdo de Juana de Castilla, hija de Isabel y Fernando, los reyes católicos, casada por conveniencia con Felipe de Habsburgo a los 17 años y viuda a los 26. Impedida de ser reina por acuerdos de varones a sus espaldas, fue encerrada en el Palacio de Tordesillas como insana y en su lugar gobernó Carlos de Habsburgo, su primer hijo varón. La primogénita, Leonor, casada con Manuel I, de la Casa de Avis, fue Reina de Portugal hasta la muerte de su esposo.
Habrá que ver cómo sigue esta historia. Seguramente a Bolsonaro no lo encerrarán en un palacio, aunque para muchos es un insano. Y tampoco se quedará callado, de modo que esta historia todavía tiene mucha tela para cortar.