Las grandes empresas tecnológicas que en apenas unas décadas pasaron a dominar aspectos esenciales de la vida humana, se expresan en estos tiempos del presente como las dueñas del futuro y, en tal sentido, desarrollan un relato que sólo habla del nuevo paraíso de los años por venir. Mientras, para garantizar que los sueños encuentren hospedaje en la antigua morada de Adán y Eva, gigantes como Google, Meta, Amazon o Microsoft, consumen enormes volúmenes de agua potable y energía. Los necesitan para hacer funcionar los centros de datos que, a su vez, están destinados a satisfacer las necesidades informáticas de los polos industriales dominantes. Son baterías de servidores y computadoras que, sólo para ser, necesitan estar en acción las 24 horas del día durante los 365 días del año.
Google, abanderada en el montaje de los híper centros de datos, ha mantenido la política de ocultar la información referida al consumo de agua. Lo define como “secreto empresarial” y pasa por alto que ante sus obscenas necesidades, sus centros generan desechos de difícil tratamiento, provocan una serie de impactos ambientales y son emisores de gases de efecto invernadero. La empresa y aquellas tres de sus pares fueron denunciadas en las últimas semanas por el Grupo ETC, un instituto de raíz canadiense que se ocupa de monitorear el impacto que tienen las nuevas tecnologías y las estrategias corporativas sobre la biodiversidad, la agricultura y los derechos humanos.
Todo ese cóctel de daños que la llevó a cosechar demandas judiciales de distinto origen y acciones de rechazo popular en los países elegidos para establecerse, puso a Google contra la pared y la obligó a admitir que sólo en 2022 tuvo un consumo global de 21,2 millones de litros de agua, tanto como lo que requieren 150 millones de personas.
Para ellos no hay crisis
La situación detonó en Uruguay, cuando en medio de una crisis hídrica que condujo a que los habitantes de Montevideo y el área metropolitana fueran llevados a consumir lo que el gobierno de Luis Lacalle llamó “agua bebible” –con índices de sodio y cloruro mayores a los admitidos para calificar al elemento como “agua potable”–, Google anunció que iniciaría el montaje de un mega centro de datos desde el cual atenderá la demanda informática regional.
En ese contexto de escasez, Google se vio obligada a informar que la planta que erigirá en el Parque de las Ciencias –en el departamento de Canelones, limítrofe con Montevideo–, demandará 7,6 millones de litros de agua por día. Equivalen a lo necesario para abastecer a 55.000 seres humanos. Cuando destapó la olla de los secretos también se supo que en The Dalles, estado norteamericano de Oregón (en el oeste), Google instaló silenciosamente un híper centro que consume más del 25% del agua potable de la ciudad. El estudio de ETC cita una investigación del Instituto Politécnico Virginia Technologies para señalar que los centros de datos están entre las diez industrias que más agua consumen en Estados Unidos, además de ser una de las más grandes usuarias de energía de la superpotencia (2%).
Uruguay, The Dalles y la imprecisa información sobre el consumo global se enmarcan en un mapa mayor. En América Latina, donde Argentina, Brasil y México ya tienen sus centros de datos, Chile también está bajo la lupa de Google, que por ahora ve frenados sus planes ante la resistencia de grupos vecinales de Cerrillos y Quilicura, en la periferia de Santiago, la capital.
Es en Países Bajos, sin embargo, donde las movilizaciones populares probaron que “en la calle, codo a codo”, diría Mario Benedetti, todo es posible. Allí, los habitantes de la comunidad agrícola de Zeewolde, mantienen congelado, por ahora, un proyecto con el que Google pretende activar 5.000 servidores para satisfacer a decenas de millones de usuarios europeos de Facebook, Instagram y WhatsApp.
La muralla
Mientras los gigantes y sus centros agrandan sus negocios achicando las condiciones de vida, el Panel sobre Cambio Climático de la ONU recuerda que la mitad de la población mundial sufre “escasez grave de agua”. Y el Pacific Institute reseña que la lucha por el control y el acceso a los recursos hídricos provocó 1.057 enfrentamientos en los primeros 22 años del milenio. La organización que se ocupa de analizar la situación del agua en el mundo, precisa que sólo en los dos últimos años se constataron 202 conflictos. Ninguno de ellos fue catalogado como una guerra formal.
Los investigadores independientes que denuncian la ceguera de las burocracias nacionales y globales, creen que a falta de soluciones se debe levantar una muralla para detener acciones como las de Google y los gigantes informáticos. El agua, dicen, un recurso renovable, el complejo químico más abundante en los cuerpos vivos, la dueña del 70% de las áreas del planeta, aunque teóricamente incolora, inodora e insípida, como enseñaban en la escuela, podría ser el elemento que dé el color, el olor y el amargo sabor a las guerras del futuro.
Hace tres décadas, en 1992, en “El hombre y el agua” Joan Manuel Serrat invocaba al “agua que estás en los cielos como en la tierra”, para hablarle al Hombre en aquellos años en los que, sin Google y otros depredadores, recién se mencionaba la posibilidad de las guerras por el agua. Y, casi en tono de súplica, decía: “Cuídala como cuida ella de ti”.
Inteligencia artificial
Amazon, Anthropic, Google, Inflection, Meta, Microsoft y OpenAI aceptaron voluntariamente una serie de compromisos en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) para que sea más “segura y transparente”. Las siete grandes empresas tecnológicas que están a la vanguardia de esta tecnología, se comprometieron a trabajar en particular en sistemas de marcado de contenidos creados con IA con el fin de reducir los riesgos de fraude y desinformación.
En especial, prometieron probar sus programas informáticos interna y externamente antes de su lanzamiento, invertir en ciberseguridad y compartir las informaciones pertinentes sobre sus herramientas con autoridades e investigadores, incluidas posibles fallas. Además, deberán “desarrollar técnicas sólidas para asegurar que los usuarios sepan cuándo los contenidos fueron generados por IA, como un sistema de marca de agua”. para que se reduzcan”los peligros relacionados con fraudes o engaños”.