El gobierno de Sri Lanka decretó el lunes el estado de emergencia a partir de medianoche después de haber atribuido a un movimiento islamista local, el National Thowheet Jama’ath (NTJ), la autoría de la ola de atentados suicidas de la víspera, cuyo balance se eleva a 290 muertos.
En unas horas el domingo de Pascua, una serie de atentados con bomba coordinados sembraron el horror en hoteles e iglesias que oficiaban misa en varios lugares de la isla del sudeste asiático, que no había conocido tanta violencia desde el fin de la guerra civil hace diez años.
Aunque los ataques aún no han sido reivindicados, la presidencia decretó el estado de emergencia a partir del lunes a medianoche (18H30 GMT) en aras de la «seguridad pública».
El portavoz del gobierno, que señaló al grupo NJT, indicó que no entendía «cómo una pequeña organización en este país puede hacer todo eso».
«Estamos investigando sobre una posible ayuda extranjera y sus otros vínculos, cómo forman kamikazes, cómo han producido estas bombas», agregó.
El NJT se dio a conocer el año pasado por actos de vandalismo contra estatuas búdicas. Igualmente, hace diez días los servicios de policía fueron alertados de que el grupo preparaba atentados suicidas contra iglesias y la embajada de India en Colombo.
Las autoridades esrilanquesas anunciaron por el momento la detención de 24 personas, sobre las cuales no se dio ningún detalle.
El presidente Maithripala Sirisena presidió el lunes un consejo de seguridad a su regreso del extranjero a este país de 21 millones de habitantes.
– Escenas de desolación –
El balance oficial de la tragedia se elevó el lunes por la mañana a 290 muertos y 500 heridos.
La cantidad exacta de extranjeros muertos «es difícil de determinar. Unos 37 murieron, de los cuales 11 ya fueron identificados», indicaron las autoridades.
Indios, portugueses, turcos, británicos y estadounidenses figuran entre las nacionalidades de las víctimas.
El lunes por la mañana, en la morgue de Colombo se vivieron escenas de desolación. «La situación no tiene precedentes», apuntaba un responsable que guardó el anonimato. «Pedimos a los familiares proporcionar el ADN para ayudar a identificar algunos cuerpos» demasiado mutilados.
Una mujer cuyo hermano mayor murió con sus tres hijos, rompió a llorar al identificarlos uno a uno en una pantalla. El más joven de sus sobrinos era «un bebé tan bello, solo tenía ocho meses […] ¿Qué ha hecho para merecer esto?».
Dilip Fernando, un católico de Negombo, ciudad situada a unos 30 km al norte de Colombo, estaba delante de la iglesia San Sebastián, a la cual el domingo no entró porque estaba repleta, salvándose por poco de la matanza provocada por un atentado suicida.
«Si esta mañana la iglesia estuviera abierta habría entrado. No tenemos miedo. No dejaremos ganar a los terroristas. ¡Nunca! Seguiré yendo a la iglesia», declaró a la AFP.
Decenas de pares de zapatos pertenecientes a las víctimas se encontraban en el suelo delante del edificio.
En el interior, las tejas caídas del tejado se mezclaban con los escombros. Las paredes y las estatuas religiosas estaban llenas de esquirlas.
En las calles del país, la vida volvió a su curso. La gente comenzó a salir de sus hogares para ir al trabajo y las calles se llenaron de automóviles, motos o tuk-tuk, los típicos triciclos motorizados del sudeste asiático.
– Ataques casi simultáneos –
El domingo por la mañana se registraron seis explosiones en un corto lapso y por la tarde dos más en Sri Lanka, destino turístico muy apreciado por sus playas idílicas y su naturaleza salvaje.
En la capital, tres hoteles de lujo ubicados en la costa -el Cinnamon Grand Hotel, el Shangri La y el Kingsbury- y la iglesia de San Antonio fueron atacados el domingo casi simultáneamente a partir de las 08H30-09H00 locales (03H00-03H30 GMT).
También estallaron bombas en la iglesia San Sebastián de Negombo y en otra de la ciudad de Batticaloa, situada en la costa oriental de la isla.
Unas horas después se produjeron dos nuevas explosiones, la primera en el hotel Dehiwala, en un suburbio de Colombo, y la segunda en Orugodawatta, en el norte de la capital, donde un kamikaze se hizo estallar durante una operación policial.
El domingo por la noche, una bomba de fabricación casera fue descubierta y desactivada en la carretera que lleva al aeropuerto de Colombo, fuertemente custodiado.
El lunes, la policía de Sri Lanka indicó que había hallado 87 detonadores en una estación de autobuses en Bastian Mawatha de Pettah, un barrio de la capital situado a medio camino de los hoteles e iglesias donde ocurrieron las explosiones.
Poco después, se produjo una explosión en la capital durante una operación de desactivación de una bomba en una camioneta aparcada cerca de una de las iglesias atacadas la víspera, según la policía. Por el momento no se sabe si hay víctimas.
Desde el Vaticano a Estados Unidos, pasando por India, el mundo condenó unánimemente los atentados.
Unos 1,2 millones de católicos viven en Sri Lanka, un país de 21 millón de habitantes, en el cual los cristianos representan alrededor del 7% de la población, mayoritariamente budista (70%). El país cuenta también con 12% de hinduistas y 10% de musulmanes.
Las embajadas extranjeras en Sri Lanka recomendaron a sus ciudadanos evitar cualquier viaje si no era imperativo. Estados Unidos dijo que «grupos terroristas siguen planificando posibles ataques» en Sri Lanka, en sus recomendaciones de viaje a este país.