El Covid-19 le sirvió al gobierno de Sebastián Piñera para morigerar el rechazo al modelo de exclusión iniciado con la dictadura pinochetista y que había generado desde octubre masivas protestas callejeras y violentas represiones. Todo debería haber culminado en abril con un referéndum para reformar la constitución impuesta por la dictadura. Pero la pandemia permitió patear la pelota para adelante. En ese clima, la estrategia de tinte neoliberal mantenida en el país trasandino para combatir el coronavirus era puesto como ejemplo en los medios conservadores de la región: no era una apuesta de cuarentena estricta como la de Argentina pero tampoco el desbarajuste brasileño generado por Jair Bolsonaro. Repentinamente, todo volvió a la conflictiva realidad: el crecimiento explosivo de casos y muertes de las últimas semanas muestra los errores, la población más vulnerable no tiene como sobrevivir sin ingresos ante una caída económica y como solución, las autoridades volvieron a reprimir con violencia.
Desde el inicio de la pandemia, el “modelo chileno” mostró su perfil. No hubo un cierre de la actividad estricto y el aumento de casos registrados fue presentado como una virtud. Si había más contagiados, como mostraba en alguna intervención del presidente argentino, era porque del otro lado de la cordillera se hacían mes testeos que de este lado no.
El ministro de salud chileno, Jaime Mañalich, hombre de pocas pulgas y lengua filosa, fue blanco de criticas de la oposición chilena por el modo en que al principio ninguneó al virus y luego porque se decidió un conteo de muertes que da lugar a la sospecha: a diferencia de la recomendación de la OMS, no sumaron como víctimas de Covid-19 a personas que no tenían diagnóstico del contagio. Así, se lo podía computar como muerte por neumonía o incluso, paro cardiorrespiratorio.
Pero en estos días los números se dispararon de un modo alarmante. A esta altura, los contagiados suman cerca de 50.000 personas y los muertos están llegando a los 500. Para un país de algo menos de 19 millones de habitantes, eso da 26 muertos por millón de habitantes. Muy lejos de los índices astronómicos de Bélgica, Italia o España. Incluso de los preocupantes valores que muestra Brasil. Pero si había una discrepancia con el modelo argentino para la crisis sanitaria, esto debería clausurar toda discusión. Nuestro país tenía a este martes algo más de 8000 contagios y menos de 400 muertos. A razón de 8,5 muertos por millón de habitantes.
Fue en este contexto que este viernes el gobierno decretó una cuarentena total en la capital chilena, el foco central de los contagios. Algo esperable en términos médicos, por la cantidad de población que vive y circula por Santiago para realizar sus actividades cotidianas.
Este lunes, se registraron protestas en la comuna El Bosque, al sur de la ciudad. «Tenemos hambre», «necesitamos trabajar”, “pedimos que llegue algo de ayuda», gritaban los manifestantes. En una entrevista televisiva, el alcalde de esa localidad, Sadi Melo, pidió agilizar la entrega de canastas de alimentos prometidas por el primer mandatario.
«Llevamos muchas semanas en cuarentena, desde antes que la decretara el presidente porque sabemos que no tenemos camas en nuestros hospitales del sur de Santiago», dijo a radio Cooperativa Claudia Pizarro, alcaldesa de La Pintana, un sector popular del Gran Santiago.
«El hambre se está viendo desde hace varias semanas. Cada día la gente está organizando más ollas comunes (populares) y la gente viene, no como antes que era un comedor, ahora vienen a buscar comida para llevarla a la casa», agregó Pizarro, según refleja un cable de AFP.
En un discurso a la nación, Piñera había dicho el domingo que se distribuirían canastas de alimentos a los más pobres, pero no explicó de qué modo lo harían ni a qué sectores incluiría en esa ayuda.
Hace un mes también había prometido un bono por el equivalente a 317 dólares para poco más de 4 millones de chilenos, pero la mayoría asegura que no recibió nada.
La respuesta de este lunes, sin embargo, no fue monetaria ni en bolsones de comida sino con camiones hidrantes y gases. «No es por la cuarentena, es ayuda, alimento, eso es lo que está pidiendo la gente en estos momentos», dijo a AFP, Verónica Abarca, una vecina de El Bosque.
El registro indica 21 personas detenidas. «Pese a haber advertido previamente mediante, personal de Control de Orden Público debió dispersar la aglomeración de personas en El Bosque, ante actos violentos y por superar el máximo permitido por autoridad sanitaria, poniendo en riesgo la salud de los vecinos», informó Carabineros, que volvió a su práctica habitual de impedir las protestas con violencia.
La situación en Chile es de tal envergadura que cuatro ministros del gabinete nacional y un secretario están en cuarentena preventiva por haber tenido contacto con alguno de los tres senadores enfermos de coronavirus. El viernes se había informado que Rabindranath Quinteros, del Partido Socialista, era el primer parlamentario contagiado. Luego se supo de otros dos legisladores con diagnóstico positivo.