“El Alto de pie, nunca de rodillas”, gritan los vecinos de la ciudad que mira desde las alturas la hoyada paceña. Este martes son miles los que marchan hasta el centro de La Paz mientras agitan  wiphalas multicolores y pancartas que condenan el golpe de Estado. El Alto es una ciudad combativa. Su leyenda joven de luchas y resistencias ha quedado tatuada en las tres últimas décadas de historia boliviana. Como en 2003, cuando se desató, sangrienta, la Guerra del Gas y miles de pobladores de El Alto hicieron renunciar al agringado Gonzalo Sánchez de Lozada, aquel presidente neoliberal que hablaba un castellano de turista estadounidense. Y así se gestó la llegada al poder de Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia. “El Alto de pie, nunca de rodillas”, es el grito de guerra de toda una generación de migrantes rurales que habitan la ciudad más pobre y poblada del Altiplano y capital aymara del mundo.

Antes de su arribo a la capital política del país, las juntas vecinales de El Alto realizaron un cabildo abierto multitudinario. Sin dudas, este encuentro marcó la irrupción de las bases alteñas como actores clave en el  panorama político y social que atraviesa Bolivia. Un foco de resistencia ante el Golpe de Estado. Del Cabildo surgieron varias demandas: la unidad de todos los sectores sociales de la ciudad y del ámbito nacional para resolver el vacío de poder, un inmediato desagravio hacia la wiphala –emblema “sagrado y nacional”-, garantizar la sesión de la Asamblea nacional. Además, solicitan la renuncia inmediata de la autoproclamada presidenta provisional Jeanine Añez. Otra de las conclusiones del Cabildo es que un representante de El Alto asuma el Ejecutivo de modo interino. También repudian al ex candidato presidencial Carlos Mesa y al líder de los Comités Cívicos de Santa Cruz de la Sierra, Fernando “Macho” Camacho. Exigen a la policía y militares que defiendan al pueblo y no a “la oligarquía racista”.

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(Foto: AFP)


“Soldado boliviano, únete a tu hermano”, cantan los alteños a pocas cuadras de la plaza Murillo, centro político del país y centro histórico de la ciudad de La Paz, justo frente a los retenes militares que impiden a los marchistas acercarse adonde Añez acaba de autoproclamarse, sin quórum, presidenta.

La noticia no es bien recibida por los alteños. Para los próximos días se anticipa un escenario convulsionado. La Central Obrera Boliviana (COB), aunque dividida, amenaza con decretar una huelga general. Los alteños prometen reeditar el cerco a La Paz –metodología de resistencia popular que se remonta a la rebelión de Tupac Katari a finales del siglo XVIII y que fue puesta en práctica durante la Guerra del Gas-. No hay dudas, El Alto se pone de pie.