Finalmente, cuando se habían escrutado el 97% de los sufragios, el Tribunal Supremo Electoral (TSE), el órgano encargado de verificar la transparencia de los comicios en Brasil, confirmó que matemáticamente era imposible modificar el resultado y habrá un balotaje entre el actual presidente Jair Bolsonaro y el challenger, Lula da Silva, el 30 de octubre. A cuatro años de esa otra que el juez Sergio Moro se encargó de bloquear encarcelando al líder del PT.
Contra los pronósticos de la mayoría de las encuestadoras, que volvieron a fallar como lo vienen haciendo en casi todo el mundo, el excapitán del Ejército brasileño tiene un caudal de votos propios realmente impactante, más de 50 millones de ciudadanos habilitados. Lo mismo podría decirse del dos veces presidente, que superó los 55 millones, con lo cual esta segunda vuelta tendrá un toque de incertidumbre importante hasta el último domingo del mes.
Por lo pronto, habrá que ver como toma el actual ocupante del Palacio del Planalto este resultado. Había adelantado que si no ganaba con 60% es porque le habían hecho fraude. Intentó por todos los medios cambiar el sistema de votación electrónico, cuestionó al TSE y, para peor, tiene un núcleo duro de seguidores que no duda en recurrir a la violencia con tal de llevar a cabo sus propósitos.
Sus hijos son los primeros en esa lista de personajes iracundos. Al cierre de esta edición, ninguno de ellos había recurrido a su cuenta de Twitter, una de las armas de mayor filo que suelen utilizar, para poder prever si reconocerán el resultado o habrá más amenazas como las que fueron desplegando desde que la ultraderecha está en el gobierno.
El balotaje será inédito también porque la diferencia entre los dos casi exclusivos contendientes es la menor desde que el sistema fue instaurado en ese país: apenas cuatro puntos. El escenario de polarización deja afuera a contendientes relegados a espacios ni siquiera testimoniales. Ciro Gomes quedó en cuarto lugar, con poquito más de 3% de apoyos, certificando que los votantes que alguna vez lo siguieron se corrieron hacia un voto útil, quizás más cercano a Bolsonaro que a Lula, pero habrá que ver. Simone Tebet, en tercer lugar y representando una suerte de “avenida del medio”, es toda una incógnita. En todo caso, su paso por las urnas atestigua que no hay espacio para quedar en el medio, al menos por el momento. Los otros ocho candidatos apenas superan el 1% del electorado.
Un punto aparte para las encuestadoras. El pronóstico de que Lula podría ganar en primera vuelta era casi más un deseo que una certeza, pero salvo una de ellas, Atlas, que le dio 41% de intención a Bolsonaro, estuvo cerca. El margen para las otras fue desde el 36% al 31% para el actual mandatario. Estuvieron más cerca, si, en relación a los votos para Lula
Eso y que los primeros cómputos eran de las regiones donde el bolsonarismo -o mejor dicho en “antilulismo”- es mayor, hicieron pensar que sería un triunfo incluso en primera ronda para el exmilitar. Finalmente, como alguien pudo deslizar en broma, haciendo analogías locales, llegaron los votos de “A Matança” -Nordeste brasileño y el exmetalúrgico pasó al frente.
El 30 de octubre, tres días después de cumplir los 77 años, Lula enfrentará a Bolsonaro. Ahora si, será la gran final que en 2018 un juez -devenido luedo en ministro del presidente Bolsonaro- y un fiscal rabiosamente conservadores impidieron. La gran final en que se juega buena parte del futuro de Brasil y de la región. Una gran final con sabor a revancha pero nada fácil para Da Silva.