Este fin de semana se desarrollan en Beijing dos plenarios donde se debatirán las políticas públicas para el año 2023 en el marco de la más alta exposición de China como potencia desde la creación de la República Popular, en 1949. Es así que mientras más de 3000 representantes de todas las regiones de este extenso y superpoblado país analizan medidas en cuestiones económicas, militares y estratégicas, desde Estados Unidos intensifican las acciones para colocar al gigante asiático cada vez más cerca de tener que subirse definitivamente al ring.
La semana pasada, en el aniversario de la guerra en Ucrania, el gobierno chino presentó un plan de paz de 12 puntos que fue prontamente rechazado por la Casa Blanca y la Otan. Aceptado con reservas por Moscú, el plan abrió las puertas a una invitación del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, para que su par Xi Jinping visite Kiev y escuche sus demandas. Con esa propuesta, China avisa que está lista para estar en la gran mesa donde sin dudas se deberá discutir el diseño del mundo, en el que pugna para que ya no sea unipolar, por cierto.
Desde el otro rincón, el embajador estadounidense en China, Nicholas Burns se trenzó en un encuentro virtual con su colega ante el gobierno de Israel, Tom Nides, y la belicosa subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, invitados por la Cámara de Comercio de EE UU, donde charlaron sobre el estado del mundo. «Desde mi perspectiva, sentado aquí en China mirando hacia el Indo-Pacífico, nuestra posición estadounidense es más fuerte que hace cinco o diez años”, dijo Burns, “y creo que los chinos ahora entienden que Estados Unidos se queda en esta región; somos el líder en esta región de muchas maneras”, agregó, desafiante.
Algo más al sur, en Nueva Delhi, el jefe de la diplomacia de EE UU, Antony Blinken, tuvo un áspero cruce con su par ruso, Sergei Lavrov, en el que afirma haberle exigido el retiro de las tropas de Ucrania, con resultado obviamente adverso. Esa cumbre mostró como están las cosas a nivel internacional, según la mirada del alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Josep Borrel. “El G20 tiene un rol específico que jugar, pero ya no es un foro económico, se ha convertido en un foro geopolítico”, admitió.
La ofensiva de la Casa Blanca contra China se extiende no solo al gobierno propiamente dicho sino a terceros países que tienen relaciones comerciales y políticas con el gigante asiático. Así, la congresista cubano-estadounidense María Elvira Salazar, experiodista y conductora televisiva republicana elegida por el 27º Distrito de Florida, se permitió amenazar a la República Argentina por la iniciativa de fabricar aviones militares JF-17 en nuestro país. Para que la provocación sonara más fuerte, repitió sus palabras en el Congreso en castellano: “Su presidenta (en realidad la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner) y su presidente están haciendo un pacto con el diablo que puede tener consecuencias de proporciones bíblicas. Estados Unidos no se va a quedar con los brazos cruzados, porque no se puede tener un aliado que fabrique y exporte aviones militares chinos y que los venda a los vecinos”. (https://twitter.com/i/status/1630996619389796365)
La calificación de Washington en su controversia con China -que según reconoció la agencia Bloomberg “está mostrando señales de un rebote más fuerte de lo esperado tras dejar atrás las restricciones por el Covid”- es que su pelea es contra el Partido Comunista. Así comenzó a mencionarlo Donald Trump y así se encolumnan los representantes de ambos partidos, que en esto no hay grieta que valga.
En Beijing, este sábado y el domingo se desarrollan las dos sesiones más importantes del sistema político, la de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPC) y de la Asamblea Nacional Popular (ANP).
Una primera señal de lo que resultará aprobado por la ANP podría ser el anuncio de que Beijing pondrá toda la carne en el asador para avanzar en la industria de semiconductores, un eslabón aun débil de su industria electrónica, que depende de chips elaborados en Taiwán, como casi todo el mundo. Y ahí está el otro punto neurálgico del choque por el territorio insular que acelera la administración de Joe Biden.
En ese sentido, el viceprimer ministro Liu He dijo este jueves ante empresarios de la industria electrónica que China debe mantener un enfoque de «nación completa”. Esto es, de lograr la independencia tecnológica en ese sector clave del desarrollo. Estados Unidos está articulando una alianza Chip4 junto con Japón, Corea del Sur y Taiwán para bloquear la venta de productos a países “enemigos”, entre los cuales también está Rusia y cualquier otro que intente cruzar el cerco.
En octubre pasado, Washington había restringido la autorización a “personas estadounidenses” para trabajar en instalaciones ubicadas en el país asiático. Como contrapartida, indica un artículo del South China Morning Post, las autoridades locales de distritos como Suzhou y Shanghai ofrecen ingentes incentivos para desarrollar semiconductores con el objetivo de incrementar la producción al menos un 20% este año. Además, ofrecerán “trato nacional igualitario” para los que quieran emigrar a pesar de las restricciones estadounidenses.