A sus 22 años Fidel Castro presidió en Bogotá el Congreso Latinoamericano de Estudiantes que Juan D. Perón financió para oponerse a la Conferencia Panamericana de Cancilleres, con la que EE UU impuso el 9 de abril de 1948 la fundación de la OEA. Ese día el gobierno colombiano asesinó al líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, desatando un alzamiento popular (el bogotazo) que duró diez días y originó la guerra civil que ahora busca su fin.
El líder cubano fue detenido por la policía colombiana, pero un compañero argentino, Antonio Cafiero, logró que el canciller Juan A. Bramuglia orden de Perón mediante consiguiera la liberación del joven dirigente.
Cuando Perón estaba exiliado en España, a principios de los años ’60, su delegado personal John W. Cooke quiso persuadirlo de asilarse en Cuba, pero el General prefirió la libertad de movimiento que tenía en España a pesar de Franco.
Durante su tercera presidencia, entre 1973 y 1974, Perón ordenó a su canciller Alberto Vignes votar en la OEA por el levantamiento del bloqueo contra Cuba y obligó a la empresa Ford a entregar a la isla una flota de coches adquirida con un crédito argentino.
Cuenta mi amigo Enrique del Percio que Antonio Cafiero visitó a Fidel en Cuba por última vez en 2000, poco antes de que George W. Bush comenzara su mandato. Ante su angustia por el reaccionarismo del tejano, el cubano le respondió: «¡Pero, chico! Con los republicanos siempre hemos podido negociar mejor que con los demócratas».
En el futuro próximo, los latinoamericanos necesitaremos mucho este pragmatismo. Aunque no se conocieron, los destinos de Perón y Fidel se cruzaron varias veces y se respetaron mucho. Sabían que sólo la unidad del continente puede traer la definitiva independencia y la justicia social.
Allá en el cielo latinoamericano, después de que el Comandante recupere el resuello, se presentará al General para incorporarse con el Che, Néstor, Chávez y tantos más al comando que prepara la cercana batalla celestial por la definitiva unidad e independencia del Continente. «