Como los medios hegemónicos y la dirigencia política jamás pensaron que Donald Trump podría llegar a la presidencia de EE UU, recién ahora se desayunan con algunos de los soportes ideológicos del polémico magnate inmobiliario. Sin embargo, más que fijarse en el componente racista, xenófobo y sexista del hombre que ocupará el Salón Oval durante al menos los próximos cuatro años de no mediar una «catástrofe» deberían haber reparado en un movimiento que lenta pero persistentemente fue creciendo al amparo de las redes sociales y de medios con mucho capital intelectual y monetario detrás, que fueron diseminando las ideas «paleoconservadoras» que ahora florecen y amenazan el sistema cultural de la primera potencia del mundo.
Uno de los personajes más influyentes es sin dudas Richard Spencer, creador del término altright, (derecha alternativa) y que escandalizó con el grito Heil Trump en la celebración del triunfo del millonario. Otro es Steve Bannon, al que el propio Trump designó como jefe de asesores de la Casa Blanca. Aquí nace entonces una cuestión de fondo: es cierto, tanto ellos como cientos de miles de estadounidenses son decididamente supremacistas blancos y coquetean con ciertos componentes culturales del nazismo Spencer se «disculpó» del exabrupto diciendo que había sido una ironía maliciosamente tomada por los medios pero, ¿qué características tiene esa derecha que alguna vez pudo desbarrancar en un atentado como el que en 1995 dejó 168 muertos en Oklahoma City?
Hay una larga tradición en EE UU de un conservadurismo individualista, sobre todo en el sur esclavista, que nunca dejó de añorar aquellos «viejos buenos tiempos» en que los negros solo tenían la obligación de trabajar en los campos de algodón y no podían aspirar a la presidencia del país.
Spencer, a los 38 años, dirige el National Policy Institute, un think tank de la derecha supremacista pero no neoliberal ni globalizadora (npiamerica.org) tras una veloz carrera académica y difusora en medios de la derecha estadounidense. El NPI se define a sí mismo como «una organización independiente dedicada a mantener la herencia, la identidad y el futuro del pueblo de ascendencia europea en Estados Unidos y alrededor del mundo». Creado por dos teóricos de esa línea como William Regnery y Samuel Todd Francis, el sitio muestra una profusa producción teórica y mantiene un portal de noticias como Radix Journal, que sirvió de apoyo a la campaña de Trump, aunque no de manera oficial.
«Hay un vínculo emocional entre el movimiento Trump y el altright, incuestionablemente. Pero, ¿hay un vínculo directo? se preguntó Spencer en una entrevista. ¿Estoy visitando a Donald Trump? No». De hecho, cuando trascendió lo del saludo nazi, Trump se apuró a declarar al New York Times que desautorizaba y condenaba a ese movimiento.
Samuel Todd Francis, quien murió en 2005 a los 58 años, fue uno de los fundadores del NPI y uno de los más influyentes de sus mentores. Es un conocido «paleoconservador», una forma de expresar a esos conservadores bien rancios que no solo buscan mantener los privilegios sino las tradiciones más arcaicas de la cultura occidental y cristiana.
Por eso definió a EE UU como un «país cristiano» y consideró a la inmigración no europea como una catástrofe para la pureza de la nación. Al mismo tiempo, atacó en su momento la invasión a Irak por considerar que fue una actitud ilegítima de un poder totalitario.
Estos paleocons no tienen los mismos objetivos que los neocons que pululan en el Partido Republicano desde Ronald Reagan y entre los demócratas desde Bill Clinton para llevar al mundo hacia una globalización que no benefició sino al poder financiero y las multinacionales. Y que perjudicó a millones de estadounidenses, de paso.
Lo interesante es, más allá de un primer juicio banal de que son supremacistas, xenófobos, islamofóbicos y sexistas, qué mundo imaginan y cómo piensan llegar a cumplir con ese «nuevo sueño americano».
Spencer escribió en reiteradas ocasiones que su meta en la vida es «crear consciencia entre europeos-estadounidenses» para fundar un «etno-estado» que albergue a toda «nuestra familia extendida y para toda nuestra civilización». Se declara no violento y jura que quiere lograr sus objetivos sin derramamiento de sangre, pero no alcanza a explicar de qué modo «convencerá» a hispanos y afrodescendientes de dejar el país en manos de los blancos europeos. Incluso plantea sancionar a empresas que abaraten costos salariales contratando personal de «etnias inferiores».
Al nombrar a Steve Bannon, Trump dio señales inequívocas de que esa línea no le cae del todo mal. Bannon dirigió durante años Breitbart News, otro portal de la altright afín a Spencer. Ante el NYT el futuro mandatario defendió la designación deBannon. Tratamos de traer la mejor gente, no necesariamente gente que sea políticamente correcta, porque eso no funciona. Queda por ver qué implica esa incorreción política en términos de Derechos Humanos.
Oklahoma City, 1995, 168 muertos
Un estudio de la Universidad George Washington revela que el número de supremacistas blancos y autodefinidos como neonazis en la red Twitter se multiplicó por seis en los últimos cuatro años. Esta cifra supera ampliamente a los autodenominados sitios islámicos, destaca el informe. Los investigadores señalan que los seguidores de estas páginas ultranacionalistas pasaron de 3500 en 2012 a 22 mil en 2016.
Pero más allá de la novedad de que tengan a alguien cercano en la Casa Blanca, esos sectores tienen un peso importante en la cultura de ese país desde tiempos remotos. Y quizás no habría que ir tan lejos para encontrar algún antecedente.
El 19 de abril de 1995 una explosión derrumbó el edificio Alfred Murrah de la ciudad de Oklahoma, segando la vida de 168 personas.
Era el segundo año de mandato de Bill Clinton y el demócrata estaba en su mejor momento. ¿Quién podría haber causado la masacre, algún grupo terrorista? La respuesta no tardó en llegar: dos estadounidenses, Timothy McVeigh y Terry Nichols, habían sido prontamente identificados por el FBI como los autores materiales de la explosión. Cuando McVeigh fue detenido tenía una remera que decía «Sic sempertyrannis» («Así a todo tirano»), la frase que usó John Wilkes Boothal disparar contra Abraham Lincoln. El joven había querido atacar la sede de un edificio federal para manifestar su rechazo a un gobierno que consideraba despótico. Pero no era un anarquista, era un derechista individualista extremo. Fue ejecutado en 2001.