La guerra en Ucrania entró en una fase centrada, en la mesa de negociaciones, aunque mediáticamente las imágenes de los campos de batalla llenan las pantallas, mientras las cuestiones económicas comienzan a revelar su verdadero impacto y hay voces de alerta por las consecuencias en términos de costo de la energía y cómo se reflejará el conflicto en el bolsillo de los ciudadanos europeos.

En los medios internacionales, se continúa señalando la demora de las fuerzas rusas en tomar el control de Kiev y retrocesos en Mariúpol, por poner dos ejemplos. Pero las fuentes que más conocen de estos temas coinciden en que es difícil establecer el verdadero objetivo de Moscú y señalan que ya en Siria fue tomando posiciones lentamente mientras por otro lado iba urdiendo acuerdos políticos.

En la semana, al tiempo que hubo febriles negociaciones entre representantes de Ucrania y Rusia, el canciller Sergei Lavrov y luego el presidente Vladimir Putin mostraron sus fichas, el uno en un reportaje ante el canal RT, el otro frente a una multitud en el estadio Luzhniki, donde en 2018 se jugó la final del Mundial de Fútbol.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se mostró activo en un intento por acercar posiciones entre Putin y el presidente ucraniano Volodimir Zelensky, y se ofrece a sentarlos a la misma mesa. A esta altura, se sabe que las condiciones para un alto el fuego de Moscú no cambiaron, aunque pareciera que hay más posibilidades de que gran parte de ellas puedan plasmarse en un documento final. Putin pretende la desmilitarización de Ucrania, que Kiev no ingrese a la OTAN y que reconozca la incorporación de Crimea a la Federación rusa. Ucrania, por su parte, pide garantías de seguridad, un cese de hostilidades inmediato y el retiro de las tropas rusas.

También los jefes de Estado de Francia y Alemania buscan denodadamente interceder y mantuvieron sendas videoconferencias con Putin. Los comunicados de prensa de Emmanuel Macron y Olaf Sholz dicen que le exigieron el fin de la invasión, pero hay que ver el verdadero cariz de las conversaciones. Por lo pronto, el vicecanciller y ministro de Economía germano, Robert Habeck, advirtió a radio Deutschlandfunk que «si no obtenemos más gas en el próximo invierno y se cortan las entregas procedentes de Rusia, entonces no tendremos la cantidad suficiente para calentar todas las casas y hacer funcionar todas las industrias».

En Roma, líderes de Italia, España, Grecia y Portugal pidieron a la Unión Europea medidas urgentes ante el desaforado incremento de precios de la energía. Si bien el hemisferio norte está a las puertas de la primavera, crece el temor de un corte de suministro –voluntario o no-de aquí a seis meses, aunque las autoridades rusas dicen que garantizan la provisión a través de territorio ucraniano. El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, fue uno de los más ansiosos y espera juntar cabezas para una reunión del Consejo Europeo del 25 de marzo en que se anunciarían medidas para desenganchar el precio del gas del de la electricidad, mientras la ultraderecha de Vox organizaba marchas contra el aumento de los precios.

El presidente de EE UU, Joe Biden, habló con su par chino, Xi Jinpig. “A nadie interesa una guerra, la paz y la seguridad son los tesoros más valiosos de la comunidad internacional”, fue el mensaje de Xi. La versión de la Casa Blanca es que Biden advirtió a China sobre “implicaciones y consecuencias” de un apoyo a Rusia. Sin embargo, Moscú no está tan solitario como presentan los medios y si bien Beijing defiende la integridad territorial de cada nación –no puede hacer otra cosa ya que reclama el reconocimiento internacional de Taiwán como provincia china- también se opone a la expansión de la OTAN hacia el Este. Y fue, junto con los otros países del grupo BRICS, Brasil, India y Sudáfrica, uno de los que se abstuvo en la moción de condena de la Asamblea General de la ONU.

Lavrov resaltó este hecho ante Russia Today y sumó en ese bloque de respaldos sutiles a la Argentina. El canciller ruso agregó que “EE UU busca recrear un mundo unipolar” y consideró que “Europa abandonó sus intentos de preservar su independencia”. Por otro lado, aseguró que «Rusia se ha acostumbrado a las sanciones récord» y puntualizó que después de las sanciones de 2014 “logramos experiencia que nos permitió contar con nosotros mismos”. 

Putin, a su turno, celebró el viernes el octavo aniversario de la incorporación de Crimea en un acto en el Luzhniki, un estadio situado en Moscú en el que se erige una enorme estatua de Lenin en la entrada principal. Miles de personas con banderas rusas, cánticos patrióticos y consignas antinazis aplaudieron las intervenciones del mandatario, que habló desde un escenario en el campo de juego.

«Siento las palabras de las Sagradas Escrituras: no hay amor más grande que dar la vida por tus amigos», dijo. «Hace mucho tiempo que no vivíamos tal grado de unidad», alentó a la tribuna, que gritaba “Rusia, Rusia” mientras homenajeaba “el heroísmo de nuestros soldados”.  «