El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, decidió ampliar el despliegue de fuerzas armadas para reprimir las protestas que ya llevan una semana y en las que ya murieron 72 personas. El inusitado estallido se produjo en las regiones de KwaZulu-Natal y Guateng, (la parte más próspera del país, con ciudades como Johannesburgo y Pretoria) donde se registraron desmanes y saqueos.
Los primeros incidentes se produjeron luego del ingreso en prisión del expresidente Jacob Zuma tras una sentencia por desacato. Pero esa parece haber sido apenas la chispa que encendió una caldera a presión, que se fue activando lentamente en el marco de una crisis económica potenciada por la pandemia y la falta de vacunas para contener los contagios.
La mayoría de las muertes «se registraron en estampidas ocurridas durante los saqueos de tiendas», señala un comunicado de la policía en el que anota un total de 72 víctimas hasta la mañana de este miércoles. A esa hora había 1234 detenidos.
En videos subidos a las redes se veía a cientos de personas saliendo de locales cargando todo tipo de mercadería tomada de manera violenta, desde trozos de carne a aparatos electrónicos.
Ramaphosa usó la cadena de medios para cuestionar lo que llamó «actos oportunistas de criminalidad, con grupos de personas instigando el caos como pantalla para los saqueos y el robo».
Zuma, de 79 años y perteneciente a la etnia zulú, pasó 10 años preso en la isla de Robben por su participación en las luchas contra al apartheid. En esa misma prisión Nelson Mandela purgó 18 de sus 27 años de cárcel, condenado por las mismas razones raciales.
Con fuerte predicamento entre las capas más empobrecidas de la población, Zuma fue vicepresidente y luego presidente elegido democráticamente. En 2018 fue depuesto por el Congreso Nacional Africano (CNA), el partido del gobierno, y renunció a su cargo.
Acusado por delitos de corrupción y vinculaciones con el crimen organizado a raíz de la detención de uno de sus asesores, el 29 de junio pasado fue condenado a 15 meses por la Corte Constitucional por no acudir a una comparencia ante una comisión investigadora.
Dentro de su comunidad étnica, la mayoritaria del país, con unos 11 millones de personas, el rey Misuzulu, pidió pacificar los ánimos y dijo que se sentía avergonzado por los episodios altamente difundidos por los medios locales.
La Unión Africana también expresó su repudio a la violencia y los saqueos, y reclamó el «restablecimiento urgente del orden”.
«Lamentablemente, Sudáfrica está de rodillas. Comunidades enteras han sido arrasadas, pero lo que es más significativo, al menos para quienes intentan calcular lo que depara el futuro, la violencia se ha dirigido a nodos vitales de distribución: capacidad logística; alimentos locales y tiendas de artículos secos, grandes centros comerciales y almacenes «, resumió el periódico local Daily Maverick.
Los últimos informes daban cuenta de que escasea el combustible y los alimentos, con lo que se preveían mayores situaciones extremas, ya que se dificulta el transporte desde las zonas de producción hasta los centros urbanos.