Con sendos discursos del presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, y de la jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Federica Mongherini, comenzó en Montevideo la reunión del Grupo de Contacto Internacional para tratar una solución pacífica y consensuada a la crisis política que vive Venezuela. O más bien debiera decirse, un intento casi desesperado para evitar un baño de sangre ante las crecientes amenazas de los halcones del gobierno de Donald Trump, que si por ellos fuera, no dudarían en una intervención armada en el país sudamericano. El telón de fondo es el resultado de intervenciones similares en Libia, Irak y Siria.
Esta cumbre en la capital oriental fue convocada por la nación anfitriona junto con el nuevo gobierno de México de Andrés MAnuel López Obrador, dos de los pocos países latinoamericanos que se alejaron del dictado de Washington y no reconocieron al diputado Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela.
«Debemos intentar llegar en el día de hoy a un entendimiento común sobre los aspectos claves para un proceso de transición política que desemboque en elecciones», dijo Mogherini en la apertura, poniendo énfasis en un tema que sin dudas resulta difícil de tragar para los convocantes latinoamericanos.
«Tengámoslo muy claro la mayor disyuntiva que tiene Venezuela hoy es entre la paz o la guerra, por eso en nuestro insistente llamado a la serenidad a las partes involucradas y a la prudencia a la comunidad internacional», replicó a continuación Vázquez.
Horas antes del inicio de la ronda de debates, que se hacen en la Torre Ejecutiva, el edificio del gobierno uruguayo, los cancilleres Rodolfo Nin Novoa y el mexicano Marcelo Ebrard, presentaron el Mecanismo de Montevideo, un documento con algunos lineamientos sobre los ejes en que plantean interceder en una situación tan dramática como la que viven los venezolanos en este momento.
«La posición histórica de nuestros países ha sido y siempre será la de privilegiar la diplomacia sobre las demás alternativas, ya que solo así se podrá alcanzar la paz y estabilidad de manera sostenible, legítima y efectiva», dijo el jefe de Relaciones Exteriores uruguayo en la previa al encuentro.
«Los suscriptores de esta declaración coincidimos en que el grado de complejidad de las circunstancias no es razón para desestimar las vías políticas de solución de controversias», dice el texto conjunto que elaboraron las dos cancillerías junto con representantes de la Comunidad del Caribe (Caricom).
El «Mecanismo» propone cuatro instancias: un diálogo inmediato entre las partes, una negociación, llegar a compromisos concretos en plazos establecidos y la implementación de esos acuerdos. Pero no pone condicionamiento ninguno, ya sea plazos u objetivos finales, salvo el mantenimiento de la paz.
Este grupo propone un equipo de coordinadores para garantizar esa mesa de diálogo integrado por Rebeca Grynspan, exvicepresidenta de Costa Rica; Enrique Iglesias, excanciller uruguayo y extitular del BID, el extitular de Relaciones Exteriores mexicano Bernardo Sepúlveda, y «un alto representante de Caricom».
Desde el otro lado del océano, a su vez, vienen con una propuesta que consiste en dar un plazo de 90 días para llegar a elecciones presidenciales. Y se jactan de haber desde octubre trabajan en esta iniciativa que pensaban presentar a mediados de este mes. Solo que el reconocimiento a Guaidó por parte de Donald Trump se adelantó a sus planes, deslizan.
Por Europa integran este grupo Mogherini, representantes de España, Portugal, Italia, Francia, Alemania, Reino Unido, Países Bajos y Suecia. Por América Latina figuran Bolivia, Costa Rica, Ecuador, México y Uruguay.
Acá es donde se ve que Venezuela es un tema complejo incluso puertas adentro de la UE y de los países latinoamericanos que no reconocieron a Guaidó. Porque Madrid manda enviados a Montevideo, pero el jefe de Gobierno, Pedro Sánchez, está en línea con Washington, al igual que Francia, el Reino Unido y Alemania. La italiana Mongherini, en tanto, navega entre dos aguas ya que su gobierno se negó a desconocer a Nicolás Maduro.
En Uruguay también hay mar de fondo, ya que el secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), el ex canciller del Frente Amplio, Luis Almagro, es un enemigo declarado de Maduro y fue uno de los que lanzó la propuesta de una incursión armada para sacarlo del poder. Es más, este mismo miércoles ninguneó el encuentro en su «paisito» al decir que se trata de un “falso diálogo que sólo oxigena a la dictadura”, como califica al chavismo.
La derecha uruguaya también está contra el gobierno bolivariano y sus medios afines juegan para boicotear el encuentro. Tan es así que este mismo jueves el diario El País publica en tapa un reportaje el diputado Guaidó en el que afirma que de ninguna manera participará en un diálogo con Maduro y se mostró disgustado con la posición del gobierno de Vázquez.
La razón para rechazar cualquier propuesta que surja en Montevideo es larga pero vale la pena copiarla íntegramente. «Hemos participado en esfuerzos de diálogo, negociación y acuerdo en varias oportunidades con el régimen de Nicolás Maduro. Lo hemos hecho dentro y fuera de Venezuela, de manera privada, y también públicamente. Solos y con acompañamiento internacional. En la última ocasión entre los meses de diciembre 2017 y enero 2018 en la República Dominicana con el apoyo del presidente de ese país, Danilo Medina, quien se comprometió mucho en ese intento, y con la presencia de los cancilleres de México y Chile. Ellos son testigos de excepción de lo ocurrido. La consecuencia invariablemente en todos esos procesos ha sido la misma: el incremento de autoritarismo del régimen y de la represión».
Guaidó no menciona al ex premier español José Luis Rodríguez Zapatero porque fue él quien denunció a último momento se negaron a firmar el acuerdo que habían alcanzado por pedido del entonces mandatario colombiano Juan Manuel Santos y el ex jefe de la diplomacia estadounidense, Rex Tillerson.
Analistas uruguayos estimaron en tal sentido que era difícil la aceptación de los europeos al plan sudamericano porque el «Mecanismo» no habla de plazos ni se propone elecciones de un modo explícito. Con las sutilezas que le exige el cargo, Nin Novoa lo explicó el miércoles.
«Creo que cuantas más condiciones se pongan para el diálogo más difícil es conseguir un resultado favorable. Si nosotros decimos que tiene que haber elecciones en tal momento, que tiene que cambiarse la Corte Electoral, que tiene que haber liberación de los presos políticos, estamos imponiendo condiciones que dificultan el diálogo”, señaló en conferencia de prensa.