Vamos a hablar del aniversario de un hecho (unos hechos, en realidad) para el que la palabra en español viene fallada. En la traducción al español del derribo del muro de Berlín no se perdió nada de la definición periodística en alemán, Mauerfall, y se habla casi siempre de «caída». Una traducción bastante corriente al inglés, toppling, conlleva algo inusual en el pasaje a otro idioma, una ganancia, allí donde lo usual es la pérdida, lost in translation. Igual que con el trickle down del credo neoliberal, el «goteo» que la hipérbole castiza transformó en «derrame», el inglés viene a socorrernos para decir las cosas más cerca de lo que fueron. Los que ocurrió hace 30 años fue un derribo, una acción colectiva y consciente de individuos que en ese momento único nos entregaron la fotografía que capturaba su constitución como sujeto social. La caída describe lo que le sucedió a una pared, pero el derribo nos obliga a recordar las caras y los nombres de quienes ganaron la libertad al tiempo que adelantaban el fin del siglo XX.
¿Quiénes fueron y qué queda de ellos? Elijamos un nombre, Bärbel Bohley, de quien se habla poco y nada en estas horas de recordatorio. Los que teníamos edad y curiosidad para devorar los diarios de esos días leímos ese nombre asociado a cada proclama y ultimátum que el Neues Forum, la organización de la disidencia germano-oriental que jugó el rol más destacado en enfrentar en sus últimas semanas al régimen autoritario de Erich Honecker, Egon Krenz y demás demiurgos del «socialismo» «real» (comillas separadas). Bohley, artista, pintora, pacifista, disidente, representaba a la oposición de izquierda que luchaba hacía décadas por la democracia y la libertad en Alemania Oriental.
En Berlín Oriental, la Prenzlauer Allee era la avenida que dividía políticamente Prenzlauer Berg, el barrio que a un lado era mantenido primorosamente por el partido para ser mostrado a los camaradas de partidos «fraternos» que visitaban la ciudad como evidencia del avance y el éxito del experimento de la planificación burocrática centralizada. Del otro lado, las mismas construcciones (mayormente de preguerra) de departamentos organizados alrededor de un hof habían dejado de recibir mantenimiento, porque allí se concentraban los rebeldes a los que les daba voz Bohley, así como antes se las había dado otro olvidado de la oposición de izquierda, Robert Havemann.
Una visión lapidaria querría que constatemos que de la gesta libertaria de la demolición del muro y de las aspiraciones de activistas como Bohley no queda nada. Y sin embargo, por mucho que las aspiraciones de atar libertad a igualdad se hayan visto defraudadas por el debilitamiento progresivo de esta última, la agenda del Neues Forum, que se fusionaría con los ecologistas occidentales, viene de recibir validación con el avance electoral reciente de Alianza 90/Los Verdes y está cada vez más arriba en la agenda global con la propuesta del Green New Deal. ¿Será demasiado decir que debajo de los escombros del Muro de Berlín se adivina la arena de la playa?