En estas horas el mundo está conmocionado con la noticia. En la madrugada del viernes, en la Terminal de Carga del Aeropuerto de Bagdad, capital de Irak, aviones no tripulados de las fuerzas armadas norteamericanas descargaron misiles sobre dos vehículos en los cuales se desplazaban el comandante y jefe de los Guardianes de la Revolución de la República Islámica de Irán (RII), el Teniente General Qasem Soleimani y seis pasajeros más. También formaba parte de la comitiva Abu Mahdi al-Muhandis sub. Comandante de Shia Hashd al-Shaabi de Irak (Unidades de Movilizacion Popular).
El hecho es de extrema gravedad. El General Soleimani, principal estratega militar iraní, era uno de los hombres de confianza del Líder Supremo Ali Jamenei y junto con el presidente Hasan Rohani y el canciller Mohamad Yavad Zarif formaban el grupo más influyente en el gobierno.
Según manifestaciones del presidente Trump y voceros de su gobierno, la acción se sustenta en represalia por el intento de la toma de la embajada norteamericana en Bagdad y por la muerte de parte del personal de bases militares norteamericanas ocurridas en los últimos días en ese país, en cuyos hechos Washington responsabilizó a Teherán. La RII reaccionó en una primera instancia de manera muy enérgica. El mismo viernes 3 por cadena nacional el Líder Supremo prometió venganza. Por otro lado, la comunidad internacional condenó los asesinatos, salvo raras excepciones, como la del gobierno israelí. Y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas convocó a una reunión urgente a puertas cerradas para las próximas horas.
Hasta aquí los hechos.
Causas y consecuencias
Una estrategia priorizada y cada vez menos disimulada por la principal potencia es generar guerras que le permitan involucrar a países competidores y detener así su propio descenso, que se manifiesta en el ámbito económico, comercial, financiero, tecnológico y de innovación productiva a nivel global. De este modo, no es sorpresa que apele a la fuerza militar como último recurso para sostener un liderazgo cada vez más cuestionado por socios y emergentes.
En este marco los sectores más agresivos del poder profundo norteamericano forzaron o coincidieron con Trump para tomar una decisión temeraria.
También la determinación responde a algunas necesidades coyunturales:
1) Como muchos gobiernos cuestionados por su política interna, impeachment de por medio, el presidente Trump genera un hecho internacional cambiando el eje de la opinión publica local pensando en poder generar mejores condiciones para una posible reelección.
2) El gobierno norteamericano hace una advertencia al mundo de lo que es capaz con los “desobedientes”, sobre todo si tenemos en cuenta que hace apenas tres días finalizaron las maniobras militares conjuntas de la Federación Rusa, la RII y la República Popular China en el Golfo de Omán y el Golfo Pérsico.
3) La RII es responsable de haber logrado un nuevo equilibrio de fuerzas en el Medio Oriente Ampliado, habiendo sostenido al gobierno de Al Asaad en Siria, derrotado al Estado Islámico e intentar conformar una contención a la secular injerencia de occidente en la región. Por lo tanto se constituyó en uno de los principales enemigo a derrotar.
4) EE UU supone que forzando un cambio de gobierno en Irán podría salir del pantano que significan 17 años de guerra en Afganistan e Irak y retomar la iniciativa.
La acción provocada y celebrada por el gobierno de EE UU vulnera todas las normas del derecho internacional y la carta de Naciones Unidas. Llega al punto más alto de las provocaciones impulsando a una reacción vengativa de parte de Irán y así tener la excusa para desatar una masacre en la región, extraordinaria destrucción de fuerzas productivas y jugosos negocios de las transnacionales en la reconstrucción.
El gobierno norteamericano, irresponsablemente y haciendo valer su poderío militar, ha puesto al mundo al borde de una guerra total que puede ser final. Es lógico su desenvolvimiento: un imperio que retrocede recurre a su ultimo factor de coerción “la fuerza bruta”, ya dejo atrás las épocas donde solía imponerse en el terreno diplomático, tecnológico, cultural o político.
Pero los resultados no siempre son los esperados, la historia del pueblo iraní demuestra que en los momentos de agresión externa fluye con mucho vigor una fuerza nacional que entre otras cosas le permitió salir airoso en la guerra desatada por Sadan Husein en 1980.
Por último, a pesar del dolor y la indignación, el gobierno iraní y las fuerzas continentales de la comunidad chiíta deberían reaccionar con inteligencia y no dejarse llevar por la pasión, pensando cuáles son los objetivos que busca EE UU con esta agresión y en ese sentido tratar con la comunidad internacional de responder en dirección contraria. Es decir, no es aconsejable entrar en una espiral de violencia donde los más perjudicados serían una vez más los pueblos de la región mientras el poder norteamericano habría desatado un fenomenal caos para intentar reposicionarse. No es sencillo lograr la respuesta más adecuada ante semejante provocación pero la preservación de la paz debería ser prioridad. A la vista de la injerencia de Occidente y especialmente de EE UU en la región del Levante y el Creciente Fertil es útil recordar las palabras de Eduardo Galeano referidas a la supuesta “ayuda”: “Cuando decide salvar a un país lo convierte en un manicomio o en un cementerio”. «