El sol todavía cruzaba fuerte sobre la rambla. Restaban un par de horas para el cierre de los comicios y el cartel de Yamandú Presidente estaba a medio colocar. Sobre la entrada del mangrullo unos pibes con camiseta de Peñarol jugaban un fulbito, y lo primero que se empezó a llenar fueron las escaleras exteriores de la iglesia británica que mira al Río. Pasaron mil autos con banderitas del Frente. Pasó uno con la de los colorados y no hubo más que indiferencia.
Toda la ciudad está embanderada. Toda Montevideo, sus balcones, sus autos, sus arboledas, su gente tomó partido en una confrontación que en realidad fue una campaña con una estricta convivencia democrática, que causa envidia. Incluso más en las calles que en las tribunas.
Faltaban dos horas y se repetía la pregunta de todo el día, de las últimas semanas. ¿Llegamos al 50? ¿Ganamos hoy o habrá que sufrir cuatro semanas más? ¿El Frente llega a la mayoría parlamentaria?
La brisa costeña se empezaba a sentir y las banderas flotaban orgullosas.
Ese escenario central le daba la espalda al bunker frenteamplista. La tensión subía allí como en cada uno de los locales de los sublemas del FA. Varias docenas de boletas con los mismos candidatos principales pero con diferencias más o menos explícitas hacia abajo. Esa multiplicación se hizo espejo en las unidades partidarias: sin exageración, casi una por cuadra. En la Huella de Seregni, la sede central de FA, una estantería mostraba todas las papeletas. El cronista curioso extrajo una de cada uno y al distribuirlas ocupó una mesa grande. ¿Disgregación o estrategia electoral? La pregunta tendrá su respuesta en el momento que se realice el debate.
Ahora todo son nervios. En Uruguay la prohibición de las bocas de urna es absoluta y se le lleva el apunte. Nadie arriesga. Todos disimulan los gestos en el lujoso hotel que sirve de trinchera. Se acerca la hora. El único chisme con fundamento que aparece habla de un trabajo de una de las fracciones históricas del Frente que anticipaba un 47,9. Tan cerca como se esperaba, tan lejos como para no evitar la segunda vuelta. ?será así?
Así se llegó al cierre de votación . Arranca la música en el escenario. Las banderas se multiplican abajo. En el hall del hotel frenteamplista el aire se corta con un soplido. La sala de prensa está en la planta baja. Los candidatos ya llegaron a los pisos superiores. La premonición es que habrá que esperar solo unos hora para tener una valoración certera. Llega ese punto. Las 20.30 parecen romper los relojes. Aparecen las caras sin sonrisas.
El primer dato se refirió al porcentaje de votantes, un altísimo 88 y pico. El primer cómputo fue loco y situaba a los colorados en el balotaje. Llegó el toque disparatado: El Observador empieza un streaming conducido por Alejandro Fantino. Se multiplican los secretitos. Hay ansiedad, pero no calmantes. Pasa un asesor y toca nervioso el hombro del periodista confidente. Mala espina.
Mariano Recalde, Wado de Pedro y Mayra Mendoza deambulan por el hall: La Cámpora presente.
La TV Ciudad fue la primera en clavar el grafh: habrá balotaje. Un rumor cruzó el hall. La info ya había llegado al entorno de los candidatos. Mario Bergara, un senador de los que pisa fuerte en el Frente Amplio, fue el primero en reconocerlo. También que se seguía peleando la mayoría en el senado, pero que no llegarían a la de diputados. Aparece la cifra de 44, con tendencia en alza. Con 27, 16, 2 para Blancos, Colorados y Cabildo.
La euforia se aplaca. Pero no la ilusión. Empieza a escucharse una y otra vez que la fe para el balotaje está intacta, que la sumatoria jamás es lineal, que Orsi es muy mejor candidato que Delgado. La primera impresión no siempre es la definitiva. Pero hace al amor a primera vista.
Abajo del escenario ese amor es el de toda la vida. Y se aferra a la ilusión. Se gritan unos a los otros: vamo’arriba. A pesar de todo.