El gobierno Perú decretó el estado de emergencia a partir de este domingo y por 30 días en las regiones de Lima, Cusco, Callao y Puno, medida que autoriza a los militares a intervenir junto a la policía frente a las protestas que piden la renuncia de la presidenta Dina Boluarte. En cinco semanas, la represión a las movilizaciones causó al menos 49 muertes.
No obstante, este domingo por la tarde se mantenía cerca de un centenar de bloqueos de rutas en 10 de las 24 regiones del país.
La medida contempla que «la Policía Nacional del Perú mantiene el control del orden interno con el apoyo de las Fuerzas Armadas», según el decreto del Poder Ejecutivo publicado por la gaceta oficial.
Además, suspende los derechos constitucionales de inviolabilidad de domicilio y las libertades de tránsito por el territorio nacional, reunión y libertad y seguridad personales.
La decisión gubernamental se produce cuando se anuncian movilizaciones desde el sur de Perú hacia la capital peruana a partir del lunes, una acción que las autoridades califican de intento de desestabilizar a Boluarte.
Perú vive una ola de protestas desde el 7 de diciembre pasado, cuando Boluarte sucedió a Pedro Castillo, destituido por el Congreso horas después de que anunciara el cierre del Legislativo y el establecimiento de un Gobierno de excepción con supresión de garantías constitucionales.
Las protestas dejaron hasta el momento 42 muertos (41 civiles y un policía), además de los decesos de siete civiles por accidentes de tránsito y hechos vinculados a los bloqueos, de acuerdo con el último balance de la Defensoría del Pueblo.
En un intento por aplacar las demandas, en diciembre el Parlamento adelantó los comicios de 2026 a abril de 2024, pero los manifestantes exigen la salida inmediata de Boluarte y los miembros del Parlamento a través de un adelanto de elecciones generales y, en algunos casos, la libertad de Castillo, detenido en prisión preventiva acusado de rebelión, entre otros delitos.
Crecen las protestasLas protestas se han expresado sobre todo en tomas de instalaciones, aeropuertos y bloqueos de rutas.
El sábado, por ejemplo, el país amaneció con más de 100 tramos de carreteras bloqueados por manifestantes, mientras el aeropuerto de Cusco reanudaba operaciones, un día después de que la presidenta Boluarte asegurara que no renunciará.
Las regiones del sur andino, de las más marginadas en Perú, están sumidas en una incesante convulsión social.
En Cusco, meca del turismo internacional porque la región es sede de las ruinas de Machu Picchu, las autoridades reabrieron las operaciones en el aeropuerto Velasco Astete, cerrado por dos días por seguridad, medida con la que el gobierno busca recuperar la actividad en la zona, donde gremios locales afirman que pierden hasta siete millones de soles diarios (1,7 millones de dólares) por la crisis.
No obstante, los trenes a Machu Picchu, única vía para acceder a esta joya del turismo mundial, seguían suspendidos.
Las protestas se reactivaron la semana pasada después de una suerte de tregua de fin de año y se han concentrado en el sur andino, donde habitan comunidades quechuas y aymaras que, coinciden analistas, han sido históricamente marginadas.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que realizó esta semana una visita al país, consideró que para superar definitivamente la crisis será necesario integrar a esas comunidades.