Mientras el presidente Juan Manuel Santos ensaya una danza con su ex patrocinador y hoy adversario Álvaro Uribe por una posible renegociación del Acuerdo de Paz, y la comunidad colombiana que lo avalaba termina de sacudirse el polvo que levantó el Nobel para sólo una de las partes intervinientes en la negociación (Santos), el clima comienza a bullir frente a la constatación creciente de haber desperdiciado una oportunidad histórica producto, en gran parte, de la manipulación mediática y política de los sectores que se opusieron desde siempre, no tanto a algunas de sus cláusulas sino al acuerdo en sí, razón por la cual los colombianos empiezan a preguntarse si sería posible volver a votar. De hecho, el jueves el oficialista Partido de la U presentó un proyecto para que la Corte Constitucional revise la posibilidad de realizar un nuevo plebiscito y un grupo de abogados presentó una denuncia por fraude contra Uribe.
Los últimos días de la semana, un colaborador del ex presidente Uribe y jefe de la campaña del No confesó en una entrevista que la estrategia de su partido Centro Democrático se basó en ocultar la verdad con el afán de generar indignación en esa clase urbana que se indigna con facilidad. Funcionó. La mayoría de los votos negativos se concentraron en las ciudades, allí donde la guerra era menos evidente, menos sufrida y menos comprendida en sus causas e historia. En una entrevista al diario económico La República, el jefe de la campaña del No, Juan Carlos Vélez, reveló la estrategia utilizada para lograr que la gente rechace los acuerdos finales alcanzados por el Gobierno y las FARC. El uribista admitió que la campaña, que costó alrededor de 450 mil dólares, se basó en dejar de explicar los acuerdos para centrarse en el mensaje de la indignación. Y ante la pregunta «¿Por qué tergiversaron mensajes para hacer campaña?», contestó: «Fue lo mismo que hicieron los del Sí». Estas declaraciones impactaron al punto de que el propio Uribe tuvo que desautorizarlo con un comunicado sinuoso en que no termina de desmentirlo. Hacen daño los compañeros que no cuidan las comunicaciones, tuiteó el ex presidente.
La realidad es que lo pertinente a los acuerdos alcanzados en La Habana no fue tergiversado sino ocultado o minimizado por los voceros del rechazo y los grandes medios, que en estos días, con el resultado puesto, empiezan a visibilizar los mitos difundidos en torno a cada cláusula polemizada por los detractores. El diario El Tiempo publicó una viñeta con los 10 puntos más esgrimidos por los defensores del No y la aclaración de cómo era realmente cada uno. Entre ellos, se menciona que las FARC retornarían a sus puestos de guerra en el monte una vez aprobado el acuerdo, cosa que era falsa. También que la reforma agraria propuesta afectaría propiedades privadas, cuestión también distante de la realidad, o que los ex guerrilleros recibirían un sueldo altísimo ($ 1.800.000) tras desmovilizarse, cuestión que deformaba aviesamente el monto de un subsidio ($ 623 mil) establecido por seis meses destinado a garantizar su reinserción social.
Las aclaraciones llegan tarde. La imposición del No le permitió a Uribe meterse por la ventana en una negociación a la que no había sido convocado, porque tampoco había demostrado tener mucho para ofrecer más que la negación total. Hace un año ya decía que un acuerdo constituiría un ejemplo para más violencia en Colombia y que sería la entrega (de Colombia) a las FARC y a la tiranía de Venezuela. Para la colombiana doctora en Ciencias Sociales de la UBA, Gina Rodríguez, se habría tratado de una estrategia para forzar otra discusión. En las declaraciones de Uribe surge que lo que estaría puesto en discusión no es el texto de los acuerdos sino otras cuestiones que tienen que ver con una reforma impositiva, lo que el ex presidente Uribe ha dado en llamar confianza inversionista, estímulos para la actividad privada, etcétera, los cuales desbordan en mucho los seis puntos del acuerdo de La Habana y harían pensar si acaso una asamblea constituyente con ajuste sería el escenario deseable para que el uribismo finalmente decida apoyar los acuerdos, comentó a Tiempo.
El dirigente universitario y abogado colombiano Fernando Vega Lugo lo ve como una apuesta a las elecciones de 2018. Lo de la renegociación lo leemos como una estrategia política, el discurso de Uribe ha consistido siempre en la negación de una salida política al conflicto, dijo a este diario.
En este contexto, el comité del premio Nobel anunció el viernes que otorgaba el galardón a Santos, lo que podría explicar el apuro del presidente colombiano por ratificar el acuerdo en plebiscito, sin tomarse un tiempo para desarrollar una campaña profunda en su país ni convocar a la comunidad internacional a apoyarlo, que recién empezó a reaccionar tras el resultado negativo.
El premio, si bien revitaliza a Santos frente a Uribe y a la posibilidad de renegociar algunos puntos del tratado, dejó fuera al otro candidato posible, el negociador de las FARC, Rodrigo Londoño Timochenko, jefe de la organización guerrillera que también tuvo un rol central en el acuerdo que tardó cuatro años en suscribirse. Tras el anuncio, el propio Timochenko felicitó al presidente y señaló: El único premio al que aspiramos es de la Paz con Justicia Social para Colombia, sin paramilitarismo, sin retaliaciones ni mentiras.
En tanto, temerosos de una ola estigmatizante que dé lugar a una cacería paramilitar, como ocurrió en tiempos de la Unión Patriótica, los miembros de las FARC se recluyeron en posiciones seguras en la selva. Hasta que escampe. «
Un proceso «rápido y eficaz»
El gobierno de Colombia y las FARC formalizaron la apertura de una nueva etapa de discusiones sobre la base de los cuestionamientos presentados al acuerdo de paz rechazado el pasado domingo en un plebiscito y se propusieron un proceso rápido y eficaz.
En un comunicado conjunto emitido el mismo día en que se anunciaba el Nobel de la Paz, señalaron que las propuestas de ajustes y precisiones que resulten de ese proceso serán discutidos entre el Gobierno y la guerrilla para dar garantías a todos».
Son cinco puntos que se leyeron en La Habana por los jefes negociadores del Ejecutivo, Humberto de la Calle, y de los insurgentes, Iván Márquez, e incluye también el compromiso de mantener el cese el fuego bilateral.
Tras deliberaciones en La Habana, se llegó a la redacción de un documento en el que se acepta que «quienes participaron en el Plebiscito del pasado 2 de octubre se pronunciaron mayoritariamente a favor del No, así fuera por estrecho margen».
«Para afianzar este cese al fuego hemos acordado un protocolo, dirigido a prevenir cualquier incidente, en zonas de pre-agrupamiento en los cuadrantes definidos y asegurar un clima de seguridad y tranquilidad con la plena aplicación de todas las reglas que rigen el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo».