Con dos ediciones, en 2015 y 2019, el libro Ayotzinapa: La Travesía de las Tortugas, repasa las historias de vida de los 43 jóvenes desaparecidos en 2014 y mantiene viva su memoria como la necesidad de esclarecer la masacre. La periodista mexicana Patricia Sotelo es una de entre 60 profesionales, entre periodistas, editores y fotógrafos, que participó. Por sorteo, a ella le tocó reconstruir el perfil de Christian Alfonso Rodríguez Telumbre, cuya confirmación de sus restos, esta semana, sigue la línea de desmonte de la “verdad histórica” que había instaurado la gestión anterior.
“Esta idea surgió cuando el gobierno empezó a decir que estos jóvenes ‘en algo andaban’”, contó Sotelo a Tiempo. “Los padres estaban renuentes, habían sido muy hostigados por la prensa, las autoridades”, recordó. “Yo me acerco a los padres, al papá de Christian, que estaba al principio muy reacio. Fui varias veces a la comunidad de Tixtla, donde vivían, hasta que me gané su confianza”, relató la periodista de la ciudad de México. Sotelo tituló el capítulo dedicado a Christian como “El bailarín de los botines blancos”. “Le gustaba la danza folklórica, fue el refugio que encontró quizás por la timidez que padeció de niño. Encuentra en la danza folklórica a lo mejor ese recurso para ser un poco más sociable”, relató. “Era un joven de 19 años con todos los sueños de un joven de esa edad que quiere hacer cosas por su vida, su familia. Era el único varón de esa familia, tenía tres hermanas menores”.
Como prácticamente todas las familias de los jóvenes desaparecidos, la de Christian era humilde. Según cuenta Sotelo, su padre, Clemente Rodríguez, “vendía garrafones (bidones) de agua en la comunidad” y la mamá, Luz María Telumbre, “vendía tortillas”.
Cuando supo de la confirmación de que los restos pertenecían a Christian, Sotelo vivió un duelo propio. “Me llené de profunda tristeza porque uno comparte en el fondo la esperanza de los papás de encontrar a su hijo vivo”, apuntó. “Don Clemente siempre hablaba en presente de su hijo y así nos referíamos siempre. Cuando hacíamos las entrevistas le preguntaba ‘¿qué le gusta a tu hijo?’, siempre en presente. Compartía esa esperanza y de repente tener esta noticia de una persona que pude conocer a través de construir su perfil, de sentir que lo había conocido, de alguna manera a través de su familia, pues sí me generó bastante tristeza”.