Bien se dice que la dictadura pinochetista fue el primer experimento de un modelo pergeñado en la Universidad de Chicago por el equipo del luego Premio Nobel, Milton Friedman. El neoliberalismo de los Chicago Boys había pasado por la fase teórica pero necesitaba, como toda teoría, atravesar etapas previas. En los medicamentos, sin ir tan lejos, antes se prueba en ratones. Pero no, el sanguinario golpe contra el gobierno constitucional de Salvador Allende evitó ese engorro, así como la pandemia ahorró pasos para la aplicación masiva de vacunas contra el Covid.
Mucho se habló, y las pruebas son demoledoras, sobre la participación de la Casa Blanca, del secretario de Estado Henry Kissinger y de la CIA en la articulación de aquel 11 de septiembre de 1973. Pero poco se dijo de la intervención de los servicios de inteligencia británicos –MI6- y el australiano –ASIS- desde antes de ese nefasto día. Papeles desclasificados que publicó el periodista y documentalista John McEvoy detallan cómo Allende era vigilado de cerca desde los ’60 y figuraba como “una amenaza” por sus ideas socialistas. Pero la revelación no se queda ahí (*).
McEvoy -quien está culminando un documental sobre “el papel oculto del Reino Unido en la destrucción de la democracia de Chile”, junto con Pablo Navarrete- expone la participación de agentes y funcionarios británicos en la cobertura de los crímenes de la dictadura, e incluso las recomendaciones de aplicar una estrategia que los británicos desarrollaron en sus colonias en Malasia entre 1948 y 1960 para reprimir las rebeliones contra la ocupación. “La idea de esa ayuda surgió durante la visita a Chile del jefe de la Armada británica, Sir Michael Pollock, a finales de noviembre de 1973”, dice McEvoy. De acuerdo al material que ahora sale a la luz, en un encuentro con el canciller Ismael Huerta, Pollock desplegó el concepto de “ganar los corazones y las mentes”, que también se había aplicado en Irlanda del Norte.
No queda claro quién inventó el término, pero básicamente consiste en técnicas de psicología de masas junto con dosis de asistencia médica y alimentaria para poner a la población del lado del opresor. “Los tiros, en este negocio –diría el mariscal Gerald Templer, a cargo de los operativos contra el Ejército de Liberación Nacional Malayo (MNLA)- son el 25% del problema. El otro 75% es lograr que la gente de este país esté con nosotros”.
Pinochet fue la punta de lanza de una monumental operación de formateo económico que alcanzó su máximo esplendor cuando Margaret Thatcher en 1979 y Ronald Reagan en 1981 llegaron al poder en el 10 de Downing Street ella y la Casa Blanca él. Ambos adhirieron con entusiasmo y rigor a esas premisas. Las consecuencias se viven aún en Chile, el Reino Unido, EE UU y gran parte del mundo.
Se puede decir que lo de Friedman no es económico sino un plan político muy minucioso para construir una sociedad individualista. Le cabe una expresión del “halcón” demócrata Mendel Rivers sobre su propuesta para ganar la guerra en Vietnam: “Yo digo que los agarremos de las pelotas y sus corazones y sus mentes los seguirán”.
La exprimera ministra británica dio su versión ante el Sunday Times cuando asumió Reagan: “La economía es el método; el objetivo es cambiar el corazón y el alma”. El revisionismo en parte de la dirigencia argentina sobre la barbarie de los `70 va a eso.