Chile ya tiene a sus candidatos para las elecciones presidenciales del 21 de noviembre. Seis varones y una mujer buscan suceder a Sebastián Piñera en una votación que contará con el debate de la nueva Constitución como telón de fondo. No es un detalle menor, ya que la persona elegida deberá materializar los cambios que terminen por resolver los constituyentes.
Luego de que el organismo electoral rechazara el viernes pasado las candidaturas del economista independiente Gino Lorenzini y del académico antisistema Diego Ancalao por irregularidades en sus respectivas inscripciones, los nombres se reducen al oficialista Sebastián Sichel (Chile Podemos Más); el izquierdista Gabriel Boric (Apruebo Dignidad); la democristiana Yasna Provoste (Unidad Constituyente); el pinochetista José Antonio Kast (Republicano); el liberal Franco Parisi (Partido de la Gente); el profesor Eduardo Artés (Partido Comunista Acción Proletaria) y el cuatro veces candidato Marco Enríquez-Ominami (Partido Progresista).
Pero el contexto define los términos propios de la campaña. La efervescencia política que despertaron las movilizaciones de octubre de 2019 vuelve incierto cualquier escenario, en especial cuando faltan tres meses para los comicios. Y sobre todo por las sorpresas que arrojaron las primarias de unos partidos “en franca decadencia” por “no haberse democratizado” y por carecer de “procesos profundos de autocrítica”, según el sociólogo chileno Jaime Ensignia.
De hecho, los candidatos con mayores posibilidades de llegar a La Moneda -Sichel, Boric y Provoste- aparecían como aspirantes improbables hasta hace pocas semanas atrás. “Boric ganó por una cantidad de votos muy relevante, cuando se pensaba que el ganador sería Daniel Jadue, una figura bastante interesante, al parecer muy inflado por las encuestas. Sichel no estaba bien posicionado en la opinión de muchos analistas. Pero sectores de la derecha descontentos con los candidatos tradicionales vieron en él una candidatura competitiva”, dice.
Por su parte, la politóloga Julieta Suárez Cao señala que “a diferencia de lo que suele decir la teoría, que las primarias favorecen posturas un poco más extremas, en este caso se consolidaron candidaturas más de centro dentro de los propios espacios”. Así, Boric, del heterogéneo Frente Amplio, venció a Jadue, del PC. Sichel hizo lo mismo con un histórico de la derecha dura, Joaquín Lavín. Y Provoste le ganó a la socialista Paula Narváez, la apuesta de la expresidenta Michelle Bachelet.
Esta suerte de desplazamiento hacia la moderación presenta, sin embargo, una trampa. “Que haya ganado Provoste cimenta también el centro y hace que no haya mucho lugar para moverse, tanto para Boric como para Sichel. El desafío es identificarse y distinguirse, sin descuidar al electorado de centro a la vez”, explica la profesora de la Universidad Católica de Chile.
Otra inquietud implícita entre los principales candidatos es qué tipo de país van a liderar. Suárez Cao tiene la impresión de que “el próximo gobierno puede ser uno de transición”, por lo cual “no es lo mismo tener un gobierno cooperador que uno obstaculizador como es el de Piñera”. El actual presidente cambió dos veces en un mes al interlocutor oficial con la Convención Constituyente, y su candidato, Sichel, acusó a los convencionales de alentar la polarización.
Ensignia, que considera a los constituyentes como “la mejor expresión de la sociedad chilena actual”, asegura al respecto: “un presidente como Boric o una presidenta como Provoste, debe ser un vehículo que acompañe las decisiones de la Convención. La derecha va a dilatar y postergar al máximo lo que signifique una nueva Constitución”.
Superados los inconvenientes logísticos iniciales, los constituyentes aprobaron un reglamento, que define cuestiones esenciales de procedimiento y sobre el quorum, conformaron las comisiones y ampliaron el número de representantes de la mesa directiva que preside la líder mapuche Elisa Loncon. Se espera que en las próximas semanas comiencen a debatir las transformaciones que terminarán por enterrar la Constitución de Pinochet, que rige hasta hoy.
El doctor por la Universidad Libre de Berlín reconoce que los convencionales “están discutiendo sobre la base de una situación política, social y económica bastante difícil”, lo que hace necesario que el gobierno elegido en noviembre -o en la segunda vuelta del 19 de diciembre- se comprometa con el proceso. “Será necesario llamar a elecciones presidenciales y parlamentarias porque habrá cambios en la composición de las cámaras del Congreso”, destaca.
Pese a los augurios de los sectores más conservadores, la coordinadora de la Red de Politólogas señala que “la Convención viene funcionando muy bien a pesar de no tener fuerzas mayoritarias y se han generado importantes coaliciones transversales”. Un entendimiento que puede ser alentado o boicoteado por un sistema presidencialista aún fuerte y central. Cada uno de los candidatos presidenciales, y las alianzas que los respaldan, presenta distintos ritmos e intensidades para guiar las reformas. Esa es la clave de la elección.