La luna llena azulada ilumina el barrio de Botafogo. Pese a la derrota del Fogão en la Copa Sudamericana, en los bares no hay tristeza. El periodista Carlos Tautz espera en el Bar Seco tomando una cerveza helada. Curtido hombre de redacciones, asesor en comunicación, doctorando en Historia Contemporánea, funcionario en el Ministerio de Salud en los años de Dilma Rousseff,
Tautz cuenta con una gruesa hoja de vida. Con 40 años en el periodismo, su pluma inteligente pasó por el Jornal do Brasil y la Folha de Sao Paulo. Crítico filoso del bolsonarismo, ve con alarma el avance de la ultraderecha en la Argentina de la mano de Javier Milei. La experiencia derechista en Brasil puede ser leída como un libro que adelanta el futuro en estas pampas.
–¿Por qué llegó un político como Jair Bolsonaro al gobierno? ¿Se puede comparar su recorrido con el de Javier Milei?
–Las trayectorias seguramente son diferentes, pero ambos son representantes de la ultraderecha que se ve en todo el mundo. Bolsonaro viene de la gran corporación militar y sumó apoyos en los grupos paramilitares de Río, dos nichos que lo ayudaron a proyectarse a nivel nacional. Eran los años del Lava Jato, tuvo el apoyo del Poder Judicial, esa fue la base electoral primaria.
–Pero cuando ganó las elecciones tuvo muchos más votos que esos nichos.
–Sin dudas. Eran años de crisis económica: lo votó mucha gente que no veía perspectivas. Al estar frente al precipicio, mucha gente salta al vacío que ofrece la ultraderecha. Esto se ve a nivel global. Creo que eso también está pasando en la Argentina con Milei. Sin dudas, también hay una crisis profunda en la izquierda y en los sectores progresistas, una distancia brutal del vínculo con el pueblo, se han institucionalizado y perdido el territorio.
–¿Cómo es vivir en carne propia la experiencia de un gobierno de ultraderecha?
–Te lo resumo en pocas palabras: fue un gobierno neoliberal. La burguesía financiera e industrial lo adoraba a Bolsonaro, porque fue la oportunidad de sacar al Partido dos Trabalhadores, y además Lula no pudo presentarse a elecciones. Las tasas de retorno que tuvieron las empresas fueron altísimas, tanto con Temer como con Bolsonaro. Y se perdieron muchos derechos. Sobre todo los perdieron los sectores que históricamente votaban al PT, los que estaban a la vera del precipicio y cayeron al vacío. La izquierda había perdido el rumbo, no tenía discurso, sólo planteaba el respeto de los Derechos Humanos, que son muy importantes, pero es muy poco frente a tantas demandas insatisfechas.
–Para sacar a Bolsonaro del poder, Lula hizo alianzas con sectores de centro derecha.
–En el PT hay mucha discusión sobre cuántos votos aportaron esos sectores en la elección del 2022. No fueron tantos. Creo que la imagen de Lula fue fundamental: su identificación con la base de la población, su historia de vida, su experiencia. Y pese al mal gobierno de Bolsonaro, fue un triunfo muy peleado. Armar un gran frente contra la ultraderecha puede ser una buena experiencia para frenar a Milei en Argentina.
–¿Qué hay que decirles a los votantes para que no apoyen a la ultraderecha?
–Es difícil, porque la derecha simplifica el discurso. Hablan de mano dura, «bandido muerto es el mejor bandido», usa eslóganes muy efectivos. Hay que hablar de la pérdida de derechos, de lo conquistado que puede perderse, de los grupos económicos que se van a enriquecer, de lo que traen las políticas neoliberales en referencia al trabajo, la salud, la educación. Hay que hablarles a las mujeres, a los sectores populares. Y no sirve mucho machacar con que Milei es nazi o fascista. Hablarles de quién gana con las reformas laborales, educativas y en salud, de la tragedia que esas políticas traen para el medio ambiente. Están a tiempo, son pocos votos de diferencia y se puede dar vuelta en la elección de octubre.