Bulgaria es el país más pobre de la Unión Europea y sin dudas no es de los miembros más fuertes o relevantes del continente a nivel internacional. Aun así, las recientes elecciones parlamentarias en el país balcánico tuvieron una importante influencia desde y hacia el exterior, parte de un juego regional del que participan demasiados actores. La intromisión de Rusia, Turquía y la Unión Europea en los comicios parece haber resultado en un triunfo para Angela Merkel y su bloque.
Los comicios del 26 de marzo debían ser en 2018. Pero se adelantaron un año porque en noviembre pasado renunció el primer ministro Boiko Borisov, el ahora triunfador líder de Ciudadanos para el Desarrollo Europeo de Bulgaria (GERB), un partido conservador, de centroderecha muy cercano a la Unión Europea. La renuncia se dio luego de que su candidata, Tsetska Tsacheva, perdiera las presidenciales a manos de Rumen Radev, un excomandante de la Fuerza Aérea que se postuló como candidato independiente pero con el apoyo del Partido Socialista Búlgaro (BSP), cercano a Rusia. Se trató entonces de una importante victoria para Vladimir Putin en Bulgaria, país que desde la caída del régimen comunista fluctúa entre oriente y occidente de acuerdo con qué partido gobierne.
En una contienda que supera las fronteras búlgaras para convertirse en disputa entre Rusia y el occidente europeo, GERB obtuvo el 32,65% y venció al socialismo por apenas 5 puntos porcentuales. El resultado fue un alivio para el bloque continental luego de que BSP se impusiera el año pasado. Ahora Borisov y compañía deben crear una coalición gobernante, aunque no cuentan con muchas alternativas porque tan solo cinco partidos lograron ingresar al Parlamento. El que tiene más chances de formar parte del gobierno es Patriotas Unidos, que alcanzó el tercer lugar con poco más del 9 por ciento. Esta alianza se conformó en 2016 a partir de la unión de tres partidos nacionalistas y conservadores: VMRO, NFSB y Ataka. Este último es particularmente racista, una agrupación de ultraderecha que se manifiesta contra la inmigración, los refugiados, judíos, musulmanes y gitanos, y afirma proteger la verdadera identidad de Bulgaria.
Pero VMRO no se queda muy atrás. El fin de semana de las elecciones sus miembros bloquearon la ruta a fin de evitar que turcos con doble nacionalidad cruzaran la frontera para votar. Tienen derecho a hacerlo casi medio millón de turcos. Georgi Drakaliev, uno de los líderes de VMRO, afirma que buscaba proteger el honor de Bulgaria y que esta es una causa mucho más importante que la campaña. «El turismo electoral turco es el Caballo de Troya de Erdogan», dice refiriéndose al presidente turco. Pese a que eventualmente el bloqueo fue levantado, VMRO y Drakaliev obtuvieron la atención que buscaban horas antes de unas elecciones que podrían llevarlos a formar parte del gobierno.
Pese a los bloqueos, el cuarto puesto lo ocupó el Movimiento por los Derechos y Libertades (DPS), el partido que representa a la minoría turca en Bulgaria y a los búlgaros de etnia turca fuera del país. Es muy poco probable que DPS se una a GERB, especialmente porque desde el año pasado sus intereses pasan por otro lado: la disputa con una nueva facción turcobúlgara llamada Demócratas por la Responsabilidad, la Libertad y la Tolerancia (DOST) y fundada en 2016. Su líder, Lyutvi Mestan, es un exmiembro de DPS expulsado por haber apoyado al gobierno turco en el conflicto diplomático por el derribo de un avión ruso en noviembre de 2015. Mientras que DPS se alinea con Moscú y tiene buenas relaciones con el socialismo búlgaro, DOST es la sucursal local de Erdogan, que busca expandir sus influencias. Durante los bloqueos en las rutas del fin de semana electoral, desde VMRO definieron a DOST como un partido «anti-Bulgaria, propagandista, que puede ingresar al Parlamento en forma artificial, importado de otro país». Con menos del 3% de los votos, el nuevo partido turco no logró ni una sola banca en la Asamblea Nacional.
Por último, Volya («Voluntad») cosechó poco más del 4% de los votos. Se trata de un partido neoliberal y nacionalista liderado por Veselin Mareshki, poderoso empresario farmacéutico que busca mejorar las relaciones con Moscú. El futuro del partido en el Parlamento es difícil de predecir porque la campaña de Mareshki se basó en promesas vagas relacionadas con ponerle freno a la corrupción, apoyar a las pequeñas y medianas empresas, e intentar que los jóvenes no se vayan del país. Aun así no sería descabellado pensar en Volya del lado de cualquiera que llegue al gobierno.
El 32,65% que obtuvo GERB le permitió hacerse con 95 de las 240 bancas del Parlamento. Si logra un acuerdo con Patriotas Unidos, la coalición sumaría 27 bancas, alcanzaría la mayoría y podría formar gobierno. El exguardaespaldas de líderes comunistas Boiko Borisov iniciaría así su tercer mandato como primer ministro, cargo que ejerció entre 2009 y 2013, y entre 2014 y enero de este mismo año, cuando se hizo efectiva su renuncia. «