El cisma que genera el Brexit tanto para Gran Bretaña como para Europa empieza a cobrarse víctimas. Los principales partidos británicos pueden fracturarse en la pelea por la sucesión de sus líderes, mientras el 48% que votó permanecer está desorientado y furioso, y las naciones de Europa parecen querer cobrarle al Reino Unido su decisión, que puede suponer un golpe económico y político para la nación.
Mientras el laborismo enfrenta una «crisis existencial» y se pone en juego el liderazgo de Jeremy Corbyn la diputada Angela Eagle se perfila para sucederlo la salida anunciada para octubre del primer ministro conservador David Cameron abrió el juego a cinco candidatos para asumir el «empleo mayor». El viernes cobró impulso la postulación del ministro de Justicia, Michael Gove, quien se definió como el «candidato del cambio». Gove ha sido partidario de la salida de la Unión Europea, y su opinión es que el nuevo líder de los tories en el gobierno debe ser partidario del Brexit, marcando distancias con la ministra de Interior, Theresa May, otra favorita a suceder a Cameron. May ganó apoyos en los últimos días, como una candidata moderada, sostenida incluso por sectores de la prensa como el diario Daily Mail, que afirmó en un editorial que es quien «debe ser nuestra próxima primera ministra». Sin embargo, las críticas más extremas señalan el hecho de que la funcionaria fue partidaria de mantenerse dentro de la comunidad, algo visto como incompatible con la conducción de un país que acaba de decidir quedar fuera. Acompañan a May y Gove el responsable de Pensiones, Stephen Crabb; la secretaria de Estado de Pensiones, Andrea Leadsom; y el ex ministro de Defensa Liam Fox. Los cinco tienen hasta el martes para conseguir apoyo entre los 329 diputados conservadores antes de la primera ronda de votación, y a partir de allí irán a una suerte de eliminatorias hasta quedar sólo dos.
Gove prometió que, si es elegido, cumplirá con «la promesa de poner fin a la supremacía de la legislación de la UE», pero también quiere presentar «un sistema de puntos para la entrada en el país», parecido al actual protocolo australiano. Gove, dijo, reducirá «los números de la inmigración», algo reclamado por la derecha más extrema, como el Partido de Reino Unido por la Independencia (UKIP).
El candidato no piensa activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa, que pone en marcha la salida del país, hasta que no se desarrollen las conversaciones con Bruselas. Pero las naciones más poderosas de la UE no se muestran dispuestas a ser pacientes. Alemania y Francia parecen querer castigar a Gran Bretaña, advirtiendo de las consecuencias por las que habrá de hacerse cargo, y señalando la «falta de preparación» que demuestra el país ante la posibilidad de la salida. El presidente francés asumió incluso que la decisión de ninguna manera podrá ser anulada o aplazada.
En los principales partidos hay personajes que deslizaron la idea de un segundo referéndum: el ex premier laborista Tony Blair, el ex ministro tory Michael Heseltine y el líder liberal demócrata Tim Farron. Más de 4 millones de británicos firmaron una petición por esto mismo. A pesar de que no sería la primera vez que se repita una votación cuyo resultado es negativo para la UE, el investigador principal del CIDOB de Barcelona, para Europa, Pol Morillas, lo ve «muy difícil». Cree que sólo será posible mediante una «tranformación interna» en Reino Unido. «La única opción para que se dé un paso atrás es que haya nuevas elecciones y que gane un partido con un programa claramente eurófilo y se reconsidere el tema», apunta; pero deja claro que es complicado, porque se prevé que el liderazgo de los tories lo asuman los partidarios del Brexit. «