Si algo desea evitar China en toda instancia es la guerra y el caos que deriva. Más hoy, cuando sin un tiro llegó a ser la segunda economía mundial, líder en varios campos y abanderada –frente a los desatinos que en su declive exhalan Europa y EE UU– del multilateralismo y la cooperación. Por otro lado, la fuerte y pluridimensional alianza urdida con Rusia la obliga a pronunciarse sobre Ucrania, en favor de las razones del aliado. Entre otras cosas, pues advierte que más allá de dinámicas propias y diversas, hay semejanzas en el ardid militar occidental para embarrar sus sendas periferias todo lo que puedan, a fin de demorarlos, distraerlos en su progreso.
El viernes, el presidente Xi Jinping habló con Vladimir Putin y abogó por la vía diplomática. Según reportó CCTV, tras el llamado, Xi le manifestó que “apoya” a Moscú para “la resolución (del conflicto) mediante negociaciones con Ucrania”. Diplomacia pura. Como la que le reclamó, antes de los primeros misiles, el canciller Wang Yi a su par de EE UU Antony Blinken, blandiendo los principios de la Carta de la ONU. También lo hicieron el embajador Zhang Jun ante el Consejo de Seguridad y la vocera de Exteriores Hua Chunying, quien bregó por «calma» para evitar «descontrol». Obvio, no habló de «invasión». Otra respuesta de aliado fue que, frente a las sanciones anunciadas contra Moscú, Beijing levantó barreras que trababan su compra de trigo ruso.
El diario Global Times, del PCCh y la voz más nacionalista, refirió la opinión de expertos. Cui Hongjian (Instituto de Estudios Internacionales de China): “EE UU pronunció palabras duras y realizó despliegues militares en Europa, pero su postura política es muy débil (…) Rusia impuso una ‘prueba de estrés’ a EE UU y la UE para ver cómo reaccionarían”. Cui Heng (Universidad Normal de China Oriental): “Ucrania solía ser un país muy próspero, pero su situación se hizo cada vez más difícil (…) Sus políticos eligieron la estrategia errónea en medio de la confrontación Rusia-Occidente”. Y sobre China, afirmó: “Tiene relaciones estratégicas e inversiones estrechas con Rusia, y una cooperación de larga data con Ucrania, por lo que definitivamente se mantendrá neutral y con sus principios sobre la integridad territorial de los Estados soberanos.”
Shi Yinhong (Universidad de Renmin) simplificó: “El gobierno chino primero que nada se ocupará de China en vez de ocuparse de Rusia”. Y Li Haidong, (Universidad de Asuntos Exteriores de China): “Inesperadamente, el escenario de una feroz competencia estratégica estará en Europa y no en el Indo-Pacífico. Si EE UU insiste en hablar sobre el Indo-Pacífico ahora, significará enfrentarse a otro final que se derrumba como lo ha enfrentado en Afganistán. No creo que las élites políticas de EE UU sean tan estúpidas”.
Acaso esta referencia apunte también a quienes a toda costa quiere ver lo de Ucrania a través del prisma de Taiwán, cuya unificación con China busca Beijing desde hace décadas. Sobre el punto, mientras se aprestaban las armas entre Rusia y Ucrania, el portavoz del canciller, Wang Wenbin, dijo que “es un hecho histórico y jurídico irrefutable que Taiwán es parte inalienable de China. El principio de una sola China, una norma reconocida en las relaciones internacionales”. A China le disgusta —hace rato que ya no se calla— que inopinada y provocativamente la menten la Otan, AUKUS y otras estrategias de EE UU y sus aliados para contenerla. Pero todo indica que no está dispuesta a contribuir a la locura del fuego.