Seul
El nuevo presidente surcoreano, Moon Jae-in, dijo este miércoles tras asumir el cargo, un día después de ganar las elecciones, que está dispuesto a visitar Pyongyang, si se dan las «circunstancias», en un contexto de tensiones en la península.
Moon, de 64 años, es un veterano defensor de los derechos humanos, y ya había expresado que era favorable a un acercamiento menos conflictivo con el norte, frente a la postura rígida de la destituida Park Geun-hye.
Tras ganar unas elecciones anticipadas debido a la salida de Park tras el juicio en su contra por corrupción, Moon prometió tras jurar como presidente que iba a trabajar por la paz en la península.
«Si es necesario voy a viajar a Washington inmediatamente», dijo en relación a la subida de las tensiones por el programa armamentístico de Corea del Norte. «Yo voy a ir a Pekín y Tokio e incluso a Pyongyang si las circunstancias son adecuadas».
Moon se enfrenta a una delicada tarea diplomática con Corea del Norte, que sueña con poner en marcha un misil capaz de llevar un ataque en Estados Unidos y que ha colocado a Seúl al alcance de su vasta artillería.
Paralelamente, Seúl está atrapado en una disputa con Pekín a propósito de un escudo antimisiles estadounidense, en un momento en que los desacuerdos históricos le enfrentan a Japón, antiguo ocupante colonial.
El recién asumido presidente nombró a Lee Nak-yon, un experiodista y cuatro veces diputado, como primer ministro y a Suh Hoon, que ocupó un papel principal en los preparativos de dos cumbres intercoreanas de 2000 y 2007, como nuevo jefe de los servicios secretos.
En el ámbito interno, Moon se enfrenta a numerosos desafíos, el principal de ellos las consecuencias del escándalo de corrupción que le valió el puesto a su predecesora conservadora Geun-hye. Aunque ha ganado las elecciones con facilidad, el país está profundamente dividido.
«El presidente de todos»
«Seré el presidente de todos los surcoreanos», declaró Moon, prometiendo «servir incluso a aquellos que no me apoyan». «Seré un presidente al alcance del pueblo». El candidato del Partido Democrático, de centroizquierda, obtuvo 41,1% de los votos, cerca de 13,4 millones de sufragios.
Moon se impuso al candidato conservador Hong Joon-pyo, que obtuvo el 24,03% de los votos, escoltado por el centrista Ahn Cheol-soo que sumó un 21,4%.
Después de una sobria ceremonia de investidura, Moon se dirigió, de pie en una limusina y saludando a sus partidarios, hacia la Casa Azul, la presidencia surcoreana. El jefe del Estado se reunió con los principales parlamentarios del partido Libertad de Corea, que abogan por una línea dura con Pyongyang y que en varias ocasiones le han acusado de querer, una vez electo, «entregar todo el país al norte».
«Me gustaría mostrarle a la gente que todos nosotros estamos avanzando juntos», les dijo, afirmando que contaría con sus opiniones en cuestiones de seguridad. «Les ruego su cooperación», afirmó. Las tensiones rara vez han sido tan fuertes en la península.
Corea del Norte ha realizado desde principios de 2016 dos ensayos nucleares y numerosas pruebas de misiles. La administración del presidente estadounidense, Donald Trump, reiteró en los últimos meses que la opción militar estaba sobre la mesa, alimentando los temores de una escalada.
Sin embargo, el jefe de la Casa Blanca cambió su tono la semana pasada, declarando que sería un «honor» reunirse con el dirigente norcoreano Kim Jong-un.
Honestidad
Está previsto que Moon tenga su primer intercambio telefónico con Trump el miércoles, según la agencia surcoreana Yonhap.
El presidente chino, Xi Jinping, felicitó a Moon, y prometió que los dos países trabajarán juntos en base «al entendimiento y al respeto mutuos», según la agencia oficial Xinhua. China sigue enfurecida desde el despliegue en Corea del Sur del escudo antimisiles estadounidense THAAD, que Pekín considera como una amenaza contra sus propias capacidades de disuasión.
China, principal socio comercial de Seúl, ha tomado varias medidas contra las empresas coreanas, lo que ha sido interpretado como una forma de represalias económicas, que ha tensado las relaciones.
Más que por Corea del Norte, la campaña estuvo dominada por la desaceleración del crecimiento, el desempleo, en particular el de los jóvenes, y las desigualdades.
El escándalo Park sacó a la luz las relaciones poco saludables entre el poder y los «chaebols», los grandes conglomerados surcoreanos, que dominan la cuarta economía de Asia. En su discurso de investidura, Moon evocó estos asuntos, prometiendo una sociedad «de igualdad de oportunidades». Igualmente, prometió ser honesto: «llego al mando con las manos vacías, me iré con las manos vacías».