A grandes distancias geográficas, con diferentes niveles de desarrollo económico y social, con diversas culturas, extensión territorial y densidad poblacional, Argentina y Honduras son víctimas en la segunda década del siglo XXI del mismo flagelo. Las oligarquías financiero-especulativas-delincuenciales de ambos países, a su paso por el poder, dejaron dos dramas sociales que pudieron ser tragedias históricas insalvables.
También tienen ahora dos gobiernos de signo esperanzador, que deben enfrentar la tarea histórica de reconstruir sus países y restañar sus tejidos sociales agujereados por cuatro años de macrismo voraz en favor de la oligarquía financiero-especulativa-delincuencial argentina. Y doce años de dictadura presidida por el Partido Nacional de Honduras con un interinato previo de un ridículo aprendiz de Augusto Pinochet, apellidado Roberto Micheletti, que asaltó el poder apoyado por las bayonetas hondureñas sustentadas por el Pentágono y la tímida complacencia del gobierno que entonces presidía el Barack Obama, quien eligió asegurar la base militar, nunca amenazada de Palmerola, por encima de la democracia que presidía el entonces presidente Mel Zelaya.
Argentina tiene una extensión territorial de casi dos millones ocho cientos mil kilómetros cuadrados y Honduras de 112.492. Argentina está habitada por más de cuarenta millones de personas y Honduras por más de nueve millones de habitantes. Argentina tiene un PIB/PC de más de ocho mil dólares anuales y Honduras de dos mil cuatrocientos. Argentina, en las clasificaciones que se han hecho por organizaciones internacionales para un ranking mundial acomodado para un mundo empobrecido globalmente por la codicia del capital financiero-especulativo , agudizado en sus manifestaciones de pobreza y desigualdad por la aparición de la pandemia Covid, ocupa el nivel de los países medios ricos y Honduras el nivel de los países medios pobres.
Sin embargo, ambos países tienen la condición semejante de naciones saqueadas por oligarquías financiero-especulativas-delincuenciales. Y Honduras tiene la tarea histórica de tratar con tiempo, sin lentitud cómplice, el tema de su deuda externa, señalar y sancionar a los responsables. De hacerlo con la misma severidad y prontitud con la que su presidenta, Xiomara Castro, ha pedido una Comisión Internacional Contra la Impunidad (CICIG) para sentar en el banquillo a los violadores de los derechos humanos de primera generación.
Al respecto, a mediados de febrero, el penúltimo inquilino de la casa presidencial hondureña, Juan Orlando Hernández, fue detenido por un pedido de extradición del gobierno de Estados Unidos. Fue acusado de narcotraficante, al igual que su hermano que ya purga prisión en EEUU por el mismo delito. Las manifestaciones minúsculas y fervorosas en su favor, frente a la cárcel, hablan claramente de que Hernández y su partido, apoyados por el dinero de la delincuencia organizada, tienen recursos para dar la batalla en Honduras y EEUU en favor de un capo di mafia que llegó muy lejos en su carrera política.
Volviendo al tema de este artículo, analizando comparativamente el asunto de los endeudamientos externos de Argentina y Honduras.
Argentina fue endeudada por Mauricio Macri en sus cuatro años de mal gobierno en más de 47.000 millones de dólares con el FMI. Recibió el país con un PBI de 594, 7 mil millones de dólares y lo redujo, por la devaluación del peso, a 383 mil millones de dólares en su cuatrienio. No hizo nada importante ni milagroso. No convirtió el agua en vino, ni multiplicó los panes y los peces. Solo multiplicó la deuda, la pobreza y la desigualdad.
Argentina tenía antes de Macri un endeudamiento público que ascendía al 52% del PBI y Macri lo subió al 88 %. Hoy cada argentino, a causa de Macri, debe más de 1000 dólares. Y esa deuda que el diario El País de España (insospechable de izquierdismo, peronismo o kirchnerismo”, califica de monstruosa, no sirvió para construir ni un jardín de infantes. Miles de millones de dólares fugados por la pandilla macrista que hoy en el Congreso argentino son tema de debate, para que esa banda asuma su responsabilidad en el pago y apriete fiscal que supone el arreglo que el gobierno de Alberto Fernández ha logrado con el Fondo..
Honduras tiene hoy una deuda externa de 10 mil 887 millones de dólares adquirida en 12 años de narco-dictadura. La pesada herencia que recibe Xiomara se resume, en materia de endeudamiento externo, en que cada hondureño tiene una deuda de más de mil dólares. El endeudamiento ha crecido en 700 veces, de acuerdo al mensaje de la presidenta ya en funciones, y la pobreza alcanza al 74% de la población.
El asunto es qué hacer y qué no dejar de hacer. Lo primero lo deberá responder el poder técnico hondureño. Lo segundo lo puede responder el poder político y la solidaridad internacional.
Una comisión internacional contra la Impunidad de quienes han violado los derechos humanos de segunda y tercera generación, económicos, sociales, culturales, y de soberanía nacional, parece apropiada para acompañar las negociaciones que el país tendrá que hacer con los acreedores de su deuda.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha aprobado ya el pedido oficial de Honduras para investigar y sancionar a los autores, cómplices y encubridores, del golpe de Estado que derrocó a Zelaya en 2009. Es un buen precedente para una acción política orientada a impedir la impunidad de quienes cometieron el delito de “lesa deuda externa” en un país pobre con una deuda social gigantesca.
Es para que en Honduras no tenga vigencia en su realidad social la frase del genial argentino Jorge Luis Borges “las tiranías fomentan la estupidez”. Y para que las generaciones hondureñas futuras no convivan con la frase del luminoso escritor centroamericano nacido en Honduras Augusto Monterroso “y cuando despertó el dinosaurio aún estaba ahí”.